Título: Libro de la Defensa Nacional de Chile - Parte IV: el escenario geográfico de la Defensa
PARTE IV: EL ESCENARIO GEOGRÁFICO DE LA DEFENSA
Chile presenta una singular condición geográfica que influye directamente en el plano de la Defensa Nacional. Efectivamente, la existencia de climas severos en nuestras regiones extremas impone, por ejemplo, limitaciones de aclimantación a las unidades desplegadas en una de esas zonas para ser rápidamente desplazadas a la otra. De igual manera, la larga configuración de nuestro país, con una distancia de 4.000 kilómetros entre las regiones extremas de su territorio continental, así como las dificultades de comunicación terrestre con la región austral, determinan la necesidad de mantener fuerzas permanentes. En fin, la falta de profundidad de nuestro territorio en el sentido este-oeste, que hace fácilmente alcanzables los puntos neurálgicos de nuestro país, obliga a la adquisición de costosa tecnología para garantizar grados razonables de protección.
Las características geográficas de nuestro territorio distinguen a Chile en sus espacios terrestre, marítimo y aéreo. En una importante medida, ellas le confieren una particularidad e identidad propias, a la vez que generan las determinaciones que deben considerarse, entre otros elementos, para la estructuración de una eficiente y efectiva defensa.
En definitiva, comprender la peculiar configuración geográfica de Chile es un aspecto decisivo para entender la Defensa Nacional, sus desafíos y necesidades. Por esta razón, se estima conveniente presentar un resumen de los rasgos geográficos generales de nuestro país.
CAPÍTULO I: CHILE, UNA GEOGRAFÍA DIFÍCIL
El territorio continental de Chile es una estrecha faja de tierra circunscrita por la cordillera de Los Andes y el Océano Pacífico. Presenta una diversidad de climas, desde los tórridos del desierto nortino hasta los gélidos de la estepa o pampa magallánica, así como una variedad de accidentes geográficos: meseta altiplánica en el norte, altas cumbres y valles en el centro, e islas y pampa en la región austral. El territorio insular chileno es uno de los más abigarrados del mundo, aunque también incluye la isla más solitaria del planeta: Isla de Pascua. Todo esto hizo decir a un connotado escritor nacional que Chile posee "una loca geografía". Al espacio continental debe sumarse el territorio antártico y los vastos espacios marítimos y aéreos por vigilar y controlar.
1. ESPACIOS NACIONALES
Chile tiene una superficie continental en Sudamérica de 756.626 Kms2 y un mar territorial de 101.163 Kms2, una zona económica exclusiva de 3.464.462 Kms2 y un territorio antártico de 1.249.681 Kms2, sobre el que reclama soberanía. Su población es de 14.210.400 habitantes, con una densidad promedio de 7,3 habitantes por Km2(74). Se encuentra ubicado en el extremo sur occidental de América del Sur y asienta su territorio sobre accidentes geográficos cuyas singularidades le otorgan características diferenciales, no solamente en relación con los países de la región, sino que, en una importante medida, respecto de la totalidad de los países del mundo. El territorio nacional está conformado por una triple dimensión basada en los espacios terrestres, marítimos y aéreos bajo su soberanía. Administrativamente, en lo que se refiere al espacio terrestre, está dividido en trece regiones (ver mapa 1).
2. ESPACIO TERRESTRE CONTINENTAL
Chile continental sudamericano conforma una larga y estrecha faja de territorio entre la cordillera de los Andes y el Océano Pacífico, con un largo de 4.300 Kms., y un ancho máximo de 435 Kms. Está ubicado entre los 17°30' y los 56º00' de latitud sur, y entre los 66º30' y 74º40' de longitud oeste, sin considerar las islas esporádicas oceánicas ni el territorio antártico.
Su climatología es marcadamente marítima, siendo en general muy homogénea en cuanto a temperaturas, pero con una pluviometría muy variable. La variación de temperaturas medias entre la I y XII Regiones es inferior a 15° C, valor modesto considerando que existe una diferencia de latitud cercana a los 40°. No obstante, las precipitaciones varían desde una fracción de milímetro anual en el norte, a más 4.000 mm. en ciertas regiones del sur-austral. Basándose principalmente en la pluviometría, el país se divide en tres grandes zonas climáticas: clima desértico en las regiones I a IV, mediterráneo entre la V y X regiones, y templado-frío en las regiones XI y XII. A esta climatología, debe sumarse el efecto regulador que produce el mar, haciendo el clima más benigno en la costa que en el interior.
No sólo la temperatura varía en sentido transversal, sino también el relieve, puesto que Chile está dividido longitudinalmente por tres subfajas: la cordillera de la Costa, el valle central y la cordillera de los Andes. Al sur de la X Región continúa sólo la cordillera de los Andes, transformándose el valle y la cordillera de la Costa en una infinidad de islas y fiordos.
Por otra parte, el territorio continental sudamericano como un todo está caracterizado por accidentes geográficos que le otorgan rasgos de insularidad, la cual se concluye al constatar la forma como se han establecido sus límites.
El territorio continental presenta, por el norte, extensas zonas áridas y desérticas; por el sur, el Paso Drake; la cordillera de los Andes se manifiesta a lo largo de su extensión y, por el oeste, el Océano Pacífico.
Visto de otra forma, el propio territorio continental chileno está conformado por una suerte de tres grandes "áreas geográficas", a lo que debe sumarse el grupo de islas oceánicas y la Antártica. Una primera área se ubica en el norte del país (I a III regiones), con clima desértico y baja densidad poblacional, posee recursos minerales y marítimos, y está dotada de importantes puertos especializados que satisfacen las necesidades de flujos de carga desde y hacia Chile. La segunda área (IV a X regiones) es una zona macro central. Con clima templado, en que se asienta más del 85% de la población nacional y gran parte de la industria, distinguiéndose como el principal sector productor y consumidor del país. Aquí se encuentran los principales complejos portuarios y aeroportuarios de carga general y se materializa la transferencia de más del 65% de la carga nacional. Finalmente, la tercera área es la suraustral (XI y XII regiones), con clima frío, caracterizada por la existencia de numerosas islas y pequeños poblados costeros y que finaliza en la región de Magallanes (XII Región). Esta última depende de las vías marítimas y aéreas como única forma de comunicación con el centro del país. En la región de Magallanes destacan los pasos interoceánicos del Estrecho de Magallanes y el Paso Drake, así como el puerto de Punta Arenas, que es el principal puerto regional y ofrece enlace marítimo y aéreo con el continente antártico. Asimismo, el Canal Beagle constituye una importante vía marítima en esta región. El Territorio Antártico Chileno es también considerado, administrativamente, como parte de la Región Magallánica.
3. TERRITORIO ANTÁRTICO
Al sur del Paso Drake, y más allá del continente sudamericano, se encuentra el Territorio Antártico Chileno, que conforma un triángulo esférico que se proyecta hasta el Polo Sur entre los meridianos 53° Y 90° oeste, con una superficie de 1.250.000 Kms2. En esta área existe, de hecho, una potencialidad de recursos pesqueros y mineros actualmente no explotados y que son objeto de investigación por varios países, incluido el nuestro.
Chile ha dispuesto que sus autoridades, asentadas en la región de Magallanes ejerzan el control administrativo sobre las actividades en aquella área, donde hay presencia permanente de personal de las instituciones de la Defensa Nacional de Chile. Estas competencias se ejercen de acuerdo con el marco jurídico internacional vigente al sur de los 60º de latitud sur.
Debe destacarse que la Antártica se encuentra bajo un estatuto jurídico especial, que Chile reconoce y respeta en su calidad de Miembro permanente del Tratado Antártico y país suscriptor del protocolo de Madrid, de la Convención de los Recursos Vivos Marinos Antárticos y otros convenios especializados (ver mapa 2).
4. ESPACIO MARÍTIMO
En lo marítimo, los territorios nacionales son los correspondientes al denominado "Mar Chileno", que abarca todas las aguas oceánicas que bañan o circundan los territorios bajo soberanía y derechos de soberanía nacional, hasta las 200 millas náuticas (370 Kms). Considerando que Chile posee un litoral de cerca de 4.300 Kms. de largo, resulta una superficie de 3.464.462 Kms2. de mar, sin considerar la proyección marítima del Territorio Antártico Chileno, respecto de la cual Chile ejerce ciertas competencias teniendo en consideración los instrumentos jurídicos internacionales vigentes aplicables en el área. Esto ofrece a nuestro país una situación de privilegio en un océano que cobra cada día mayor importancia, además de presentar, proporcionalmente a su territorio, una de las mayores atenciones de litoral en el mundo.
Dentro de este espacio marítimo es necesario tener presente los conceptos de Mar Territorial, de 12 millas náuticas (mn) de ancho (22 Kms), medidas desde las líneas de base(76), donde se ejerce soberanía plena, reconociendo el derecho de paso inocente de naves extranjeras ejercido en conformidad con el derecho internacional; la Zona Contigua, de 12 mn. adyacentes al mar territorial, donde se ejerce la fiscalización respecto de las leyes y reglamentos nacionales aduaneros, fiscales, de inmigración y sanitarios; la Zona Económica Exclusiva (ZEE), entendida como el área marítima que se extiende hasta las 200 mn. (370 Kms), medidas desde las líneas de base, donde el Estado ejerce derechos de soberanía en cuanto a la explotación, exploración, conservación y administración de los recursos naturales vivos y no vivos existentes en la masa de agua, el suelo y del subsuelo del mar, así como jurisdicción respecto del establecimiento y la utilización de las islas artificiales, instalaciones y estructuras, de la investigación científica marina, de la protección y preservación del medio ambiente y otros derechos reconocidos por la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar.
Además, Chile considera el Mar Presencial, entendido como el espacio oceánico comprendido entre el límite de nuestra zona económica exclusiva y el meridiano que, pasando por el borde occidental de la plataforma continental de la Isla de Pascua, se prolonga desde el paralelo del hito fronterizo N° 1 hasta el Polo Sur. En esta área de la alta mar la voluntad de Chile es estar presente, observando y participando en las mismas actividades que desarrollan otros Estados, con apego irrestricto al derecho internacional.
El territorio chileno incluye también varias islas del Océano Pacífico, siendo las más próximas al continente las del Archipiélago Robinson Crusoe, a 360 mn. (667 Kms.), y las islas San Félix y San Ambrosio, a 500 mn. (926 Kms.), las más alejadas son Salas y Gómez, a 1.870 mn. (3.463 Kms.), y la Isla de Pascua, a 2.000 mn. (3.700 Kms.) de la costa central. Estas últimas islas (Pascua, Salas y Gómez) permiten una ampliación de la plataforma continental chilena de 200 a 350 mn., lo que hace que Chile tenga en total un lecho marítimo de 4.633.615 Kms2, superando en poco más de seis voces la extensión de su territorio continental sudamericano (ver mapa 3).
5. ESPACIO AÉREO
A los espacios terrestres y marítimos es necesario agregar aquellos que corresponden al espacio aéreo, definido como la masa gaseosa que tiene contacto y se superpone con la tierra y mar de Chile, hasta una altura de aproximadamente 80 a 100 Kms. La característica principal del espacio aéreo es la presencia de gases, especialmente de oxígeno, que permiten el vuelo de aparatos sustentados en la resistencia aerodinámica que oponen que oponen los gases a un móvil desplazándose a velocidades predeterminadas.
Para efectos del control del tráfico aéreo, la Organización Aeronáutica Civil Internacional (OACI) le reconoce a Chile tuición y responsabilidad en un área que, en general, se atiende desde límite norte (lat. 18º21' N) hasta el Polo Sur y desde el límite político internacional (al este) hasta el meridiano 131°00' W. En total, el espacio aéreo controlado por nuestro país cubre una superficie de 26,8 millones de Kms2, lo que incluye su territorio continental e insular, sus aguas territoriales y la alta mar frente a sus costas.
En lo que se refiere específicamente a la soberanía del espacio aéreo, la Comunidad Internacional Aeronáutica acepta el principio de la soberanía de los Estados en el espacio aéreo situado sobre su territorio, lo que, además, es reconocido en el artículo 1º del Convenio de Chicago. A mayor abundamiento, la disposición siguiente de este mismo convenio precisa que se considerarán como territorio de un Estado las áreas terrestres y las aguas territoriales adyacentes a ellas que se encuentran bajo la soberanía, dominio, protección o mandato de dicho Estado (ver mapa 4).
CAPÍTULO II: TERRITORIO Y DEFENSA
La factibilidad de defensa de un territorio depende, en buena medida, de su forma. Las diversas escuelas geopolíticas coinciden en que las formas territoriales circulares son de más fácil defensa que las formas alargadas. Dadas las características del territorio continental chileno, su defensa presenta complejos dilemas, los que se acrecientan por el desmembramiento en numerosas islas que sufre a partir de la XI Región. Pero nuestro territorio no sólo es continental, sino también antártico e insular, prolongándose hasta la Isla de Pascua por el oeste. Además, deben considerarse sus extensos espacios marítimos y aéreos, los que imponen un magno desafío a la Defensa Nacional.
1. TERRITORIO NACIONAL
En cuanto a la relación del territorio con la Defensa Nacional, es necesario tener presente la forma y distancias del territorio de Chile. En su extensión continental americana, Chile es el país más largo y angosto del mundo y el que, proporcionalmente, tiene mayores espacios marítimos y aéreos; donde el derecho internacional le permite ejercer distintos grados de soberanía.
Debe destacarse que nuestro territorio no solamente está constituido por su parte continental, sino también por las islas oceánicas y el territorio antártico, lo que le da una condición tricontinental: sudamericano, antártico y de proyección hacia Oceanía. Si bien el país está geográficamente disgregado, su soberanía se distribuye en un trapezoide cuyas líneas, en un sentido genérico, tocan con el Perú (en el límite norte), y con Bolivia y Argentina (en el este), el Polo Sur y la Isla de Pascua. Este gran espacio terrestre, marítimo y aéreo, descontando la alta mar incluida en él, es lo que entendemos por "territorio nacional" (ver mapa 1).
Así, nuestro territorio multiplica sus distancias. En el sentido norte-sur nuestras áreas de interés están separadas por aproximadamente 8.000 Kms.; otro tanto ocurre en la dirección este-oeste, que también adquiere gran dimensión, considerando que la Isla de Pascua se encuentra a 3.700 Kms. de la costa central.
Esta dispersión y configuración geográfica del territorio, más la forma extremadamente alargada y angosta que tiene en el continente americano, sus extensos espacios marítimos y áreas insulares, así como sus diferencias climáticas en el eje norte-sur y este-oeste, son factores que dificultan las comunicaciones internas e imponen un tremendo desafío a la Defensa Nacional.
2. PERSPECTIVA GEOESTRATÉGICA
Desde la perspectiva geoestratégica, la forma de faja larga y angosta que tiene nuestro territorio continental es uno de los factores más importantes por considerar. Por una parte, nos obliga a elegir y dosificar muy bien dónde concentrar nuestros esfuerzos defensivos, ya que sería impensable distribuir fuerzas a lo largo de toda nuestra extensa frontera; más todavía, cuando las distancias entre las Regiones extremas (I y XII) hacen complejo considerar algún apoyo mutuo. Por otra parte, lo angosto del territorio hace difícil cualquier acción defensiva en el sentido este-oeste. A lo anterior, debe sumarse el hecho de que las regiones XI y XII no tienen continuidad geográfica terrestre con el centro del país, que es su "zona corazón" o "núcleo vital". Todo lo anterior contribuye a que la situación vecinal de Chile sea muy singular, pudiendo su frontera ser fuente de integración como también de potenciales conflictos(77).
En el extremo norte se produce el contacto de Chile con los tres países vecinales. Se trata, precisamente, de una de las zonas con más baja densidad de población. Lo que se agrava al tener en cuenta nuestra comparativamente decreciente proyección demográfica. Además, esta misma zona alberga las mayores riquezas mineras del país y aún queda mucho por explorar y explotar. Por otro lado, producto de los procesos de integración y de apertura comercial, así como del explosivo crecimiento de varios países asiáticos de la cuenca del Pacífico. La zona norte de Chile se considera especialmente apta para la consolidación de los denominados "corredores bioceánicos" o "corredores transversales".
Más aún, la relativa escasez de población no sólo es propia del extremo norte de nuestro país, sino también del extremo sur, donde aún hay riquezas pesqueras, forestales y mineras sin explotar, a la espera de que la ecuación costo-beneficio se haga conveniente. A ello se suma la presencia de los únicos pasos naturales que unen el Pacífico y el Atlántico: Estrecho de Magallanes y Paso de Drake, los cuales son de enorme importancia estratégica. La proximidad de la Antártica es otro aspecto que otorga particular importancia a esta zona austral.
En general, la organización del territorio nacional presenta una dicotomía en términos de población y concentración de actividades económicas. Existen regiones centrales con una alta capacidad de generación y absorción de cambios innovadores, junto a regiones periféricas cuyo desarrollo está marcado por condiciones que les han impuesto un desarrollo relativamente más lento que a otras áreas del país y por una relación de dependencia de las instituciones centrales. Esta situación hace que la integración nacional sea uno de los principales fundamentos para el desarrollo nacional.
Específicamente, en términos demográficos, Chile presenta dos asimetrías. La primera es la desigual distribución de la población en el eje norte-sur, ya que en su mayoría se encuentra concentrada en la zona centro-sur y en grandes centros poblados, en desmedro de las zonas extremas donde, paradojalmente, se concentran los mayores recursos naturales del futuro. La segunda es la concentración de la población en la franja oeste, en desmedro del sector este. Esta asimetría demográfica afecta al desarrollo y seguridad del país, especialmente al considerar que las zonas más despobladas coinciden con las zonas fronterizas extremas.
Desde el punto de vista de la Defensa Nacional, la desigual distribución de la población y la baja densidad existente en las zonas extremas son factores que obligan a considerar el transporte de medios humanos y materiales desde la zona central hacia esas áreas, con el agravante de que ellas son de difícil acceso, pues la Zona Norte abriga el desierto más árido del mundo y la Zona Austral se encuentra desvinculada por tierra del núcleo vital. Dicha condición hace imperativo tener medios militares en presencia.
3. PERSPECTIVA OCEANOESTRATÉGICA
Nuestros espacios marítimos de interés se pueden agrupar en cuatro grandes áreas. Primero, el espacio adyacente a la ribera continental americana, hasta las 200 mn. (370 Kms.) que engloba al Mar Territorial y la Zona Económica Exclusiva (ZEE). Segundo, el Mar Territorial, la ZEE y la plataforma continental que proyectan las islas oceánicas chilenas. Tercero el espacio marítimo que rodea el territorio antártico reclamado por Chile, destacándose que el ejercicio de las competencias correspondientes se realiza de acuerdo con el marco jurídico internacional en virtud del Sistema Antártico. Y, cuarto, el amplio espacio marítimo que comprende el Océano Pacífico más allá de nuestra Zona Económica Exclusiva, que hemos denominado "Mar Presencial", cuyo borde configura nuestras fronteras exteriores y que también es un área de simple interés. En este amplio espacio, queremos ejercer soberanía o presencia, según lo permita el derecho internacional.
Todo el espacio oceánico señalado y los intereses marítimos por resguardar, más la presencia de los pasos bioceánicos del Estrecho de Magallanes y del Paso Drake, representan un contundente desafío para la Defensa Nacional. Especial mención merece Isla de Pascua, territorio chileno que constituye un importante punto de apoyo para la proyección de Chile en el Pacífico.
Para usufructuar al máximo de estas potencialidades oceánicas, el Estado de Chile ha adoptado medidas respecto al ordenamiento y desarrollo de las actividades en el mar, como asimismo ha fomentado la conciencia marítima nacional.
La entrada en vigencia de la Convención del Mar y la ratificación por parte de Chile de varios acuerdos internacionales que norman las actividades en el mar, acompañando a una legislación moderna como son las leyes nacionales de Pesca, de Bases para el Medio Ambiente y la Política del Uso del Borde Costero, permiten que Chile esté donde la jurisdicción nacional es más intensa de acuerdo al derecho internacional marítimo, en cuya elaboración nuestro país ha jugado un papel activo e importante(78).
Con todo, el derecho internacional marítimo es una normativa en evolución, en la que influyen la formación de precedentes y la claridad de conceptos. Por lo mismo, subsiste la necesidad de que Chile exprese nítidamente su posición sobre interpretaciones divergentes referidas, en particular, a la soberanía marítima nacional.
El derecho internacional marítimo, junto con ofrecer oportunidades para el desarrollo y explotación de los Intereses Marítimos de Chile, presenta aspectos que pueden derivar en situaciones conflictivas. Desde ya, en el marco de las relaciones internacionales, cobran especial interés los aspectos referidos a la delimitación pendiente en el sector antártico y la forma como los países ribereños pueden participar en las actividades que ocurren en el mar adyacente que se proyecta más allá de su Zona Económica Exclusiva, considerando los efectos que sobre el ecosistema tienen las actividades de explotación indiscriminada de recursos marinos. Éstos son aspectos que, de una u otra forma, pueden afectar el Interés Nacional.
En cuanto al comercio, el mar provee una vía de comunicación para el transporte rápido, seguro y eficiente de grandes volúmenes de carga. La rapidez con que emergen las naciones del otro borde de la cuenca del Pacífico, erigiéndose como atractivos mercados para los productos nacionales y de la región, permiten visualizar a este Océano como la vía de comunicaciones marítimas de mayor importancia, lo cual generará un alto grado de actividad que se deberá aprovechar y controlar adecuadamente. En todo caso, nuestro comercio de exportaciones e importaciones no sólo se mueve en el ámbito de la cuenca del Pacífico, sino también abarca la costa este de EE.UU., Europa, Medio Oriente y todos los centros comerciales del mundo.
Las estadísticas señalan que aproximadamente el 90% de nuestro comercio exterior fluye por mar, lo que nos indica que, en caso de que la vías marítimas fuesen interrumpidas, el país tendría problemas de subsistencia en un período relativamente corto. Nuestro principal producto de exportación, el cobre, y nuestro principal producto de importación, el petróleo, se transportan íntegramente por vía marítima, por lo que su protección adquiere una especial importancia. De igual forma, es importante la protección de los recursos vivos y minerales de nuestra ZEE, para lo cual se requiere un esfuerzo permanente de vigilancia y medios para detener a los depredadores.
Toda esta actividad marítima impone, además, la preservación del medio ambiente marino y salvaguardar la vida humana de quienes desarrollan sus labores en estos amplios espacios. Ello implica mantener la capacidad de prevenir la ocurrencia de accidentes y acudir con prontitud para el rescate si esto sucediera. Esta actividad, además de ser una exigencia moral, constituye una responsabilidad internacional de Chile dentro del espacio marítimo hasta los 131° W. de longitud Oeste.
En fin, el estudio del escenario marítimo nos impone no sólo el exigente y tradicional desafío de proteger nuestra soberanía contra la amenaza militar proveniente desde el mar, o brindar protección a las líneas de comunicaciones marítimas comerciales y militares, en caso de conflicto; también debe alertarnos sobre otros desafíos, como el efectivo resguardo de nuestra extensa ZEE, en lo que se refiere a recursos pesqueros y minerales, o la evolución del derecho internacional marítimo.
En el mar, así como en todo el territorio nacional, es imperativo que la Defensa Nacional ejerza su influencia y actividad desde 1a paz.
4. PERSPECTIVA AEROESTRATÉGICA
En lo relacionado con el escenario aéreo, la Defensa Nacional, en caso de conflicto, actuará buscando desde el aire influir sobre los acontecimientos en la superficie terrestre y marítima. Para tal efecto, este escenario aéreo y espacial presenta singularidades que condicionan la búsqueda de una solución consecuente con las exigencias geográficas del país.
El extenso espacio aéreo nación, conjugado con la configuración geográfica y las grandes distancias entre los extremos del país con respecto a la zona central, determinan que el esfuerzo para controlar y eventualmente defender el acceso al espacio soberano sea de grandes proporciones, comparativamente con los medios que Chile puede asignar a esta tarea. Se agrega a ello la existencia de áreas vitales para la economía del país que requieren de una especial protección por parte de la Defensa Nacional, para garantizar su normal funcionamiento y seguridad.
Algunos de los factores que caracterizan o condicionan la defensa desde la perspectiva aérea son los siguientes:
* La extensión y forma del territorio nacional, que implican grandes distancias por recorrer e imponen serias dificultades en el abastecimiento logístico y en la conformación de un sistema de pistas del aterrizar. Esto determina que, para contar con un instrumento efectivo de disuasión, sea necesario tener medios logísticos capaces de reaccionar en forma rápida y efectiva. Esto implica la construcción y equipamiento de bases aéreas para el entrenamiento durante la paz y las operaciones en tiempo de guerra.
* La inmensidad del espacio aéreo de control aeronáutico, que requiere del uso de satélites para la vigilancia, navegación, comunicaciones y meteorología, tecnología de la cual Chile es dependiente y ante una situación de crisis o conflicto, puede ser negada desde el extranjero. Por consiguiente, implica una singular tarea la búsqueda de autosuficiencia en este aspecto vital para la defensa.
* La morfología del territorio nacional, que restringe las posibilidades de detección por radar desde la superficie, sumado a lo angosto de nuestro país, dificulta contar con una alarma temprana, capaz de anticipar una amenaza aérea y reaccionar adecuadamente. Esto es aún más critico considerando la velocidad de los aviones y las pequeñas distancias desde las fronteras hasta nuestras bases aéreas.
* La meteorología variable en la zona sur, que restringe las operaciones aéreas, en cuanto a la posibilidad de actuar oportunamente, debido a las limitaciones que presenta el arma aérea bajo condiciones extremas.
* Finalmente, las necesidades de apoyo a las otras componentes del poder militar, ya que muchas de las operaciones que realizan el Ejército y la Armada requieren la protección o control del espacio aéreo.
5. ALGUNAS CONCLUSIONES
Centrándonos en el factor estratégico en su conjunto, resulta necesario hacer presente que el escenario es uno de los aspectos más significativos para la conducción estratégica de las fuerzas militares. La geografía condiciona, favorable o desfavorablemente, cualquier concepción de empleo de las Fuerzas Armadas. Por otra parte, es una realidad que la magnitud y extensión de las fronteras terrestres, marítimas y aéreas de Chile, a la par de ofrecer un potencial de integración y desarrollo, aumentan las posibilidades de conflicto puesto que, al mantenerse una mayor relación y contactos de diversa índole, también es mayor la posibilidad de desavenencias que pueden ser fuente de eventuales conflictos al enfrentar intereses contrapuestos de los Estados.
Las características del ámbito geográfico, expresadas en la discontinuidad geográfica, las grandes distancias existentes desde el núcleo vital, el relativo despoblamiento de las zonas extremas y, en general, las características insulares del territorio nacional, hace imperativo contar con FF.AA. permanentes en las zonas extremas del país. Por otra parte, la escasa flexibilidad que presenta la red vial nacional, restringida por la geografía prácticamente a un solo camino en la dirección norte-sur, obliga a poner énfasis en el transporte marítimo y aéreo para el mantenimiento logístico y, dentro de las posibilidades, implementar vías terrestres de alternativa.
Las condiciones ya mencionadas, las características climáticas y el relieve de las diferentes zonas del territorio nacional y los extensos espacios marítimos y aéreos por vigilar y proteger, imponen formas de solución específicas y simultáneas en cada una de las áreas de operaciones. En cada área se requiere de unidades adecuadas a las diferentes características del escenario.
En la mayoría de los casos, las fuerzas en presencia, además del cumplimiento de la misión militar que les es propia, constituyen un importante aporte al Desarrollo Nacional, en especial en aquellas áreas insulares o poco pobladas, consideradas como "fronteras interiores críticas".
Todas estas condicionantes deben tenerse en cuenta al momento de definir la estructura de las Fuerzas Armadas, su organización, despliegue, equipamiento e instrucción, de modo que puedan resguardar eficazmente la soberanía e integridad territorial
CAPÍTULO III: DESAFÍOS GEOGRÁFICOS
Por diversos motivos, algunas zonas geográficas del territorio chileno exigen una atención especial. En el capítulo que sigue se han identificado cinco de estas áreas: las denominadas "fronteras interiores", la Antártica chilena, el Océano Pacífico, la Isla de Pascua y el espacio exterior. Estas zonas representan, en realidad, un desafío para todos los campos de actividad del país y no sólo para el de la Defensa Nacional.
Como se ha visto, la geografía de Chile, su configuración, su relieve y su climatología representa por sí sola un importante desafío a la Defensa Nacional. No obstante, este desafío tiene una perspectiva más amplia que la Defensa, abarcando también variados ámbitos del Desarrollo Nacional. Desde esta visión se han identificado cinco desafíos geográficos que involucran a todo el Poder Nacional.
1. FRONTERAS INTERIORES CRÍTICAS
La baja densidad de población que caracteriza a la región septentrional de Chile constituye un factor de vulnerabilidad importante(79). Otro tanto es válido para algunos sectores del sur y de la región austral. A estas características, se añade el hecho de que tales zonas presentan condiciones que les han impuesto un desarrollo relativamente más lento que a otras áreas del país, aunque su potencial económico sea considerable en función de sus riquezas naturales.
Ahora bien, la proyección del crecimiento de la población de Chile es más bien moderada. En cambio, las previsiones sobre el ritmo de su crecimiento económico son significativas. Como consecuencia de la combinación de ambos factores, Chile aparece como un destino atractivo para la inversión extranjera y, eventualmente, para la población de países americanos con menor desarrollo o países del Pacífico con altas densidades poblacionales y falta de espacio físico. Una parte significativa de dichos flujos de inversión y migración puede crecientemente canalizarse hacia nuestras zonas extremas, situación que constituye un desafío que no es ajeno a las preocupaciones de la Defensa Nacional.
En resumen, la existencia de zonas de bajo poblamiento pero de alta potencialidad económica, principalmente en los extremos de nuestro territorio, constituye un factor de debilidad que es necesario superar. En este sentido, el Estado chileno se ha preocupado de implementar medidas tendientes a favorecer a las zonas extremas, de modo de incentivar su desarrollo, poblamiento e integración con el resto del país. Por ejemplo, los planes de desarrollo elaborados para la norteña ciudad de Arica y para la Zona Austral, así como lo relativo a la política de canalización de flujos internos de población hacia esas áreas. Cabe mencionar, además, los esfuerzos realizados por la Subsecretaria de Desarrollo Regional del Ministerio del Interior, junto con el Ministerio de Planificación Nacional (MIDEPLAN) y las instituciones de la Defensa, en el análisis de propuestas especificas en materia de "fronteras interiores".
2. OCÉANO PACÍFICO
Junto a la existencia de zonas extremas con las características señaladas, una realidad geográfica indesmentible hace de Chile una nación de la Cuenca del Pacífico. Pese a esto, en el pasado, Chile miró preferentemente hacia el norte y Europa, regiones que nuestra política exterior tendió a considerar como prioritarias. Si bien ocasionalmente se desarrollaron iniciativas relacionadas con nuestros intereses oceánicos y nuestros socios transpacíficos, sólo en las últimas décadas hemos comenzado a mirar en forma más articulada y sistemática hacia la otra ribera del Pacífico.
La Cuenca del Pacífico es, de todos los espacios oceánicos, el más extenso, poblado y abundante en riquezas marinas, abarcando poco menos de la mitad de la superficie de la tierra y hacia donde converge cerca del 60% de la población mundial.
Estas características doran al Océano Pacífico como factor determinante de las comunicaciones hacia un área que augura ser la de mayor dinamismo en el futuro próximo. De hecho, al igual que Chile, los países del continente Sudamericano miran hoy hacia el Pacífico con renovado interés para proyectar su comercio a los mercados de la cuenca. Esta perspectiva les presenta como conveniente alcanzar el litoral del Océano Pacífico y acceder desde allí a los centros vitales de las grandes rutas marítimas.
Chile, consciente de la importancia de su litoral del Pacífico para las economías de la subregión y para su propio desarrollo, ha fomentado la habilitación de corredores internacionales de transporte bioceánicos que permitan el acceso al Océano Pacífico de países no ribereños. Junto con los beneficios socioeconómicos, esto plantea desafíos inéditos a la Defensa Nacional en el ámbito terrestre y marítimo, al introducir puntos focales y zonas de confluencia, e incrementar la actividad terrestre, marítima y portuaria.
Genéricamente, los corredores bioceánicos o transversales refieren a la vinculación física entre el Océano Pacífico con las zonas interiores del continente sudamericano y los puertos del Atlántico para el tránsito de personas y productos, en ambos sentidos.
Se trata de obras de infraestructura que incrementan la capacidad de nuestro país para vincularse con el sistema internacional, al servir de puente hacia regiones distantes y bloques económicos diversos. Constituyen, por lo mismo, un significativo factor de fuerza. Complementariamente, pueden generar un polo de desarrollo que, al involucrar a varios países del área en los beneficios asociados, permita atenuar antagonismos de carácter histórico.
La habilitación y consolidación de corredores transversales constituye un ejercicio de soberanía que, por lo mismo, impone al Estado de Chile la necesidad de mantener las capacidades de control y decisión sobre los aspectos asociados a tales obras, los que eventualmente pudieran afectar a nuestra Defensa, a nuestro patrimonio fitosanitario o a las condiciones medioambientales de nuestro territorio.
3. ISLA DE PASCUA
Isla de Pascua es la más occidental de las islas oceánicas chilenas. Está en la latitud 27º07' sur y longitud 109°11' oeste, y se ubica a 3.700 Kms. a la cuadra del puerto de Caldera. Tiene una superficie de 165 Km2 y un perímetro aproximado de 33 millas. Fue incorporada a la soberanía de Chile por el Capitán de Corbeta de la Armada de Chile, Policarpo Toro-Mazote Hurtado, quien tomó posesión de ella, a nombre del Gobierno de Chile, el 9 de septiembre de 1888. En 1974, el decreto ley N° 575 estableció la provincia chilena de Isla de Pascua, dependiente de la V Región, con asiento en Valparaíso. Su capital es Hanga Roa y su población alcanza los 3.300 habitantes aproximadamente.
Independientemente del atractivo arqueológico y turístico de su ancestral cultura, Isla de Pascua constituye la avanzada de Chile en el Pacífico. Es nuestra protección natural hacia Oceanía y el punto de apoyo fundamental para las rutas marítimas y aéreas que cruzan el cuadrante suroeste del Pacífico. Su desarrollo socioeconómico, respetando las particularidades de su cultura, es parte consubstancial de nuestro interés por relacionarnos comercial y culturalmente con los países ribereños de la cuenca occidental del Pacífico.
4. ANTÁRTICA
Otro aspecto del territorio nacional que merece ser especialmente considerado es el territorio antártico, incorporado oficialmente a Chile en 1940 por el Decreto N° 747, que expresa: "forman la Antártida Chilena o Territorio Antártico Chileno todas las tierras, islas, islotes, arrecifes, glaciares y demás conocidos o por conocerse, y en el mar territorial respectivo existente dentro de los límites del casquete constituido por los meridianos 53º y 90° de longitud oeste de Greenwich".
Es importante considerar que nuestros derechos antárticos se encuentran avalados por fundamentos históricos, geográficos y jurídicos. Sin embargo, otros dos países han formulado reclamaciones de derechos de soberanía en parte de la misma área geográfica. Cabe subrayar que Chile y Argentina se reconocieron mutuamente sus derechos antárticos, sin delimitar sus respectivos territorios, antes de suscribir el Tratado Antártico.
En todo caso, está vigente el Tratado Antártico, del que Chile es miembro Consultivo (con derecho a voto) originario. Este instrumento internacional congela la situación jurídica relativa a derechos, reafirmaciones y fundamentos de soberanía territorial en ese continente a la situación que existía en la fecha de su celebración, en 1959 (ver recuadro 1).
Chile, tal cual lo permite el Tratado en su articulo IV, mantiene en forma irrenunciable sus derechos de soberanía territorial en la Antártica. En este sentido, participa en los procesos decisionales vinculados con ese continente y está dispuesto a considerar esquemas de cooperación y control internacional, en la medida en que ellos no afecten sus derechos de soberanía. El propósito de Chile es proyectar los intereses nacionales en esa región del mundo, sin descuidar los aspectos de protección del medio ambiente y ciñéndose estrictamente a las distintas convenciones del Sistema Antártico que han sido suscritas.
5. ESPACIO EXTERIOR
El espacio exterior comienza donde termina la atmósfera y, específicamente, donde desaparece toda presencia de gases que permitan maniobras aerodinámicas. En términos generales, se admite la altura de 100 kilómetros como el límite a partir del cual ya no hay vuelo, sino desplazamiento de artefactos.
Las órbitas donde situar satélites varían en dirección y altura. Existen, por una parte, las llamadas órbitas polares, cuyo sentido general de circulación es entre los polos terrestres, aunque con grados diversos de inclinación hacia el Ecuador, según el área a cubrir. Son de relativa baja altura (de 650 a 900 Kms.) y su sentido de circulación determina que un satélite situado en ella pase varias veces al día por una misma región. También está la órbita geoestacionaria, la que se ubica a unos 36.000 Kms. de altura. Es una especie de anillo imaginario coincidente con el plano ecuatorial, en el cual los satélites giran a la misma velocidad angular del planeta, por lo que desde tierra aparecen fijos sobre una misma región.
El número de posiciones para situar satélites en esta órbita geoestacionaria es, naturalmente, limitado. Chile tiene asignadas dos posiciones, las que requiere ocupar en el futuro más próximo posible. Esta meta implica para nuestro país el esfuerzo de superar la actual condición de usuario de tecnología satelital para pasar a generar capacidades propias en esta materia. Con este propósito, el Comité de Asuntos Espaciales (C.A.E.) ha diseñado una Estrategia de Desarrollo Espacial que apunta a formular una Política Espacial del Estado de Chile, generar una masa crítica de científicos y técnicos nacionales y crear una Agencia Chilena del Espacio, de naturaleza semejante a otros organismos civiles especializados del Estado.
En la perspectiva de alcanzar la meta señalada, el programa espacial chileno sigue un esquema secuencial de tres etapas. El objetivo de la primera fase es el desarrollo de microsatélites (menos te 100 Kgs.) te carácter experimental, su lanzamiento y puesta en órbita polar, a cargo de la Fuerza Aérea de Chile. La segunda etapa se centra en los minisatélites (100 o más kilos) proveedores de servicios y, la tercera, apunta a colocar en órbita satélites geoestacionarios.
(74) INE: Proyección a 1995 del censo de población de 1992.
(76) En virtud del artículo 8 del Tratado de Paz y Amistad Chileno-Argentino de 1984, los efectos jurídicos del Mar Territorial en las relaciones mutuas quedan limitados a 3 millas marinas en el área determinada por dicho artículo.
(77) Una mirada específica de áreas geográficas especialmente sensibles se ofrece en el acápite 3 de este mismo capítulo.
(78) La Ley de Pesca (DS Nº 430), la Ley de Bases para el Medio Ambiente y la Política de Uso del Borde Costero (decreto SSM Nº 475) fueron promulgadas en enero de 1992, marzo de 1994 y enero de 1995, respectivamente.
(79) Este factor se agrava al analizar las proyecciones demográficas previstas para la región. Por ejemplo, antecedentes del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), dependiente de las NN.UU., indican que el crecimiento de la población de América Latina y el Caribe será de 587 millones de habitantes en el año 2010 y 686 millones en el 2025, con porcentajes de crecimiento que se sitúan en los 1.5 puntos y los 0.8 puntos, respectivamente. Fuente: CELADE: Población, equidad social y transformación productiva (cuadro 1.3.). Santiago de Chile, marzo de 1993.