Título: De los golpes a la cooperación: una mirada a la mentalidad profesional en el Ejercito Argentino - El marco conceptual
2. EL MARCO CONCEPTUAL
Desentrañar las características y modalidades de la relación entre una sociedad y sus fuerzas armadas es la pregunta central a la cual intentan responder las distintas teorías relacionadas con las relaciones cívico-militares. Con distintos matices (podemos encontrar quienes postulan que las relaciones cívico-militares y particularmente la palabra civil, se refieren a la sociedad en su conjunto, a su representación política, o a la burocracia estatal), básicamente podríamos decir que un concepto central (y a la vez un objetivo) común a todos ellos es el del control a ejercer sobre la institución militar.
Dicho control se encuentra relacionado con el conocimiento y comprensión del fenómeno: qué es un militar, cuáles son los rasgos distintivos de la profesión, qué conceptos guían el ejercicio profesional y por ende la vida interna de las instituciones militares. Aparecen aquí conceptos claves como el de mentalidad profesional, autoridad, mando, obediencia, y valores "morales" (fundamentalmente, el honor). Los cuerpos teóricos contienen respuestas a estas preguntas, y tratan de establecer la relación entre la variable que podríamos llamar tipo o características de profesión militar, con la del control civil. Como un postulado esencial a nuestro trabajo, asumimos que para comprender la dinámica de las relaciones cívico-militares de la década del 80 en Argentina, es imprescindible abordar los componentes netamente profesionales militares que obraron en la relación.
Nos situaremos en el campo de la llamada sociología militar, desde la cual estudios pioneros tales como los de Samuel Huntington y Morris Janowitz brindaron la posibilidad de comenzar a conocer las características de la carrera militar, las tendencias de su mentalidad, los distintos tipos de organizaciones, y los principales conceptos que guían la vida interna de la institución. Aún cuando ambos cuerpos teóricos presentan diferencias2, son similares a la hora de analizar al sector militar de la sociedad como una profesión peculiar, con características operativas y de mentalidad particulares, cuya relación con el Estado constituye el objeto de estudio de las relaciones cívico-militares.
¿Qué es ser militar? Las características profesionales
"El moderno cuerpo de oficiales es un cuerpo profesional y el oficial moderno es un profesional. (...) Una profesión es un tipo especial de grupo funcional con características sumamente especializadas. (...) El profesionalismo distingue al oficial de hoy de los guerreros de épocas anteriores. La existencia de un cuerpo de oficiales con características de cuerpo profesional le da una configuración única al problema moderno de las relaciones cívico-militares."3
El pionero trabajo de Huntington, escrito en 1957, estuvo dirigido a demostrar que los hombres de armas son profesionales, no solamente porque reciben una paga por su trabajo o pertenecen a la estructura administrativa del Estado, sino porque el ejercicio de su labor supone una vocación especial, que contiene las características distintivas de una profesión: maestría, responsabilidad y corporativismo. El ejercicio de la profesión supone la formación de la llamada mentalidad militar: "La gente que actúa de la misma forma a lo largo de un prolongado período tiende a desarrollar hábitos distintivos y persistentes de pensamiento. Su excepcional relación con el mundo les da una perspectiva única y los lleva a racionalizar su comportamiento y su papel. (...) La mentalidad militar, en este sentido, consiste en los valores, actitudes y perspectivas que son naturales al desempeño de la función militar profesional y que son deducibles de la naturaleza de dicha función."4
Huntington avanza más aún en este tema, proponiendo llegar a la sustancia de esta mentalidad, definiéndola como una ética profesional: la ética militar, entendida como el "patrón constante por el cual es posible juzgar el profesionalismo de cualquier cuerpo de oficiales en cualquier momento y lugar"5, cuya definición es para él la de un realismo conservador.6
Morris Janowitz, partiendo de la propuesta de Huntington, desarrolló los aspectos de la concepción de lo militar como una profesión específica. Diferenciándose de aquél, se refiere al carácter dinámico de la profesión militar (y por ende de la institución), en contraste con el carácter estático que Huntington le adjudicaba. Esta diferencia es subsidiaria del contraste principal entre ambos autores, cual es la autonomización institucional respecto del resto de la sociedad pregonada por Huntington, y la integración propulsada por Janowitz. En este sentido, y a la luz de las experiencias históricas, no parece sólido el argumento de que los ejércitos puramente "profesionales", alejados de la sociedad, se abstengan de intervenir en política. La corporatización parece ser, al menos en el caso de América Latina, justamente una de las variables principales a la hora de explicar la percepción que los militares construyeron acerca de su papel redentor respecto de la vida de la sociedad. Sin embargo, lo que Huntington entiende como profesionalización contiene aspectos interesantes a tener en cuenta, en lo que respecta al control civil sobre los militares, que han sido abordados por gran cantidad de académicos con posterioridad a la publicación de su obra, y discutidos por otros.7
En su clásica obra El Soldado Profesional, Morris Janowitz define en una frase la peculiaridad de la profesión militar: "El militar profesional es un ente original, pues es un experto en la práctica de la guerra y en el uso organizado de la violencia." Y continúa: "Este objetivo esencial de la organización militar crea un medio peculiar e influye sobre el proceso de adopción de decisiones. Los antecedentes sociales, la autoridad militar y las experiencias de la carrera condicionan las perspectivas de sus jefes. El estilo de vida de la comunidad militar y el sentido del honor militar contribuyen a perpetuar el carácter distintivo de la profesión. El reconocimiento de los atributos propios de la profesión militar suministrará una base realista para mantener una supremacía político-civil sin destruir la necesaria autonomía profesional."8
Janowitz parte de determinadas hipótesis de trabajo respecto de la organización militar en los Estados Unidos, que sugiere pueden aplicarse a otras naciones. Algunas de ellas intentan caracterizar ciertos cambios operados en el interior de la institución militar; otras se refieren a las modificaciones sufridas por la profesión militar, y a cómo éstas conllevan una mayor interiorización en la actividad política, por parte de los militares.
En lo referente a la institución militar, la primera de las hipótesis se refiere a la columna vertebral de la institución: la capacidad de mando y obediencia. Aquí Janowitz observa el surgimiento de una nueva autoridad organizativa: el dominio autoritario pierde relevancia, al tiempo que se confiere un papel más importante a la persuasión, la manipulación y el consenso colectivo. Se produce así un desplazamiento del tipo de autoridad.
Una segunda hipótesis analiza la disminución de las diferencias en la capacidad técnica, entre las élites militar y civil: el jefe militar debe asumir la realización de técnicas organizativas, orientaciones políticas de la institución, y aún de relaciones públicas, en virtud de la mayor complejidad que posee la tarea a su cargo. Esta hipótesis se relaciona con otra que alude al significado de los distintos tipos de carrera, donde Janowitz observa que la carrera que tiene mayor posibilidad de triunfar en su ascenso hacia los puestos más altos es aquella de tipo adaptativo.
Dos de estas hipótesis de trabajo se relacionan con la dinámica de las relaciones cívico-militares:
a) La modificación del reclutamiento de oficiales, al observarse la declinación del monopolio aristocrático en el cuerpo de oficiales.9 El soldado profesional se esfuerza por conseguir y realzar el prestigio de su profesión, lo cual puede acarrear tensiones en el ámbito de las relaciones cívico-militares.
b) Janowitz observa también nuevas tendencias en lo referente al adoctrinamiento político: el oficial se muestra cada vez menos dispuesto a concebir su función como la de un simple técnico militar.10 La profesión -dice- ha desarrollado una ética política más explícita, para la cual la política tiene dos significados: en el plano interno, implica las actividades de la organización destinadas a influir sobre las decisiones relacionadas con la seguridad nacional. En el plano externo, se refiere a la conducta respecto de otros Estados.
Un aporte principal realizado por Janowitz, que será tomado como una de las bases de este estudio, es la distinción entre diversas funciones11 en la estructura militar, y tipos de autoridad. Este autor introduce en la sociología militar el concepto de "civilización" (que posteriormente otros como Moskos traducirán mejor como "civilinización"), aludiendo al impacto de los desarrollos tecnológicos sobre la profesión, que produce una distinción menos clara entre el mundo civil y el militar. A partir de ello, la toma de decisiones en la institución militar se maneja en un delicado equilibrio entre la comprensión de la tendencia de la civilinización, y la manutención del llamado "espíritu combativo", por el cual el hombre se ve impulsado a llevar a cabo su misión, aún dejando de lado su seguridad personal.
La organización militar, que fue transformándose según cambiaba la tecnología, y según cambiaba la sociedad, vive consecuentemente la transformación de la autoridad. La antigua disciplina propia del inicio de los Ejércitos, producto de la rígida adhesión a las reglas y fundada en el dominio autoritario, ha dado paso a la disciplina positiva, basada en la manipulación y persuasión:
Definimos el dominio como la emisión de órdenes sin explicación de los objetivos perseguidos o de los propósitos implicados. (...) La manipulación implica ordenar e influir la conducta humana, subrayando los objetivos colectivos y utilizando técnicas indirectas de control. (...)
Por sí mismo el peso de la organización militar garantiza que la mayoría de los oficiales y los soldados no rehusarán un mínimo de acatamiento. En realidad, no tienen alternativa. Pero la iniciativa y la decisión de estos mismos hombres dependen de la capacidad organizativa de los jefes militares. En el lenguaje de los militares el "mando" cede lugar al "liderazgo". (...)
(...) Cuando la disciplina militar se basaba en el dominio, los oficiales tenían que demostrar que ellos eran diferentes de los hombres a quienes dirigían. Hoy los jefes tienen que demostrar contínuamente su competencia y su capacidad técnica, para que les sea posible ordenar sin apelar a sanciones arbitrarias y extremas.12
El profesional militar, entonces, desempeña su labor dentro de una estructura institucional que puede estar guiada por tipos diferentes de autoridad: la organizativa, o la persuasiva o manipuladora. Así, las instituciones militares reflejan su interrelación con la sociedad, y experimenta tendencias hacia y contra la llamada "civilinización". El desarrollo tecnológico, que conlleva asimismo la necesidad del expertise, es el principal factor que opera en la tendencia hacia formas de organización y pautas de autoridad más cercanas al mundo civil. La tensión entre estas distintas pautas de autoridad puede originar desacomodamientos al interior de la institución, y aún crisis, generalmente entre el tipo de liderazgo tradicional y el adaptativo.
Por distintos motivos, el mando (autoridad) y la obediencia (disciplina), y el valor del honor militar, junto a los de unidad y camaradería, representan características fundamentales y definitorias de la profesión militar. No puede pensarse un ejército deliberativo en el campo de batalla, donde decisiones que involucran la vida o la muerte deben ser tomadas en fracciones de segundos; ni un ejército donde dichas decisiones sean tomadas bajo influjo de objetivos personales antes que del bien común: el que pone su vida en manos de otros, practicando la disciplina, espera la reciprocidad brindada por la actitud honorable. El honor no es un concepto estático, y ha experimentado cambios de acuerdo a las transformaciones en el tipo de autoridad y a las virtudes que hoy mayoritariamente se reconocen al oficial militar. Sin embargo, el honor entendido como la ausencia de especulaciones políticas o pecuniarias en el proceso de toma de decisiones, es un valor esencial a cualquier líder que de ello se precie. Presente esto en todos los sectores sociales, resulta relevante en el caso de la organización militar, por dos motivos: porque la obediencia es la respuesta esperada e institucionalizada de quien es objeto del ejercicio de la autoridad (regido por estrictos códigos, excepto en el caso de órdenes reñidas con la conciencia o inmorales), y porque esta obediencia involucra asimismo decisiones vitales (por afectación de la propia vida, o la de otros).
La relevancia de esta conceptualización para el estudio de la crisis interna en el Ejército Argentino, podrá observarse con claridad al observar el comportamiento de la institución durante la lucha antisubversiva, la guerra de Malvinas, y los años posteriores.
Los militares y la sociedad
Como definición, entendemos por relaciones cívico-militares la dinámica de la relación existente entre determinada sociedad, expresada (y representada) en un Estado, y el sector militar del mismo. Esta dinámica incluye tanto la práctica cotidiana del ejercicio de la seguridad militar del Estado, como la relación que el aparato militar del Estado entabla con las instituciones representativas.
El concepto de relaciones cívico-militares, acuñado por la sociología militar para explicar la dinámica de la relación entre el sector civil y el sector militar, es objeto de intenso debate. Particularmente en Argentina, suele sostenerse en los últimos años en los seminarios y conferencias donde se analiza el tema, que el concepto correcto a utilizar es el de relaciones político-militares, dado que (siempre desde esta perspectiva) la problemática histórica de nuestro país ha sido la resultante de la relación entre las fuerzas armadas y la clase política, y no entre aquéllas y la sociedad.
Esta distinción aparentemente semántica encierra en realidad una problemática más profunda. Si el militar profesional sirve a los ciudadanos de un Estado, en un régimen democrático esto significa que el gobierno legítimamente electo representa a la sociedad, y que la relación entre la clase política y los militares es una de las expresiones de las relaciones entre sociedad y fuerzas armadas. Otras expresiones son, por ejemplo, la participación de los ciudadanos en la organización militar (servicio de defensa, militar obligatorio o voluntario como actualmente en Argentina), las misiones de las fuerzas armadas que sirven a necesidades emergentes de la población (como su acción en catástrofes), o aún el acceso a instituciones educativas en las que civiles y militares interactúan.
Caracterizar (o acotar) la amplia y lógica variedad de situaciones de relación entre la sociedad y sus fuerzas armadas como político-militares, significaría basarse en al menos dos supuestos reñidos con la legitimidad de un régimen democrático. El primero de ellos es el de asumir como dato que la sociedad es un espectador impotente que no tiene participación efectiva en la vida institucional de un país. Sin embargo, aún las teorías que postulan que la vida política se encuentra en la práctica regida por una élite o clase política (Mosca y Pareto, o el elitismo democrático de Schumpeter, por citar algunos13) reconocen la representatividad que dicha clase política obtiene del conjunto de la sociedad, y se refieren abundantemente a cómo esas élites cambian en la medida en que pierden la capacidad de responder a dicha representatividad. Este supuesto es particularmente caro a nuestra historia, a través de la cual las fuerzas armadas justificaron sus intervenciones aludiendo a su excelente relación con la sociedad, por la cual se sacrificaban para "liberarla" de la inepta y corrupta clase política.
El segundo supuesto es la asunción indirecta de que, en realidad, la única relación a la que las fuerzas armadas y la clase política deben prestar atención es a la que entablan entre ellas mismas, leyendo en términos de poder la posición y relación de las fuerzas armadas en el sistema político, incorporándolas como un actor más del sistema.
Por último, y dado que el concepto de relaciones cívico-militares ha probado su eficacia en los últimos cuarenta años en el campo de la sociología militar aún en las críticas y reformulaciones recibidas, creemos que resulta el más adecuado para abordar la problemática de la historia argentina.14
Al ser las fuerzas armadas el instrumento principal del monopolio estatal del uso de la fuerza, herramienta de violencia legítima, es innegable que el vínculo entre los militares y la sociedad ha sido y continúa siendo un desafio principal para los pueblos, a la hora de prevenir, evitar o resolver la crítica situación en la que la espada se vuelve contra quien la forjó. La sociedad civil quiere a los militares porque los necesita, pero al mismo tiempo, desea tenerlos tan lejos como sea posible, actitud por cierto bastante natural si consideramos que difícilmente alguien quiera ver a su país (es decir, a sí mismo), involucrado en cualquier clase de conflicto armado que pueda suponer su muerte o la de sus seres queridos. Los militares son instituídos por la sociedad para asegurar la paz, y es por lo tanto correcta la percepción de que sólo van a aparecer en caso de conflicto. Como el religioso convencional, que recurre a Dios sólo cuando tiene problemas, la sociedad civil suele evitar mayores contactos con la realidad de los hombres de armas, para pasar a adorarlos cuando los necesita.
Este mensaje ambivalente no siempre es bien manejado por el sector militar. Si la institución militar no mantiene su estructura de valores y pierde sus objetivos profesionales, sea porque no acepta el "relegamiento" al que la confinan los irresponsables ciudadanos, o porque cae en el canto de sirenas de los "ultras" internos o externos que le rinden adoración, estamos en presencia de una segura crisis de las relaciones cívico-militares.
Los militares y la política
Durante la década de 1960, en pleno auge de regímenes militares en variados países del mundo, y particularmente en América Latina, se produjeron importantes estudios, que desde diversas ópticas intentaron explicar el papel de los militares en la vida política, como por ejemplo la teoría de la modernización, que analiza el rol de las intervenciones militares en el proceso de desarrollo/modernización.15
Desde Gran Bretaña, y con otra perspectiva tal vez más interesante para analizar casos nacionales, podemos encontrar a Samuel Finer,16quien analiza las causas de la intervención de los militares en la vida política.
Un argumento central de este autor es que, dado el carácter de la organización militar y su peculiaridad en este sentido respecto de cualquier institución civil, la institución militar posee dos cualidades esenciales por las cuales naturalmente puede verse impulsada hacia la intervención en la vida política: tiene la estructura organizativa, y tiene las armas:
En vez de preguntar por qué los militares se dedican a la política, deberíamos sin duda preguntar por qué alguna vez no lo hacen. Pues a primera vista son abrumadoras las ventajas políticas de los militares frente a otros grupos civiles. Los militares disponen de una organización inmensamente superior. Y poseen armas.
Y más adelante:
Las fuerzas armadas poseen tres grandes ventajas políticas con respecto a las organizaciones civiles: una notable superioridad en la organización, una condición simbólica en la cual intervienen elementos sumamente emocionales y el monopolio de las armas. Constituyen una corporación o una orden prestigiosa, que goza de gran superioridad en cuanto a las maneras de emplear la fuerza. La duda, por lo tanto, no está en el motivo por el cual se rebelan contra sus amos civiles, sino en la razón por la cual los obedecen alguna vez.17
El reconocimiento de las características distintivas de la organización militar respecto de sus pares civiles ha sido un eje de trabajo de la sociología militar, y parece razonable acordar con Finer en este punto. Sin embargo, su teoría presenta un punto débil a la hora de concluir que, de la superioridad organizativa y de la posesión del poder de las armas, se concluye que no es natural que se produzca un acatamiento por parte de los militares hacia el poder civil. Su propio país de origen, Gran Bretaña, representa una muestra de que ambas variables no tienen una relación directa y concluyente. Lo mismo puede decirse observando el ejemplo de la mayor organización militar del mundo, los Estados Unidos.
Tal vez advirtiendo este flanco, el autor plantea que son las debilidades políticas de los militares lo que les impide gobernar: su incapacidad técnica para administrar comunidades complejas, y su falta de legitimidad. Lo que no parece advertir o considerar Finer es que la mayor debilidad estriba en que, precisamente, las características que distinguen a los ejércitos como institución respecto de otras, se ponen en juego y son sistemáticamente minadas por la intervención en la actividad política. La pregunta acerca de por qué deberían obedecer, puede encontrar una respuesta clara estudiando el caso argentino: las motivaciones para intervenir, una vez permitido su desarrollo explícito e institucional, llegan hasta las últimas posibles consecuencias, sea por inercia, o por dificultad para detener su desarrollo. La intervención, en última instancia, contiene el germen de la destrucción misma de la institución. Y es que, si en la mentalidad militar la organización y el respeto a la estructura y los valores que la rigen es la guía principal de las aciones, en la mentalidad política, el objetivo es la acumulación de poder, entendiendo el poder como la capacidad de lograr influir sobre el curso de los acontecimientos. Esta acumulación de poder buscada por la política es una acumulación institucional, pero al mismo tiempo es la búsqueda de poder personal. La política es negociación, consenso, objetivos y fines cambiantes a fin de lograr la aceptación y la obediencia. Todo lo contrario a las pautas organizativas de la institución militar.
Subsanada esta diferencia, podemos atender aquella propuesta de este cuerpo teórico que puede presentar una mayor utilidad a nuestros fines: las condiciones de la intervención. Así, podemos observar dos ejes fundamentales:
- la intervención de los militares en política se ve determinada por el comportamiento de dos variables: la disposición (definida en términos de motivos y de temperamento), y la oportunidad para hacerlo. La primera es de carácter subjetivo, mientras que la última posee un carácter eminentemente objetivo. Diferentes combinaciones de estas variables ayudan a analizar la posibilidad de intervenciones;
- la intervención de los militares en política adquiere diferentes niveles, si se la combina con la variable cultura política.
Los motivos por los cuales pueden verse dispuestos a intervenir son básicamente:
- el "destino manifiesto", por el cual se asigna a las fuerzas armadas la misión de "salvar a la patria";
- el interés nacional, cuando se instauran en las fuerzas armadas dos premisas por igual peligrosas: la primera, la idea de que la nación y el gobierno son entidades diferentes y que su deber es hacia la nación, por lo cual subyace la natural pregunta acerca de quién define cuál es el interés nacional; o una segunda idea, por la cual las fuerzas armadas son el "sostén" de la democracia y de las instituciones;
- el interés sectorial, que parte de la intención de satisfacer necesidades propias de la institución o, si se produce una mayor degradación, necesidades personales de los oficiales superiores.
En lo que se refiere al temperamento, se agregan dos elementos:
- un "sentido de poder avasallante", por el cual los militares son conscientes de que nadie puede oponer resistencia a las acciones que emprendan para lograr su propósito; y
- un sentimiento cercano al resentimiento, producto de diferencias ideológicas o aún de frustraciones profesionales.
Finalmente, cuatro son los niveles observados de intervención, que se relacionan con el grado de cultura política de un país:
- el nivel de la influencia sobre las autoridades civiles, que representa el nivel constitucional y legítimo (cultura política madura);
- el nivel de las presiones o extorsión, en el cual se valen de algún tipo de amenaza para lograr sus fines (cultura política desarrollada);
- el nivel del desplazamiento, en el cual se suplanta un gobierno o sector del gobierno, por otro (cultura política baja);
- y el nivel de suplantación, donde se sustituye a un gobierno civil por un gobierno militar (cultura política mínima).
Respecto del concepto de cultura política, el mismo ha sido entendido en su acepción más común como una configuración especial de actitudes, sentimientos, informaciones que se adoptan frente al sistema político.18 A pesar de las objeciones en cuanto a su adecuación para responder a la realidad propia del mundo posmoderno, y fundamentalmente frente a su relación con un Estado en cuestión, es aquí adoptado por coincidir con su supuesto central, cual es asumir que el comportamiento político de una sociedad gira en torno a un "conjunto de valores y de normas consensualmente aceptado".19 Sin embargo, nos parece mejor hablar de entorno o ambiente político, para comprender tanto las pautas de la cultura política nacional como de la internacional.20
La mentalidad militar y las relaciones cívico-militares
Teniendo en cuenta el bagaje teórico sucintamente expuesto, nos disponemos a construir un esquema de estudio que nos permita abordar los acontecimientos históricos propuestos con una perspectiva adecuada a la realidad nacional argentina. Para ello, se propone trabajar sobre las variables mentalidad militar y relaciones cívico-militares, analizando sus comportamientos e interrelación en puntos históricos específicos, en un proceso que alcanza su punto culminante con los levantamientos carapintada en la década de 1980. La intención es observar cómo, a partir de determinadas características asumidas por la mentalidad militar, pueden hallarse modificaciones en el tipo de relaciones civiles-militares.
Para trabajar sobre el concepto de mentalidad militar, y tomando en parte los elementos constitutivos propuestos por Huntington, se propone la siguiente categorización:
- Valores: entendidos como los ideales, parámetros o instituciones hacia los cuales se tiene una especial consideración afectiva y adhesión. Podemos dividirlos en:21
- Morales: que informan el "espíritu" profesional
- Técnico-profesionales: acerca del tipo y el ejercicio de la carrera
- Actitudes: el sentimiento o el estado de ánimo hacia cierto tema; en este caso, entendido como la fijación de misiones:
- Hacia la sociedad
- Hacia la actividad política
- Perspectivas: entendidas como la percepción o información (de tipo cognitivo) que permite interpretar el ambiente:
- Modos de ver y comprender la realidad nacional
- Modos de ver y comprender la realidad internacional
A partir de esta categorización, se propone analizar el recorrido de la mentalidad profesional dentro del Ejército, en su relación con el contexto histórico y sus efectos sobre las relaciones cívico-militares. A lo largo del trabajo, podrá observarse asimismo el peso de la variable cultura política en la relación entre aquéllas. Respecto de las relaciones cívico-militares, se propone básicamente trabajar sobre la variable cultura política como variable intermediaria entre aquélla y la mentalidad militar.
2. Puede encontrarse una comparación entre ambos en la obra de Harries-Jenkins y Moskos. Allí por ejemplo se explica que "Por una parte, nos enfrentamos todavía con la postura que defiende, como hace Huntington, que el profesionalismo militar es prima facie incompatible con los tradicionales valores civiles y que el Ejército, para ser controlado y para ser efectivo, debe estar aislado de la sociedad civil. Por otra parte, encontramos también la postura teórica contraria, adoptada por Janowitz, que sugiere que no existe tal incompatibilidad y que el Ejército puede y debe estar integrado con el resto de la sociedad si queremos asegurar un control efectivo y una respuesta positiva de su parte." HARRIES-JENKINS y MOSKOS, CHARLES C. Las Fuerzas Armadas y la Sociedad. Alianza Editorial, Madrid, 1984, pág. 60.
3. HUNTINGTON, SAMUEL. El Soldado y el Estado {1957}. GEL, Buenos Aires, 1985, págs. 19-20.
4. HUNTINGTON, SAMUEL. El Soldado..., op. cit., pág. 73.
5. HUNTINGTON, SAMUEL. El Soldado..., op. cit., pág. 73.
6. "La ética militar subraya la permanencia, la irracionalidad, la debilidad y el mal en la naturaleza humana. Subraya la supremacía de la sociedad respecto del individuo y la importancia del orden, la jerarquía y la división de las funciones. Subraya la continuidad y el valor de la historia. Acepta al Estado-nación como la forma más alta de organización política y reconoce la constante probabilidad de las guerras entre naciones-Estado. Subraya la importancia del poder en las relaciones internacionales y advierte sobre los peligros a la seguridad del Estado. Sostiene que la seguridad del Estado depende de la creación y mantenimiento de fuerzas militares poderosas. Insta a la limitación de la acción estatal a los intereses directos del Estado, la restricción de los compromisos amplios y el carácter indeseable de las políticas belicosas o aventuradas. Sostiene que la guerra es el instrumento de la política, que los militares son los servidores del hombre de Estado y que el control civil es esencial para el profesionalismo militar. Exalta la obediencia como la virtud más alta de los militares. La ética militar, en consecuencia, es pesimista, colectivista, inclinada hacia la historia, orientada hacia el poder, nacionalista, militarista, pacifista e instrumentalista en su visión de la profesión militar. Es, en resumen, realista y conservadora." HUNTINGTON, SAMUEL. El Soldado..., op. cit., págs. 87-88.
7. Ver por ejemplo LOPEZ, ERNESTO. Ni la Ceniza ni la Gloria. Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 1994; o BLAND, DOUGLAS "A Unified Theory of Civil-Military Relations", en Armed Forces & Society, Transaction Publishers, Somerset, USA, vol. 26, nº 1, Fall 1999.
8. JANOWITZ, MORRIS. El Soldado Profesional. Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1967, pág. 29.
9. Si se obtuviera el consenso de los protagonistas de la historia del Ejército en los últimos 25 años, esta hipótesis propone abordajes interesantes para técnicas de historias de vida, tal como podría ser el de vincular crisis internas en la institución militar, como parte de enfrentamientos entre una "vieja guardia" aristocrática, y nuevos sectores provenientes de otras clases sociales.
10. Una investigación reciente en los Estados Unidos, que establece el paulatino crecimiento de la afiliación política (mayoritariamente republicana) de los oficiales, parece corroborar, cuarenta años después, esta hipótesis de Janowitz. Ver TRIANGLE INSTITUTE FOR INTERNATIONAL STUDIES (TISS). Project on the Gap Between the Military and Civilian Society. http://www.unc.edu/depts/tiss/CIVMIL.htm, October 1999.
11. "Puede afirmarse que la historia de la moderna organización militar es la historia de la lucha entre los jefes heroicos, que representan el tradicionalismo y la gloria, y los expertos en organización militar, interesados en la conducción científica y racional de la guerra. (...) Ni los líderes heroicos ni los expertos en organización militar desempeñan el papel de ingenieros o tecnólogos militares. (...) la estructura militar exige cierto equilibrio entre las tres funciones: la del jefe heroico, la del experto en organización militar y la del tecnólogo militar". JANOWITZ, MORRIS. El Soldado..., op. cit., pág. 33.
12. JANOWITZ, MORRIS. El Soldado..., op. cit., págs. 54-56.
13. MOSCA, GAETANO. La Clase Política {1896}. Fondo de Cultura Económica, México, 1992. PARETO, WILFREDO. The Mind and Society : Trattato di Sociologia Generale {1935}. AMS Press, New York, 1983. SCHUMPETER, J.A. Capitalismo, Socialismo y Democracia {1942}. Editorial Orbis Hyspamérica, Buenos Aires, 1983.
14. Para no continuar con el tema, vale finalizar recordando a Giovanni Sartori cuando alude al impulso constante de crear significados: "Diferentes autores han llegado, hasta un grado sin precedentes, a construir sus respectivos conceptos a voluntad. Este proceso se ha visto legitimado por esa intrépida nueva forma de pensar según la cual las palabras poseen significados arbitrarios. Nueva forma de pensar que, obviamente, no produjo impacto alguno en las ciencias duras, pero sí, en última instancia y devastadoramente, en las áreas blandas del conocimiento y, en particular, en el léxico de la teoría política. (...) ¿Somos aún capaces de comunicarnos de manera inteligible? ¿Podemos todavía transmitir y acumular conocimiento? Por lo que a mí respecta así lo espero, pero sólo si se hace algo en ese sentido." SARTORI, GIOVANNI. Teoría de la Democracia {1987}. Editorial REI Argentina, Buenos Aires, 1990, págs. 11-12.
15. Ver por ejemplo APTER, DAVID. Estudio de la Modernización {1968}. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1970.
16. FINER, SAMUEL. Los Militares en la Política Mundial {1962}. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1969,
17. FINER, SAMUEL. Los Militares ..., op. cit., págs. 16 y 17.
18. Ver ALMOND, G. y VERBA, S. The Civic Culture. Princeton University Press, Princeton, 1963. También un análisis de ello en TOMASSINI, LUCIANO. La Política Internacional en un Mundo Posmoderno. GEL, Buenos Aires, 1991, donde toma y contrasta las definiciones de Almond.
19. TOMASSINI, LUCIANO. La Política Internacional..., op. cit., pág. 223.
20. Este tema será retomado en las Conclusiones.
21. Rouquié divide los valores de la mentalidad militar en organizativos (estructura) y operativos. Respecto de estos últimos, dice que "Las normas que hemos llamado operativas, conocidas generalmente como ética militar o 'sistemas simbólicos' de los ejércitos (...) están condicionadas por el entorno sociopolítico; más precsisamente, corresponden (...) a la civilización de que se trata". Los valores de los que trataremos aquí son, en estos términos, de carácter operativo (no organizativo). Ver ROUQUIE, ALAIN. El Estado Militar en América Latina {1982}. Emecé Editores, Buenos Aires, 1984, pág. 87.