Título: España. Libro Blanco de la Defensa 2000 - Capítulo VII
CAPÍTULO VII
RACIONALIZACIÓN Y ADAPTACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE LA DEFENSA
El dictamen de la Comisión Mixta Congreso-Senado, ya citado, señalaba la racionalización y reducción de las actuales estructuras organizativas y el perfeccionamiento de los procedimientos administrativos de toda índole, como uno de los principios generales en que debería sustentarse el nuevo modelo de Fuerzas Armadas para conseguir una mayor eficacia en la gestión y un mejor aprovechamiento de los recursos humanos y económicos asignados.
La aplicación de este principio de racionalización implica, en realidad, una profunda reestructuración que sería necesaria, en todo caso, por los cambios experimentados en el escenario estratégico y por la mayor participación de España en las organizaciones internacionales de seguridad y defensa. Con ello se trata de conseguir un sistema de defensa eficaz, equiparable a los de nuestros aliados, y obtener el mejor aprovechamiento de los recursos.
La racionalización de estructuras y métodos de trabajo afectará al conjunto del Departamento, es decir, a la Estructura Orgánica Básica de los órganos centrales, a la Estructura de Mando Operativo y a la Estructura de Fuerzas, así como a la organización territorial o periférica. Las decisiones derivadas de la revisión de estructuras se aplicarán de forma progresiva e irán precedidas, siempre que sea necesario, de la oportuna reforma legislativa.
[Ver Figura 1
]
Adaptación de los criterios básicos de la Defensa al nuevo escenario estratégico
La Ley Orgánica de criterios básicos de la defensa nacional y la organización militar, promulgada en 1980 y posteriormente modificada en 1984, constituye el marco legal básico de la actual estructura de la Defensa. Desde entonces, las circunstancias estratégicas, políticas y sociales en las que la Ley fue concebida han experimentado profundas alteraciones, y por ello es necesario acometer un proceso de revisión que adapte los citados criterios y organización militar a las nuevas circunstancias. Aunque los factores más importantes de esa evolución han sido ya tratados con amplitud en capítulos anteriores, es interesante citarlos, siquiera brevemente:
- Generación de un nuevo escenario estratégico europeo tras el final de la Guerra Fría.
- Consolidación de un concepto más amplio de la seguridad, estrechamente relacionado con la política exterior, que excede al tradicional de defensa.
- Integración de España en la nueva Estructura Militar de la Alianza, con participación activa en la defensa europea.
- Profesionalización de las Fuerzas Armadas españolas y suspensión del carácter obligatorio del servicio militar.
- Disminución paulatina de la probabilidad de tener que adoptar medidas concebidas para la guerra generalizada, particularmente en cuanto se refiere a una movilización general de recursos.
Necesidad de adaptación de la organización
Los compromisos asumidos en las Cumbres de Washington, Colonia y Helsinki, celebradas en 1999, hacen necesaria una adaptación de los criterios básicos de la Defensa, pues la Ley Órgánica vigente define una estructura concebida para tiempo de paz y, en su caso, para tiempo de guerra, sin considerar de forma explícita el posible empleo de la fuerza en la gestión de crisis. Como en el futuro, los posibles conflictos armados tenderán a presentarse en forma de situaciones de crisis, en las que deberán seguir funcionando los mecanismos políticos y diplomáticos de relación internacional, la coordinación entre las políticas exterior y de defensa resulta una condición indispensable para alcanzar, llegado el caso, el doble objetivo de salvaguardar los intereses en juego y evitar los conflictos armados. Incluso más allá de esta idea, hoy se trata no sólo de evitarlos, controlando las crisis que puedan provocarlos, sino también de contrarrestar sus causas inmediatas. Así se asegurará el mantenimiento de la estabilidad internacional, que ha pasado a convertirse en una tarea que demanda en ocasiones la intervención de las Fuerzas Armadas.
En consecuencia, las estructuras orgánicas de la Defensa necesitan una adaptación a la nueva situación estratégica que facilite la coordinación permanente entre los órganos superiores de la Defensa y aquellos otros de los diversos ramos de la Administración a los que corresponda emprender las acciones oportunas.
En el ámbito específico del Ministerio de Defensa se hace necesario concretar con mayor precisión las atribuciones y responsabilidades de los órganos superiores, Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Secretario de Estado y Subsecretario de Defensa, Jefes de los Estados Mayores del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, así como sus relaciones entre sí y con el Ministro de Defensa, con el propósito de consolidar una estructura orgánica del Departamento, que responda a criterios modernos de administración y gestión y de utilización de la fuerza.
También parece necesario distinguir, dentro del concepto general de crisis, aquellas situaciones en las que el papel relevante sea la protección civil ante catástrofes naturales y emergencias semejantes, de aquellas otras que requieran la utilización del instrumento militar para su control y resolución. De esta forma quedarán deslindadas las funciones de colaboración de las Fuerzas Armadas con las Autoridades civiles en casos de emergencia de aquellas otras actuaciones que respondan a sus cometidos fundamentales de defensa o de acción exterior.
La Ley Orgánica de criterios básicos en vigor contempla prioritariamente una economía de guerra y sus correspondientes necesidades de movilización general de recursos. Pero este planteamiento no contempla las actuales circunstancias, en que lo más probable es la necesidad de un uso gradual de los recursos disponibles para prevenir, gestionar o resolver crisis. En este sentido, debe revisarse la actual legislación sobre la aportación extraordinaria de recursos a la Defensa, en particular en lo relativo al suministro de material y abastecimientos necesarios para las fuerzas o a la prestación de servicios esenciales, como pueden ser los de transporte.
Asimismo, de acuerdo con los criterios orgánicos imperantes en las doctrinas militares de los países aliados, habrá que actualizar los criterios sobre la organización militar, que hasta ahora tenía una base territorial y que debe pasar a ser una organización cada vez más funcional, estructurada en torno a las misiones que deben cumplir las fuerzas y diseñada para alcanzar sus objetivos con la mayor eficiencia, sin incurrir en duplicidades. Una organización así será más flexible, estará más pronta para el cumplimiento de sus misiones y resultará más adecuada para operar con nuestros socios y aliados.
En consecuencia, será necesario revisar la actual organización territorial de las Fuerzas Armadas y la organización periférica del Ministerio de Defensa para simplificar al máximo ambas estructuras.
Organización del Ministerio de Defensa
El Ministerio de Defensa, como Departamento de la Administración General del Estado mediante el cual el Gobierno desarrolla y aplica su Política de Defensa, integra a los órganos superiores que apoyan al Ministro en el ejercicio de sus competencias, al Ejército de Tierra, a la Armada y al Ejército del Aire.
La organización del Ministerio de Defensa tiene por objeto proporcionar el cauce para desarrollar las acciones que conforman nuestra Política de Defensa, es decir, las orientadas a apoyar la concepción estratégica española, las que posibilitan las funciones de mando y administración de las Fuerzas Armadas y las que sirven para mantener la relación necesaria entre Defensa y sociedad.
Esta organización debe orientarse hacia una dirección centralizada, ágil y coordinada, a la acción conjunta de las Fuerzas Armadas, a la ejecución descentralizada de las decisiones y a una mayor racionalización del empleo de los recursos disponibles.
El Ministerio de Defensa desarrolla las actividades que tienen por objeto administrar, preparar y emplear las Fuerzas Armadas. Su estructura orgánica debe permitir que queden deslindadas con precisión las funciones encaminadas a posibilitar la administración de los recursos y la función operativa. Existen, por tanto, áreas funcionales distintas, aunque concurrentes.
La revisión que, con carácter general, acometerá el Ministerio de Defensa se regirá, entre otros, por tres criterios básicos. En primer lugar, considerar permanentemente la organización como un todo que responda a una visión global de la Defensa. En segundo término, simplificar y reducir estructuras para agilizarlas y eliminar los elementos que puedan resultar innecesarios. Y, finalmente, agilizar los diferentes procesos que se desarrollan entre los órganos superiores para administrar los recursos que se destinan a la Fuerza, para prepararla y para emplearla.
Estructura orgánica básica del Ministerio de Defensa
La eficacia de las Fuerzas Armadas es el resultado de diferentes procesos, que se desarrollan concurrentemente bajo la dirección de los órganos superiores del Departamento. Entre dichos procesos se encuentran, de un lado, los que tienen por objeto obtener, asignar y administrar los recursos y, por otro, los que se orientan, fundamentalmente, a poner a punto las unidades para el cumplimiento de su misión con los recursos humanos y materiales que les sean asignados.
La complejidad técnica y administrativa de estos procesos en el Ministerio de Defensa exige una dirección centralizada y una ejecución descentralizada de los mismos, de modo que se consiga el mayor rendimiento de la organización en su conjunto, con el mejor aprovechamiento de los recursos invertidos en ella.
[Ver Figura 2]
El Ministro de Defensa es el responsable del estado de adiestramiento y eficacia operativa de las Fuerzas Armadas y de la administración global de los recursos asignados. Asimismo, ejerce las potestades reglamentarias y disciplinarias que la ley le atribuye. En el ejercicio de sus competencias cuenta con el apoyo de los órganos superiores del Departamento. El Jefe del Estado Mayor de la Defensa es el responsable principal del nivel de preparación y del grado de eficacia operativa conjunta y combinada de la Fuerza, de supervisar, por delegación del Ministro de Defensa, el estado de adiestramiento y la eficacia operativa de las Fuerzas Armadas y de priorizar sus necesidades. El Secretario de Estado de Defensa es responsable de la Política Presupuestaria, de la de Armamento y Material y de la de Infraestructura. El Subsecretario de Defensa lo es, a su vez, de la Política de Personal y de la organización y administración general del Departamento. Los Jefes de los Estados Mayores del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire son responsables del nivel de preparación y del grado de eficacia operativa de sus respectivas Fuerzas.
La revisión de la organización del Departamento deberá tener en cuenta que la razón de ser del Ministerio de Defensa es la eficacia de las Fuerzas Armadas, eficacia que, a su vez, es el mejor patrón de medida de la bondad de la organización que se establezca, puesto que la utilidad que la sociedad percibe del servicio público que presta el Ministerio de Defensa es precisamente la disponibilidad y la eficacia de las Fuerzas Armadas en cualquier circunstancia en que su actuación pueda ser requerida.
Para facilitar la aplicación de esos criterios conviene superar la dificultad que en ocasiones representa la dispersión de los Cuarteles Generales y de los órganos centrales. Un objetivo a medio plazo para dinamizar las relaciones entre ellos, es la concentración en una sola sede de los órganos centrales del Ministerio y los Cuarteles Generales del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire.
Estructura de Mando Operativo de las Fuerzas Armadas
El Mando Operativo de las Fuerzas Armadas tiene por objeto el empleo de la Fuerza. Aunque el Presidente del Gobierno puede dirigir personalmente la actuación de la Fuerza, en circunstancias normales es el Ministro de Defensa quien, por delegación legal del Presidente, ordena, coordina y dirige dicha actuación. Las Fuerzas Armadas actúan, por tanto, bajo la autoridad del Presidente del Gobierno y del Ministro de Defensa, a través de las Autoridades militares que constituyen la Estructura de Mando Operativo de las Fuerzas Armadas.
La pertenencia de España a la Alianza Atlántica implica la previsión de que la defensa del territorio nacional tenga lugar, llegado el caso, bajo la conducción de los Mandos Aliados del Sur de Europa, entre los que se encuentra el Mando Subregional Sudoeste, cuyo Cuartel General está ubicado en Retamares (Madrid). Asimismo, España está integrada en el sistema común aliado de defensa aérea a través del Centro de Operaciones Aéreas de Torrejón de Ardoz.
En consecuencia, la Estructura de Mando Operativo para el empleo de la Fuerza no sólo debe permitir la actuación conjunta de las Fuerzas Armadas para hacer frente a un conflicto limitado en el plano puramente nacional, sino además ser perfectamente compatible con la de la OTAN, de forma que se asegure la interoperabilidad y, en su caso, una rápida transferencia de autoridad a los mandos aliados de unidades o agrupaciones militares españolas.
[Ver Figura 3]
Para la conducción estratégica de las operaciones, el Presidente del Gobierno y el Ministro de Defensa deben disponer de los centros apropiados. Contarán con el apoyo directo del Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Autoridad a través de la cual las directivas de dichas Autoridades superiores se traducen en órdenes e instrucciones para los Mandos Operativos de las fuerzas. Asimismo, dispondrán del asesoramiento de los Jefes de los Estados Mayores del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire.
[Ver Figura 4]
La Estructura de Mando Operativo deberá actualizarse y reducirse al mínimo indispensable, pues, en la actualidad, un sólo centro operativo puede ejercer funciones de control y dirección muy amplias y, en conjunción con otros, constituir una red que permita desplegar las fuerzas y concentrar rápidamente el esfuerzo en la medida en que lo exija el dinamismo de las operaciones. Por otra parte, los recursos humanos, materiales y financieros necesarios para constituir un Cuartel General llevan forzosamente a la aplicación de criterios muy restrictivos en su número.
Bajo la dependencia operativa del Jefe del Estado Mayor de la Defensa, la Estructura de Mando Operativo para el empleo de la Fuerza deberá ajustarse a los siguientes criterios:
- Sencillez, para responder a las necesidades operativas, sin tener en cuenta condicionantes de tipo territorial.
- Interoperabilidad, para permitir la integración de nuestras unidades militares en fuerzas de carácter multinacional.
- Acción conjunta, para facilitar el empleo conjunto, integrado y eficaz de las unidades específicas del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire.
La adecuación de la Estructura de Mando Operativo de las Fuerzas Armadas a las nuevas necesidades tendrá inevitables consecuencias sobre las actuales estructuras territoriales de mando e implicará la supresión progresiva de aquellas que dejen de ser necesarias.
Pero la actualización de la Estructura de Mando Operativo debe ser más profunda. En la nueva situación internacional, y ante las múltiples misiones que las Fuerzas Armadas españolas realizan más allá de nuestras fronteras, el conocimiento de la situación militar es un factor esencial para tomar decisiones estratégicas y conducir apropiadamente las operaciones militares. De ahí que la información constituya un elemento fundamental en el campo operativo y, por ello, debe mejorarse la concurrencia de todos los medios de inteligencia de las Fuerzas Armadas en un único sistema capaz de:
- Apoyar las necesidades de inteligencia militar estratégica del Presidente del Gobierno y del Ministro de Defensa, especialmente en cuanto se refiere a alertar sobre situaciones en las que existan riesgos potenciales desencadenantes de crisis.
- Proporcionar inteligencia a las Fuerzas Armadas, en apoyo del planeamiento y ejecución de las operaciones militares.
- Concurrir con los aliados, en un plano de similitud de estructuras, en el ámbito de la Inteligencia Militar.
La reestructuración de los órganos de inteligencia de las Fuerzas Armadas, como parte fundamental del sistema, debería lograr una mayor centralización que permita ejercer una dirección más eficaz y facilitar las relaciones con agencias aliadas de inteligencia militar.
Por su parte, el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), cuya misión principal es atender las necesidades informativas generales del Estado, tiene cada vez mayor importancia en cuestiones de seguridad y defensa, habida cuenta que la globalización, los nuevos riesgos y la aparición de nuevos actores no estatales en el escenario estratégico actual hacen imprescindible una estrecha colaboración con el Ministerio de Defensa y, en particular, con el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, de forma que la información e inteligencia puedan coadyuvar a enfrentar riesgos, prevenir conflictos y evitar, si es posible, situaciones de crisis.
Todo ello permitirá que la Política de Defensa disponga de una capacidad de prevención y anticipación multidireccional con objeto de detectar los problemas en su fase embrionaria, prevenir sus posibles mutaciones y, llegado el caso, estar en condiciones de proponer y ejecutar las acciones que el Gobierno estime adecuadas.
Estructura de Fuerzas
Una consideración básica que debe presidir el alistamiento permanente para la acción de las Fuerzas Armadas consiste en disponer de una Estructura de Fuerzas capaz de proporcionar medios militares con la adecuada disponibilidad y capacidad de combate para utilizarlos escalonadamente desde los primeros momentos de una crisis.
Los criterios para la revisión de la Estructura de Fuerzas responderán a una concepción de las Fuerzas Armadas que pone el acento en la proyección de las capacidades militares más que en la exclusiva defensa del territorio o el control de los espacios geográficos de soberanía.
La respuesta a la demanda de proyección de fuerzas debe enfocarse con criterios de realismo y eficacia, alejándose de costes impracticables y persiguiendo en todo momento hacer uso pleno y coordinado de las capacidades disponibles, con arreglo a sus posibilidades específicas.
El alistamiento de nuestras fuerzas se ajusta en general a la estructura actual aliada, que establece las siguientes categorías en función de su disponibilidad: Fuerzas de Reacción, Fuerzas Principales de Defensa y Unidades de Refuerzo. Esta clasificación de las fuerzas en las categorías citadas responde principalmente al planeamiento aliado para la realización de misiones de defensa colectiva y para otras de menor exigencia, como gestión de crisis u operaciones de paz.
[Ver Figura 5]
La clasificación de las fuerzas en las categorías citadas da idea del orden en que está previsto su empleo en cualquier situación que requiera el uso del instrumento militar. No obstante, todas las unidades de las Fuerzas Armadas, particularmente las que constituyen sus principales fuerzas de combate, tienen que estar adecuadamente dotadas de personal y material y suficientemente adiestradas. Otra cosa es su grado de alistamiento, que indica su capacidad para reaccionar rápidamente ante una situación operativa específica en un determinado teatro, y ello depende, entre otros factores, de las prioridades logísticas que les hayan sido asignadas en previsión de su posible empleo.
Esta estructura, además de la constitución de fuerzas de carácter conjunto en el ámbito estrictamente nacional, permite, como ya se ha indicado, el ofrecimiento de unidades a la OTAN para el planeamiento aliado de defensa colectiva, la asignación de unidades a las Fuerzas Operativas Conjunto Combinadas de la Alianza, a misiones lideradas por Naciones Unidas o, en su momento, las que pudiesen ejecutarse bajo el liderazgo de la Unión Europea.
En el escenario estratégico actual, las Fuerzas de Reacción, en función de su mayor grado de alistamiento y disponibilidad, son las que con mayor probabilidad proporcionarán los instrumentos necesarios para actuar en operaciones de apoyo a la paz y en control de crisis, así como en las etapas iniciales de un eventual conflicto de mayor envergadura. Las características comunes de las fuerzas de reacción, además de las ya citadas, son una alta movilidad estratégica, flexibilidad y potencia de combate así como una capacidad de acción sostenida adecuadas al tipo de misión que deban cumplir. Su rápido despliegue depende de su alistamiento para la acción y éste, a su vez, de un alto y permanente grado de adiestramiento, del mantenimiento de la eficacia del material y de la continua disposición de los necesarios niveles de abastecimiento.
Las Fuerzas de Reacción constituyen el conjunto de unidades terrestres, navales y aéreas preparadas para su rápido despliegue. Dentro de los medios a nuestro alcance, un tamaño razonable para las Fuerzas de Reacción sería aquél que, en un primer momento, permitiera, en cuanto se refiere a las unidades terrestres, el despliegue rápido, en un solo teatro, de una fuerza de entidad brigada reforzada con apoyos de fuego, combate y logísticos o de dos fuerzas de entidad agrupación táctica en dos teatros diferentes. En cuanto se refiere a fuerzas navales, el de una agrupación naval con capacidades aeronaval y anfibia basadas, respectivamente en una unidad aérea embarcada y en una agrupación anfibia de Infantería de Marina, y, en relación con las unidades aéreas, la proyección de una agrupación aérea de dos escuadrones de combate, entre otros medios del Ejército del Aire.
El sostenimiento de este esfuerzo requiere disponer de fuerzas de reacción de entidad superior al de las desplegadas, aproximadamente en la relación de uno a tres, de forma que sea posible su relevo en la zona de operaciones mediante una adecuada rotación de unidades.
Si la evolución de la situación lo exigiera, las Fuerzas Armadas deberán estar en condiciones de acometer un esfuerzo adicional que se realizaría mediante el despliegue de una gran fuerza de entidad máxima de división en un teatro o de dos brigadas en dos teatros diferentes, otras unidades navales de combate, incluyendo la Brigada de Infantería de Marina y cuatro escuadrones de combate de fuerzas aéreas. La ejecución de este segundo esfuerzo dependerá de la capacidad de apoyo logístico a las fuerzas destacadas y será tanto más exigente cuanto más alejadas se encuentren las zonas de operaciones. Para mantener este esfuerzo indefinidamente se necesitarán, con toda probabilidad, recursos adicionales a los que normalmente se asignan a la Defensa.
En el caso de que llegase a desencadenarse un conflicto de gran envergadura debería acudirse a las Fuerzas Principales de Defensa y si fuera necesario, a las Fuerzas de Reserva.
La adopción de la estructura de fuerzas clasificadas en categorías de acuerdo con su disponibilidad es perfectamente compatible con las estructuras orgánicas específicas del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, cuyas particularidades en su forma de agrupación de unidades deben responder a criterios de administración y preparación de la Fuerza, y no necesariamente a los de su empleo operativo.
Estos conceptos u otros muy similares serán los que presidirán la nueva estructura de fuerzas de la OTAN que surja de la revisión emprendida como consecuencia de los criterios contenidos en el nuevo Concepto Estratégico y en la Iniciativa de Capacidades de Defensa. En esta revisión se pondrá un énfasis especial para determinar las capacidades operativas esenciales de las fuerzas y sus requisitos de disponibilidad para responder de manera apropiada a las misiones que surjan en el previsible escenario estratégico de los próximos años.
En tiempo de paz, la estructura de bases y de apoyo es el nexo de unión entre las unidades y el territorio a través del oportuno despliegue de la Fuerza. Este despliegue geográfico de las unidades responderá a las necesidades estratégicas nacionales y se revisará de acuerdo con los principios de concentración y de economía de medios. La tendencia general será estacionar las unidades en bases donde cuenten con el necesario apoyo logístico y limitar su número, aprovechando al máximo las posibilidades de la infraestructura que ya existe.
Entre las medidas de racionalización, una de las de mayor repercusión social, por tener generalmente un considerable impacto en las zonas afectadas, es la que se refiere a la adecuación de la infraestructura. La disminución del tamaño de la fuerza hace imprescindible el cierre o desactivación de instalaciones que ya no son necesarias pues, con un presupuesto siempre limitado, no sería lógico dejar de atender necesidades operativas prioritarias y mantener infraestructuras que no respondan a sólidos criterios de eficacia militar.
Sin este esfuerzo de adaptación del dispositivo de defensa a las nuevas realidades, de forma verificable, con planes concretos que cambien profundamente la situación preexistente, no sería posible afrontar con garantía de éxito los retos del siglo XXI.
Racionalización de la gestión
Para que las Fuerzas Armadas puedan actuar eficazmente en el cumplimiento de sus misiones, además de su estructura, es preciso revisar también los procesos de trabajo y los medios de Apoyo a la Fuerza para optimizar la gestión de los recursos que se le destinan. Las principales áreas que serán objeto de análisis para determinar y aplicar medidas concretas de racionalización son las de recursos humanos, armamento y material, sanidad y tecnología de la información y comunicaciones.
Recursos humanos
Con el fin de que la gestión de personal sea más eficaz es necesario llegar a una organización lo más homogénea posible de los centros de gestión afines dentro del Ministerio, de modo que se apliquen los mismos criterios, sin menoscabo de las peculiaridades que deban existir. Se ha abordado el análisis de la gestión del personal del Departamento, tanto en el aspecto de formación como en las cuestiones relacionadas con destinos, ascensos y motivación personal, para proceder a su normalización y agilización.
El campo particular de la enseñanza requiere una profunda adaptación para dar respuestas a las demandas de la profesionalización del personal de tropa y marinería, cuantitativa y cualitativamente muy diferentes a las correspondientes al modelo mixto anteriormente en vigor. En particular, se está efectuando un análisis de la actual estructura de escuelas y centros de formación en el ámbito del Departamento para lograr su adecuado dimensionamiento.
Uno de los principios rectores de la enseñanza militar consiste en aplicar criterios conjuntos a la enseñanza en aquellos campos que, por su similitud, son susceptibles de unificación, persiguiendo al mismo tiempo la complementariedad entre diversos centros de las Fuerzas Armadas.
La necesaria mentalidad conjunta debe adquirirse y potenciarse en los diferentes niveles de formación del personal. En este sentido, la creación de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, que otorga los diplomas de Estado Mayor a los oficiales del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, y desarrolla otros cursos de Altos Estudios Militares, constituye un hito y marca una pauta que el Ministerio de Defensa seguirá aplicando en la revisión de la estructura de apoyo en lo que se refiere a gestión, formación y enseñanza.
Armamento y material
La eficacia de las fuerzas depende, en gran medida, de la posibilidad de contar con un Sistema Integrado de Apoyo Logístico que permita disponer del material preciso en el lugar adecuado. Por ello, sus actuales estructuras, medios y funcionamiento están siendo sometidas a análisis para determinar la forma en que pueden mejorarse para conseguir mejor apoyo, con el mínimo coste de recursos.
Aunque el apoyo logístico es una actividad que sólo en cierta medida admite desarrollo conjunto, dadas las peculiaridades de las fuerzas terrestres, navales y aéreas y las de sus respectivos ámbitos de actuación, para conseguir un apoyo eficaz con el mínimo coste de recursos será preciso incorporar modernos métodos de gestión. Los esfuerzos se dirigirán, en principio, hacia la consecución de dos objetivos: en primer lugar, normalizar la obtención de elementos comunes en la medida que sea posible para aprovechar al máximo las posibilidades del mercado; en segundo término, lograr la necesaria interoperabilidad con nuestros aliados.
Sanidad
La Sanidad Militar desarrolla su actividad en los campos logístico operativo y asistencial. Su reestructuración responde principalmente a la necesidad de adaptarla a la nueva realidad que suponen las operaciones en ambiente multinacional y en teatros alejados de nuestro territorio. Se hace, pues, imprescindible disponer de instalaciones y equipos médicos capaces de ser proyectados a diversos escenarios en un tiempo reducido y de operar con las fuerzas destacadas durante toda su permanencia en la zona de operaciones.
Esta prioridad logístico-operativa es compartida por los países de nuestro entorno y específicamente por nuestros socios y aliados. Informes recientes sobre las tendencias observadas en la reorganización de la sanidad militar en los países europeos, primordialmente en los miembros de la OTAN y la UEO, ponen de manifiesto que prevalece una clara tendencia hacia la reducción de la red hospitalaria orientada a la cobertura de las necesidades de las fuerzas, tanto en situación de normalidad como de crisis.
La adaptación a este nuevo escenario requiere un proceso de racionalización que conduzca a una Red Sanitaria Militar única, que responda a una visión global de las Fuerzas Armadas y se oriente a proporcionar el necesario apoyo logístico sanitario, objetivo primordial que fundamenta y justifica su existencia.
En la Red Sanitaria Militar se integrarán los centros hospitalarios, lo que permitirá la coordinación de los apoyos logístico-operativo de carácter sanitario y el mantenimiento en el debido estado de eficacia facultativa a los profesionales de la Sanidad Militar para desempeñar sus funciones operativas cuando sea necesario. Además, permitirá la mejor relación coste-eficacia en la asistencia sanitaria a los miembros de las Fuerzas Armadas y a sus familias.
Tecnologías de la información y comunicaciones
Tanto la revisión de estructuras como la de procedimientos de gestión se realizarán desde la perspectiva del protagonismo que corresponde a las tecnologías de la información y las comunicaciones en las organizaciones modernas.
La modernización que se está llevando a cabo en las Fuerzas Armadas españolas está íntimamente ligada a la utilización de las tecnologías de la información y comunicaciones, como instrumento imprescindible que permite multiplicar las capacidades operativas y, al mismo tiempo, optimizar recursos. Su desarrollo requiere la elaboración de un Plan Director de Sistemas de Información en el ámbito del Departamento.
El Plan Director de Sistemas de Información tiene como principios orientadores la ordenación de las citadas tecnologías para conseguir la necesaria integración en todos los sistemas, redes y aplicaciones ya existentes dentro del propio Sistema de Defensa, así como la integración en las Estructuras de Mando y Fuerzas de la Alianza Atlántica y de las otras organizaciones internacionales de defensa a las que pertenece España. En su elaboración se procurará que los campos de gestión y operativo, a pesar de la diferencia en finalidad y tratamiento en la información que manejan, puedan utilizar líneas, terminales y sistemas comunes, además de establecer las medidas de seguridad pertinentes para la adecuada protección de la información clasificada.