Título: España. Libro Blanco de la Defensa 2000 - Capítulo VI
CAPÍTULO VI
MODERNIZACIÓN
Los últimos conflictos han demostrado que gran parte del éxito militar se ha debido al hecho de contar con fuerzas tecnológicamente superiores a las del adversario. Esa superioridad descansa sobre dos pilares básicos: la profesionalización y la modernización de los medios. Carecería de sentido un gran esfuerzo presupuestario en recursos humanos si no se dotase a esos profesionales de los instrumentos que necesitan para cumplir sus cometidos. Verdaderamente, no puede disociarse lo uno de lo otro. Lo importante, por tanto, es que las mejoras en personal y material marchen al unísono, potenciando mutuamente el rendimiento de los recursos financieros que se aplican en uno y otro campo.
La acelerada evolución tecnológica, propia del tiempo actual, obliga a asumir la investigación y desarrollo como un esfuerzo continuado en el proceso de modernización de las Fuerzas Armadas. No sólo se trata, por tanto, de obtener equipos y sistemas modernos para dotar a las unidades, sino de prever las necesidades que, a medio e incluso a largo plazo, van a presentarse para mantener la superioridad tecnológica en la que debe basarse la eficacia de nuestras fuerzas. Los costes financieros que se derivan de esta exigencia son difícilmente soportables en el marco presupuestario nacional. Ésta es una consideración básica que impulsa a avanzar decididamente hacia la integración de las políticas de armamento nacionales en la Unión Europea.
Es evidente, por otra parte, que la coordinación de los programas de armamento nacionales también responde a la necesidad de lograr que las fuerzas aliadas puedan operar como un todo, de acuerdo con una concepción de la defensa y la seguridad que se fundamenta en la multinacionalidad. Éste es otro gran reto para nuestras Fuerzas Armadas a comienzos del siglo XXI, disponer de medios de combate, de apoyo al combate y de apoyo logístico equiparables tecnológicamente a los de los Aliados.
La eficiencia global del esfuerzo presupuestario en recursos humanos y materiales requiere prestar la debida atención a la racionalización de la infraestructura, por las inversiones que precisa. A pesar de su profunda transformación en los últimos años, el despliegue de las instalaciones fijas en el territorio es una herencia del pasado que todavía perdura. Para liberar recursos en beneficio de la Fuerza y mejorar el apoyo que su personal y material recibe, es necesario continuar con el proceso de concentración de bases y acuartelamientos y modernizar las capacidades de las instalaciones que deban mantenerse o construirse.
El proceso de modernización de las Fuerzas Armadas en las áreas de personal, material e infraestructura es, en definitiva, una expresión más del desarrollo de nuestra sociedad, del que cabe esperar, como ventaja añadida, la creación de riqueza y de puestos de trabajo. Como política general, la de Defensa tiene que adoptar este criterio y, en consecuencia, considerar el impacto de sus actuaciones sobre el medio ambiente, respondiendo así al concepto de desarrollo sostenible que el Gobierno impulsa. Nuestras Fuerzas Armadas defienden intereses, valores y principios que no son otros sino los de la sociedad a la que sirven. El respeto al medio ambiente forma parte de estos valores y recibe, por tanto, atención destacada en la política del Departamento, particularmente en cuanto a infraestructura se refiere.
Armamento y material
La conservación de la eficacia en el campo del armamento y del material exige un esfuerzo intenso y continuado, tanto por el desgaste natural de los sistemas debido a su propio uso como por la obsolescencia tecnológica y operativa que se produce con el transcurso del tiempo. En el proceso de modernización hay que tener muy en cuenta que la necesidad de incorporar tecnologías punta a los nuevos sistemas de armas requiere abrir un largo proceso de desarrollo, período en el que habrá que realizar inversiones cuyos frutos sólo se recogerán cuando los sistemas entren en servicio, años más tarde del comienzo de la fase conceptual que precede a su obtención. El proceso de modernización se dirige, por tanto, hacia objetivos a medio y largo plazo, que suponen el compromiso de su financiación en programas plurianuales.
En lo que se puede llamar estrategia de los medios, se mantiene abierto de forma permanente un proceso de decisión para determinar cómo pueden satisfacerse con mayor acierto unas necesidades de materiales de alto coste con unos recursos financieros que, como en todo proceso económico, siempre resultarán limitados. Ello exige priorizar estas necesidades y determinar los riesgos que deban asumirse como consecuencia de las decisiones que se adopten.
Las inversiones en material no sólo se dirigen a la obtención de nuevos sistemas, sino también a la investigación y desarrollo y al sostenimiento de los existentes en inventario. Las actividades de mantenimiento en los tres Ejércitos, y, en menor grado, todo lo relacionado con el desarrollo tecnológico en centros y laboratorios propios, precisan de unas instalaciones y unos recursos personales que superan las disponibilidades, por lo que cada vez viene siendo más necesario acudir a su realización fuera del Ministerio de Defensa, dentro de un proceso muy extendido en la economía actual de asignar los recursos disponibles a las actividades en que son más eficientes.
El Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire tienen las peculiaridades que a cada uno les imprime su ámbito específico de actuación pero, conjuntamente, constituyen un mismo y único sistema de defensa. Por eso, sus necesidades respectivas se atienden por el Presupuesto de Defensa tras su consideración global, quedando sujetas a un orden de prioridades establecido por el Ministro de Defensa y sancionado por el Gobierno con visión conjunta, de manera que los programas más necesarios desde el punto de vista operativo, dentro del escenario más probable, tengan asignadas prioridades más altas. El empleo de procedimientos comunes en la adquisición y mantenimiento de material que pueda prestar servicio en cualquiera de los Ejércitos, constituye un valioso instrumento en términos de rentabilidad.
[Ver Figura 1
]
Planes de obtención de armamento y material
Del Objetivo de Fuerza, en el que se concretan las necesidades de las Fuerzas Armadas, se deriva un Plan Director de Armamento y Material. Este Plan sirve para:
- Normalizar y racionalizar el proceso de la planificación y programación del armamento y material.
- Facilitar el control y seguimiento del proceso de ejecución de los programas.
- Optimizar la obtención y modernización del armamento y material, así como la adquisición de tecnología y el sostenimiento de los sistemas en servicio.
- Proporcionar a la industria de Defensa la información necesaria para planificar su actividad.
El Plan Director de Armamento y Material se ejecuta mediante programas específicos para los diferentes sistemas, los cuales rigen el ciclo entero de vida del material, incluyendo, por tanto, las fases de viabilidad, definición, desarrollo y producción, así como el sostenimiento y la modernización durante el tiempo que permanece en servicio operativo.
Asimismo, teniendo en cuenta la importancia de las tecnologías de la información y comunicaciones para la capacidad operativa de la Fuerza, se ha considerado necesario definir un Plan Director de Sistemas de Información que facilite la consecución de los objetivos de la Defensa en los campos operativo, logístico, administrativo y de gestión, que incluya los Sistemas de Información de los Órganos Centrales y Cuarteles Generales del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire.
Por otra parte, en 1999 se ha puesto en marcha la elaboración del Plan Anual de Adquisiciones Centralizadas, en el que se incluirán bienes consumibles o de fácil deterioro por el uso, de utilización generalizada en los Ejércitos o en los órganos centrales, siempre que no se trate de sistemas de armas, así como las prestaciones de consultoría y asistencia técnica. Por este procedimiento se quiere conseguir la gestión de la contratación en aquel nivel que permita obtener las economías de escala derivadas de un mayor volumen de compras.
La Política de Armamento y Material se plantea como objetivo satisfacer las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas, dotándolas de los mejores sistemas de armas y equipos de apoyo posibles, de acuerdo con los recursos disponibles, contribuyendo al fortalecimiento de la base industrial y tecnológica de la defensa. Por ello, el Gobierno incentiva y promociona la participación activa de la industria española de Defensa en los diferentes programas de armamento y material para las Fuerzas Armadas españolas.
En cualquier país desarrollado, la industria de defensa es un componente importante del tejido industrial que, con frecuencia, ha venido actuando como motor de la innovación tecnológica, lo que tradicionalmente la convertía en una importante fuente de difusión de tecnología a otros sectores industriales. Hoy en día, los avances de la tecnología en el sector civil, especialmente en el área de la información y las comunicaciones, sitúan a este sector en un nivel superior al de defensa, lo que conduce a una creciente utilización de elementos comerciales en los sistemas defensivos.
[Ver Figura 2]
Una parte considerable de esta innovación tecnológica se nutre de los resultados obtenidos en las actividades de Investigación y Desarrollo promovidas por el Ministerio de Defensa, que permiten aspirar a un nivel aceptable de nacionalización en los sistemas requeridos por las Fuerzas Armadas, de acuerdo con el potencial económico nacional. Para ello se ha elaborado un Plan Director de Investigación y Desarrollo.
Dentro de la Política de Armamento y Material, se concede una gran importancia a este sector de futuro reflejada en el esfuerzo presupuestario dedicado anualmente a la potenciación de las instalaciones de ensayo e instrumentación y al apoyo y estímulo al intercambio de transferencias tecnológicas entre el sector de defensa y otros sectores industriales.
Sin embargo, la creciente complejidad y los costes cada día mayores del desarrollo y producción del material de defensa convierten la autosuficiencia en algo prohibitivo para la mayoría de los países y explican la actual tendencia, cada vez más generalizada, a la cooperación industrial en el plano internacional. En esa tendencia se sitúa la participación española en proyectos de cooperación industrial internacional, ya sea mediante acuerdos entre gobiernos o por acuerdo entre el Gobierno y una determinada empresa extranjera. En esta opción, que abre nuevas oportunidades para la industria de defensa española, los retornos industriales y tecnológicos y las compensaciones mediante contrapartidas exigidas a las empresas suministradoras son factores de importancia decisiva.
Cabe, por último, la opción de adquirir material mediante la compra de sistemas ya desarrollados. En todo caso, la adquisición en el extranjero siempre llevará consigo la negociación de acuerdos de cooperación industrial que impulsen las áreas tecnológicas de interés y conduzcan al máximo de autonomía en el apoyo logístico industrial a lo largo de la vida del sistema.
Programas conjuntos del Estado Mayor de la Defensa
Una parte importante de los proyectos militares son programas de carácter conjunto, concebidos y gestionados por el Estado Mayor de la Defensa. Se trata de proyectos de alta tecnología, encaminados a apoyar el funcionamiento de la Estructura de Mando Operativo de las Fuerzas Armadas a través de los medios de mando, control, comunicaciones e inteligencia, previa unificación de aquellos servicios cuya misión no sea exclusiva de uno de los Ejércitos y siempre que su funcionamiento conjunto represente una mayor eficacia y economía de medios.
El Programa "Centro de Conducción de la Defensa" es el vértice superior de la estructura de Mando y Control que apoya al Ministro de Defensa y al Jefe del Estado Mayor de la Defensa en el ejercicio de las facultades que les atribuye la legislación en vigor, en situaciones de paz, crisis o conflicto armado. Incluye los medios requeridos tanto en el Sistema de Mando y Control Militar como en el Área de Consultas Políticas, Control de Crisis y Defensa Civil.
El Programa "Sistema de Información del Jefe del Estado Mayor de la Defensa" constituye el segmento de alto nivel de los medios de información de las Fuerzas Armadas, interconexionando los Centros de Mando y Control Militar de los Cuarteles Generales para auxiliar al Jefe del Estado Mayor de la Defensa y a los Mandos Operativos Principales en el proceso de toma de decisiones.
El Programa "Sistema Conjunto de Telecomunicaciones Militares" tiene por objeto llegar a la implantación de una red digital conjunta a nivel nacional para satisfacer las necesidades de comunicaciones de carácter fijo o permanente del Sistema de Mando, Control y Consultas de la Defensa.
El Programa "Sistema Español de Comunicaciones Militares por Satélite", integrado en el Sistema Conjunto de Comunicaciones Militares, tiene por objeto desarrollar los equipos e infraestructuras terrestres de las comunicaciones militares a través de los satélites de comunicaciones HISPASAT. La continuidad de la capacidad espacial de comunicaciones está siendo analizada para decidir la conveniencia de desarrollar un sistema exclusivo para la Defensa.
En el campo de la Guerra Electrónica, el Programa "Sistema Conjunto de Obtención y Elaboración de Información Electrónica SANTIAGO" tiene por objeto la implantación de un sistema de sensores para la captación de señales y de medios específicos para el procesado y distribución de la información que contienen. Este sistema permitirá elevar el nivel de información procedente de las señales electrónicas en zonas de interés para la Defensa.
Ante la creciente necesidad de contar, a escala nacional, con un sistema de elaboración de inteligencia para ser explotado por los tres Ejércitos y otros organismos de la Defensa, nace el programa denominado "Sistema de Inteligencia Conjunto de la Defensa", que está integrado dentro del "Sistema de Mando y Control Militar". Este programa tiene por objeto proporcionar la Inteligencia adecuada y oportuna, tanto en tiempo de paz como en crisis o guerra, para apoyar la conducción estratégica y operacional. Actualmente, el Sistema de Inteligencia Conjunto de la Defensa ha completado su primera fase, con el establecimiento de una red entre los Cuarteles Generales.
España también participa, junto con otros Estados europeos, desde 1988, en el Programa HELIOS I, que entró en servicio en 1995 con el objetivo de obtener imágenes de la Tierra, vía satélite, para fines fundamentalmente militares. A finales del año 1999 se ha lanzado el segundo satélite HELIOS I para permitir la explotación del sistema hasta el año 2005 con la adecuación permanente de las instalaciones y de los medios que están basados en tierra. La continuidad de estas capacidades está en proceso de análisis para decidir la participación en el programa HELIOS II o la implantación de un sistema propio de pequeños satélites de observación dedicados a la Defensa.
En 1978, la Alianza Atlántica inició un programa de alerta temprana y control aéreo embarcados, que tiene como finalidad conseguir un mayor control y vigilancia del espacio aéreo. Para tal fin se cuenta con una flota de aviones de alerta aérea temprana con sus equipos específicos, tripulaciones e infraestructura. En este programa, como Unidad Multinacional OTAN, participan 13 naciones. Actualmente se está desarrollando un programa de modernización de los equipos de a bordo. España, que es miembro de pleno derecho desde el 11 de diciembre de 1998, participa en dicho programa contribuyendo económicamente a su realización junto con las restantes naciones que lo integran. La totalidad de los recursos invertidos por España revierten a la industria nacional.
Programas para el Ejército de Tierra
Un factor a tener muy en cuenta al tratar los programas de material es la interdependencia de elementos que se da en las fuerzas terrestres. Una unidad, por bien dotada que esté de movilidad y potencia de fuego, si no dispone de transmisiones y medios de mando y control adecuados no estará en condiciones de actuar con eficacia. Y si dispone de dichos medios pero no puede ser sostenida con carburantes, munición y repuestos, sólo podría ser eficaz durante el limitado tiempo de autonomía que le proporcionen sus dotaciones mínimas. Otro tanto puede decirse del equilibrio entre las capacidades de las diferentes unidades de maniobra y de apoyo destinadas a constituir un sistema combinado de armas. De poco servirán unas unidades acorazadas bien equipadas si no pueden contar con el apoyo de una artillería de campaña dotada con bocas de fuego y municiones adecuadas o de unidades de ingenieros que garanticen su movilidad táctica ante todo tipo de obstáculos.
La primera prioridad para el Ejército de Tierra es disponer del trinomio decisivo en el combate, que se constituye mediante la conjunción de las acciones del carro, del vehículo de combate capaz de acompañar al carro y del helicóptero de ataque.
Para satisfacer esta necesidad se contemplan tres grandes programas: el Leopard, el Pizarro y el Helicóptero de Ataque. Los 219 carros de combate Leopard y los 16 carros de recuperación Búfalo, que se prevé recibir en el período 20002005, proporcionarán capacidad acorazada con tecnología actual a las Brigadas pesadas y al Regimiento de Caballería de la División Mecanizada.
Para dotar a las brigadas y al regimiento de un vehículo de combate de infantería y caballería de tecnología actual, a la altura de los carros Leopard, se ha emprendido el Programa Pizarro que prevé la dotación de 366 vehículos portapersonal y 97 vehículos de puesto de mando. Se ha contratado ya la primera fase para la fabricación, entre los años 1996 y 2001 de 123 vehículos de combate y 32 vehículos de puesto de mando, con los que se dotará a una de las brigadas citadas. Contratos posteriores permitirán dotar a las restantes unidades.
La familia Pizarro se completará con una serie de vehículos con configuraciones especiales: portamortero, portamisil, zapadores o ambulancia para la División Mecanizada, lo que permitirá simplificar y abaratar el mantenimiento, a la par que se modernizará el parque de este tipo de vehículos especiales.
El Programa de Helicóptero de Ataque se encuentra pendiente de decisión, ya que el Ejército de Tierra ha finalizado la evaluación de diferentes helicópteros de este tipo que han de sustituir al Bolkow BO-105. Se está haciendo un estudio de las posibles alternativas desde los puntos de vista operativo, económico y tecnológico-industrial.
Tras este trinomio decisivo, hay que hacer mención a importantes programas para la modernización de la capacidad de maniobra (Vehículo Blindado de Reconocimiento de Caballería CENTAURO) y de helitransporte (Helicópteros Chinook, Cougar y Superpuma).
El CENTAURO es un vehículo blindado de reconocimiento de caballería para el Regimiento Ligero de Caballería de la Fuerza de Acción Rápida, sobre ruedas, aerotransportable y con cañón de 105 mm. que proporcionará la imprescindible capacidad de reconocimiento y de potencia de fuego a las fuerzas ligeras que deban ser proyectadas rápidamente en operaciones fuera del territorio nacional.
El helicóptero de transporte pesado Chinook está siendo actualmente modernizado. Hasta el años 2003 se irán recibiendo helicópteros de transporte táctico Cougar que, en unión de los Superpuma ya disponibles, proporcionarán capacidad de helitransporte y sostenimiento durante tiempo limitado a un batallón ligero.
Otra destacada prioridad del Ejército es la de disponer de un moderno sistema de mando y control, interoperable con los de nuestros aliados. En este campo se está realizando un importante esfuerzo, puesto que es preciso que previamente se modernicen los subsistemas de telecomunicaciones y de información. En concreto, se está trabajando en los programas siguientes:
- Red Básica de Área que, mediante centros de comunicación unidos por radioenlaces multicanal, dotará de unas telecomunicaciones ágiles y fiables a los mandos de nivel brigada, división y Fuerza de Maniobra y permitirá la integración de usuarios móviles, dotados de radioteléfonos de tecnología digital avanzada y que ofrezcan seguridad en las comunicaciones.
- Sistema de Mando y Control del Ejército de Tierra, que proporcionará, en tiempo real, a los mandos de brigada y superiores la información necesaria para apoyar su toma de decisiones y dirigir las operaciones.
- Programas de inteligencia relativos al Sistema de Información de Superficie y Sistema de Inteligencia Táctica.
En lo que al apoyo de fuegos se refiere, en el año 2001 se prevé la finalización del programa de modernización de las piezas autopropulsadas de 155 mm., con lo que este material, que dota a los grupos de artillería de las brigadas pesadas, alargará su vida útil hasta el año 2010. A partir ese año será preciso iniciar su sustitución por un sistema que incorpore las últimas tecnologías para aumentar su potencia de fuego y su capacidad de respuesta. También se está finalizando la modernización de la artillería de campaña de las brigadas ligeras de la Fuerza de Acción Rápida, mediante la adquisición de cañones ligeros de 105 mm.
Para modernizar la artillería remolcada que dota a otras unidades, en su mayoría perteneciente a las Fuerzas de Defensa de Área, se pretende iniciar un programa para la obtención de cañones REMA de 155 mm. Quedará aún pendiente de modernizar la artillería lanzacohetes, para la que se prevé adquirir el sistema MLRS.
Los programas para la artillería antiaérea se materializan con la reciente adquisición de misiles portátiles MISTRAL y con la modernización, en curso, de los cañones de 35/90, que exigirá también la adquisición de una dirección de tiro con tecnología que posibilite el gobierno de los cañones. Quedarán aún por emprender los programas de modernización o sustitución de los misiles de defensa aérea de baja cota ROLAND y ASPIDE. Para dirigir, en tiempo real y de forma semiautomática, la actuación de la artillería antiaérea se están desarrollando los programas para la adquisición de centros de operaciones de artillería antiaérea ligeros y medios.
A la movilidad de las unidades, en especial de las brigadas dotadas con medios pesados, contribuirán de forma esencial los programas siguientes: carro de zapadores y vehículo lanzapuentes de cadenas, de los que próximamente se dotará a las unidades de zapadores de las brigadas pesadas, así como puentes de apoyo a vanguardia, de apoyos fijos, que se recibirán hasta el año 2001, quedando para cuando las dotaciones presupuestarias lo permitan la sustitución de 150 m. de puente flotante.
Además de estos relevantes programas de modernización existen otros programas menores, pero no menos necesarios, cuyo coste agregado supondrá también cantidades importantes: sustitución del actual fusil de asalto CETME por un nuevo modelo; continuación de las adquisiciones, ya iniciadas, del Lanzagranadas Automático de 40 mm.; mejora de la calidad y cantidad de los medios de visión nocturna y adquisición de simuladores y entrenadores, especialmente de helicópteros y misiles, entre otros.
Por último, hay que destacar que, pese a lo importante de los programas de modernización expuestos, el esfuerzo principal que se debe realizar es el de mantener operativos los materiales de que se disponga. El impulso a los programas de mantenimiento del armamento y material es una necesidad constante, a la que hay que añadir la derivada de la entrada en servicio, a partir de 1998, de los helicópteros Cougar y los vehículos de combate Pizarro y, a partir del año 2000, del carro Leopard. Todos ellos son sistemas de elevado coste de mantenimiento.
Programas para la Armada
La complejidad del buque como plataforma integradora de diversos sistemas es lo que condiciona la obtención de los objetivos de fuerza para la Armada. Entre la concepción y la puesta en servicio de un buque transcurre un prolongado y costoso período conceptual de desarrollo, programación y construcción. Como consecuencia, los proyectos de la Armada resultan particularmente vulnerables a las modificaciones posteriores a su fase conceptual, puesto que toda revisión supone reabrir un proceso ya en sí lento, con el riesgo de que las unidades que se pretende sustituir tengan que continuar en servicio hasta perder su capacidad operativa.
La Fuerza Naval está también afectada por condicionamientos similares a los que son característicos en los Ejércitos de Tierra y del Aire, porque tiene unidades de Infantería de Marina, aviones y helicópteros que confieren a los objetivos de fuerza de la Armada, en su conjunto, una fisonomía particular, al tener que asegurar la sostenibilidad de un inventario compuesto por series cortas de una gran variedad de sistemas específicos.
Los buques de superficie son el elemento más característico de los que componen la Fuerza Naval, y también el medio básico para asegurar y ejercer el control del mar. Por estas razones, entre todos los programas de la Armada destaca el de la Fragata F100, dirigido a la construcción de cuatro de estas unidades, que serán entregadas a la Armada entre los años 2002 y 2005. Estos buques pertenecen a una nueva generación desarrollada como programa multinacional. Estarán dotados de un sistema que garantizará la capacidad de la Fuerza Naval para operar bajo amenaza aérea próxima, como podría ser el caso de las aguas del Mediterráneo, donde los espacios de maniobra no son muy grandes y la proximidad de tierra es un factor definitivo.
La capacidad anfibia tiene una gran importancia como parte esencial del concepto naval, actualmente vigente, de operaciones desde la mar, en el que se materializa la influencia estratégica del poder naval en la gestión de las crisis que puedan afectar a la seguridad compartida. El programa de construcción de nuevos buques de asalto anfibio tiene por objeto la obtención de dos buques de asalto de la clase Galicia, dotados con dique inundable para embarcaciones y plataforma para helicópteros, uno de ellos ya entregado a la Armada, y el segundo, con características mejoradas en lo que se refiere a capacidad de mando y control. Estos buques son el resultado de un proyecto bilateral hispano-holandés, cuyo objeto es proporcionar a las fuerzas de Infantería de Marina plataformas adecuadas para las operaciones anfibias.
Con el fin de potenciar la eficacia de la Fuerza de Infantería de Marina existen diversos programas. Destaca entre todos el Programa de Vehículos Anfibios, mediante el cual se está procediendo a renovar la capacidad de asalto de superficie con fuerzas mecanizadas. Otros proyectos, como los de mejora de las comunicaciones, la artillería ligera o los misiles contracarro TOW, podrán ser comunes con los del Ejército de Tierra.
Entre los medios aéreos, finalizada la obtención del avión embarcado Harrier AV-8B Plus, el Programa de Refabricación del AV-8B trata de dotar a los restantes aviones de radar y nuevos sistemas de armas para aumentar sus posibilidades aire-aire y aire-suelo. En cuanto a helicópteros, está en marcha el programa dedicado a completar las dotaciones de las fragatas clase Santa María y de las nuevas fragatas F-100 actualmente en construcción, y la adquisición de helicópteros multipropósito de transporte táctico que sustituyan a los que están actualmente en servicio.
Para mantener la capacidad submarina contemplada en los planes de la Armada, el Programa de Submarinos Serie 80, actualmente en fase de definición, se orienta a la construcción de submarinos convencionales de ataque, en número todavía no determinado, dotados con armamento de gran potencia y capaces de operar a gran profundidad de inmersión.
Se pretende construir una segunda serie de cazaminas, de las mismas características que los de la clase Segura, para lo que se aprovechará al máximo la infraestructura creada con motivo de la construcción de la primera serie.
Programas para el Ejército del Aire
Los medios de la Fuerza Aérea deben apoyarse en la más moderna tecnología para mantener un adecuado nivel de eficacia. Esta exigencia afecta en primer término al avión, con todos los sensores que incorpora, pero también a los sistemas de armas y sistemas de control aéreo. Los altos costes de desarrollo tecnológico se unen a los ya elevados de los productos de la industria aeronáutica para constituir un caso de notable dificultad en la programación de objetivos de fuerza.
Por ello, los países europeos se están decidiendo cada vez más hacia la participación en consorcios para la investigación, desarrollo y producción en lo relativo a la industria aeronáutica y de defensa. Resulta muy conveniente participar en estos consorcios, que refuerzan la política industrial de nuestra nación, permiten la adquisición de tecnología, nos mantienen en vanguardia del tren del desarrollo, abren mercados a nuestros productos y crean puestos de trabajo de alto nivel profesional.
Por su importancia para la eficacia del conjunto de la Fuerza Aérea, merece destacarse el Programa del Sistema Integrado de Mando y Control Aéreo, destinado a renovar y potenciar la capacidad de detección con una serie de radares y equipos de producción nacional y, a la vez, a mejorar las comunicaciones dentro del sistema y en relación con otros sistemas de Mando y Control, tanto nacionales como aliados. Este Programa está integrado con el Sistema de Mando y Control Aéreo, programa OTAN, común para todo el ámbito de la Organización.
Otro de los programas de gran importancia, tanto para la Fuerza Aérea como para la industria nacional, es el de producción de aviones de combate EF-2000, también conocido como Eurofighter. Su objeto es la adquisición de 87 aviones de ese tipo, que se han desarrollado en un programa de cooperación entre Alemania, España, Italia y el Reino Unido. La entrega de los aviones se producirá entre los años 2002 y 2014. Este programa multinacional ha logrado mantener a la industria aeroespacial europea a la cabeza de la competitividad mundial e incluye una importante participación industrial española, lo que implica una gran ventaja en adquisición de tecnología.
También es de suma importancia operativa el programa de modernización y puesta al día de los aviones Mirage F-1, que les permitirá mantener una alta eficacia operativa hasta después del año 2010, mediante la mejora de sus sistemas de autoprotección electrónica, de precisión en el lanzamiento de armas, interoperabilidad y protección de comunicaciones, lo que para unos aviones que comenzaron a operar en el Ejército del Aire en 1975 es todo un éxito de rendimiento.
Con respecto a uno de los sistemas de armas estelares del Ejército del Aire, el F-18, hay tres programas en marcha. Uno para completar la flota de aviones F-18 disponibles en el Ejército del Aire mediante la adquisición de 24 aeronaves, que habrán terminado de recepcionarse en enero del año 2000. Un segundo programa, que se iniciará en el mismo año 2000, tiene por objeto mejorar la capacidad de localización de blancos terrestres a larga distancia mediante el equipo de visión infrarroja y láser última generación, a fin de mejorar la capacidad de combate de estos aviones. Por último, el programa de actualización de la vida media del resto de la flota de F-18 incrementará la capacidad operativa de estos aviones, incorporando sistemas más modernos y modificando algunos otros, lo que prolongará su vida útil y eficacia operativa más allá del año 2015.
La necesidad de transporte aéreo se ha incrementado en la nueva situación estratégica, en la que la capacidad de proyección rápida de fuerzas y su apoyo se encuentran a la cabeza de las prioridades de cualquier fuerza militar. Varios países europeos han puesto en marcha un programa de cooperación destinado a desarrollar un avión de gran capacidad de carga y radio de acción, con el que se pueda llenar el vacío existente en Europa para responder a esta capacidad operativa y, adicionalmente, situar así a la industria de aviones de transporte militares a un nivel de competitividad a escala mundial. Este programa para el futuro avión de transporte implica en principio a España, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Bélgica y Turquía.
En tanto no se pueda disponer de los aviones que resulten de dicho programa, la capacidad de transporte aéreo pesado seguirá basándose en los doce C-130 Hércules, que ya se encuentran en un proceso de modernización, a cargo de la industria nacional, para actualizar sus sistemas, de forma que puedan desenvolverse adecuadamente en el entorno operativo de la primera década del siglo XXI.
También en el campo del transporte aéreo, el Gobierno español, a la vista del desarrollo del avión de transporte medio C-295 de Construcciones Aeronáuticas S.A. y de su gran potencial de mercado en el mundo, ha decidido la participación del Ejército del Aire como cliente lanzador para que aumenten sus posibilidades de venta, a la vez que cubre la necesidad de transporte aéreo con un escuadrón de C-295.
En lo que se refiere a la defensa antiaérea de instalaciones y destacamentos del Ejército del Aire, se encuentra en marcha el Programa de Defensa Aérea de Corto Alcance, que incluye la adquisición de varios sistemas integrados compuestos por radares de vigilancia de área e iluminación de objetivos aéreos, misiles radáricos ASPIDE de alcance medio y misiles infrarrojos MISTRAL de corto alcance. Este último sistema ya ha sido suministrado a la Escuadrilla de Apoyo al Despliegue Aéreo, lo que permitirá instalarlo en cualquier base donde desplieguen fuerzas aéreas, aunque existe la previsión de dotar con sistemas similares a otras instalaciones y bases aéreas.
Política Europea de Armamento
El desarrollo de una política de defensa común europea requiere el respaldo de una política de armamento europea que permita armonizar las necesidades militares, el planeamiento y la obtención de los sistemas de armas. España considera que una industria de defensa fuerte, competitiva y eficiente es un elemento clave para la seguridad e identidad europeas, así como para apoyar el desarrollo de su base científica y tecnológica. Por ello, en unión con varias naciones europeas, respalda la iniciativa de discutir los intereses comunes en el área de la defensa y de la reestructuración de la industria que la apoya.
En consecuencia, se considera necesario armonizar los requisitos de las fuerzas armadas de los países europeos, buscar soluciones para la obtención en cooperación cuando sea posible y evitar la duplicación innecesaria en el ámbito del desarrollo y de la producción. En este sentido, deben armonizarse las políticas de apoyo logístico, de investigación y de desarrollo tecnológico, así como unificar los procedimientos de exportación. La participación de los diferentes países en la base industrial de defensa europea debería ser equilibrada y reflejar el principio de interdependencia.
Para conseguir lo anterior, se requiere una política propia que tenga como objetivo reforzar la base industrial y tecnológica de la Defensa mediante la promoción de las empresas del sector, buscando alcanzar, tanto una dimensión empresarial, como una capacidad tecnológica que sean acordes con nuestro nivel industrial y con nuestra contribución a la defensa común.
España apoyará a las empresas líderes en este sector para que puedan contribuir con criterios competitivos, a través de la aportación de sus productos, al desarrollo de una defensa común europea. Para tal propósito, se pretende realizar un esfuerzo en tres áreas principales: investigación y desarrollo, libre competencia y uso de productos comerciales.
- Se dotará con fondos de investigación y desarrollo el esfuerzo de innovación tecnológica, para que las empresas españolas puedan competir con el resto de la industria europea y mundial en este sector.
- Se fomentará la libre competencia y se mejorarán los procedimientos de adquisición del material militar.
- Se utilizarán cada vez más, y siempre que sea compatible con los requisitos, las tecnologías y los productos de origen comercial, acudiendo a un empleo más intenso de las normas y estándares civiles.
Estas medidas deben ir acompañadas de una estrategia de expansión hacia fuera de nuestras fronteras de aquellas empresas que, por su dimensión y su calidad ya consolidadas, puedan acceder al mercado exterior con sus productos y participar en programas de cooperación internacional, para lo que se apoyará su integración en consorcios industriales transnacionales. Por otro lado, en un mercado globalizado y cada vez más competitivo, la demanda militar no será en muchos casos suficiente para alcanzar la dimensión necesaria.
En línea con lo anterior, España participa en la iniciativa que pretende alcanzar la reestructuración de la industria europea de defensa, y con este propósito firmó el 6 de julio de 1998, junto con Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Suecia, la Carta de Intenciones para establecer un marco cooperativo que facilite la citada reestructuración. La finalidad de dicha Carta es indicar las áreas en las que los países citados se proponen encontrar soluciones comunes a los problemas identificados en este ámbito, definiendo los principios, organización y responsabilidades, para seguidamente negociar los acuerdos y pactos apropiados que podrían, en su caso, implicar la modificación de las normativas nacionales afectadas.
El necesario progreso hacia la racionalización de las estructuras de defensa, tanto en los países participantes como en los distintos foros europeos, depende, en gran medida, del desarrollo de una industria europea fuerte, competitiva y eficiente. Sin embargo, es la industria la que debe establecer la base necesaria para lograr la reestructuración y, en este sentido, el paso dado por las industrias aeroespaciales europeas y, más concretamente por la española, es un claro exponente del deseo común de alcanzar acuerdos en este campo.
Para establecer las condiciones adecuadas a estos objetivos, se estima prioritaria la eliminación de obstáculos a la mencionada reestructuración industrial, especialmente en las áreas de seguridad de suministro, procedimientos de exportación, financiación de la investigación y el desarrollo, seguridad de la información y derechos de propiedad intelectual, preservándose al mismo tiempo los intereses de la Defensa.
Infraestructura
La Política de Infraestructura de la Defensa tiene por finalidad dotar a las Fuerzas Armadas de las instalaciones fijas adecuadas para satisfacer sus necesidades de despliegue y los requisitos técnicos operativos derivados del Plan Estratégico Conjunto. Debe advertirse, ante todo, que el Ministerio de Defensa no posee, en sentido estricto, propiedades inmobiliarias que, como tales, no existen. Estos activos son propiedades de dominio público estatal afectas a la Defensa que tienen, por lo tanto, la consideración de bienes demaniales.
La gestión de la infraestructura debe pretender adaptarse a una situación cambiante, de forma que siempre se acomode a las necesidades reales. Puede parecer que la infraestructura podría modificarse o reducirse con facilidad, pero no es así. Es relativamente sencillo crear una instalación modesta con necesidades limitadas, pero pronto empieza a crecer y a echar profundas y ramificadas raíces que se agarran al terreno, de tal forma que al poco tiempo cuesta mucho evitar que siga desarrollándose, y a la larga, el esfuerzo requerido para su traslado o supresión llega a ser excesivo.
Puesto que la infraestructura es un medio al servicio de la Fuerza, debe aplicarse con rigor a su valoración el principio de coste-eficacia y no debe crearse más que en aquellos casos en los que su utilidad futura sea manifiesta. Hasta bien entrada la década de los años ochenta, el modelo territorial de las Fuerzas Armadas respondía a una concepción clásica de defensa ligada casi en exclusividad al propio espacio de soberanía, es decir, tenía un marcado carácter territorial. Por esta razón se generó una progresiva acumulación de patrimonio a lo largo del tiempo, con independencia de su utilidad militar real.
Al cambiar el escenario estratégico internacional, finalizada la Guerra Fría, el patrimonio inmobiliario afecto a Defensa era enorme, muy disperso en su ubicación y, en muchos casos, especialmente en la ubicación urbana, de escasa utilidad operativa. La realidad es que la mayoría de las instalaciones se habían establecido en las periferias de los núcleos de población. Con el tiempo llegaron a encontrarse dentro o incluso en el centro de los cascos urbanos, con las dificultades que ello representa para la actividad de las unidades militares y para el mismo desarrollo urbanístico.
La antigüedad y dispersión de muchas construcciones provocaba elevados costes de mantenimiento y conservación, en detrimento de los de inversión. Una concepción de defensa con visión de futuro imponía abandonar el concepto de infraestructura patrimonial, sustituyéndolo por un nuevo modelo de carácter eminentemente funcional, sostenible y, en definitiva, basado en un patrimonio más reducido y acorde con las nuevas necesidades.
La Política de Infraestructura da máxima prioridad a las inversiones en instalaciones militares como soporte del doble proceso de profesionalización y modernización de las Fuerzas Armadas. Los principios en que se basa esta política son de reducción y redespliegue de unidades y desafectación de todo aquel patrimonio que no sea necesario. Para ello se llevan a cabo las siguientes acciones:
- Concentración máxima de las unidades, centros y organismos en instalaciones que dispongan de una ubicación e infraestructura adecuadas a tal fin.
- Cierre de aquellas instalaciones que, por necesidades operativas o funcionales, no cumplan los fines para los que fueron creadas originariamente.
- Modernización de la infraestructura disponible hasta adaptarla a los requerimientos de unas Fuerzas Armadas plenamente profesionales.
- Declaración de "no necesidad" y desafectación de aquellos inmuebles y propiedades que vayan quedando desalojados como consecuencia de las adaptaciones orgánicas que imponga el proceso de redespliegue.
- Promoción de una necesaria coordinación y eficaz colaboración entre el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire para la utilización conjunta de instalaciones, fundamentalmente de Apoyo Logístico, Apoyo al Personal y Logística de Transporte.
- Aprovechamiento de todas las posibilidades que ofrece la OTAN dentro de sus programas de inversiones para llevar a cabo proyectos de infraestructura en territorio español.
La ostensible reducción del patrimonio público afecto a Defensa, hoy en curso, es posible gracias a una política muy cuidadosa de enajenaciones que salvaguarde en todo momento los intereses de la Defensa.
Los recursos generados por la Gerencia de Infraestructura y Equipamiento de la Defensa, organismo responsable de las citadas enajenaciones, han sido utilizados para acometer reformas necesarias. En este sentido, el 47,41% de la inversión total en Infraestructura de la Defensa durante el período 1993/1999 se realizó con cargo a los recursos obtenidos por enajenación de bienes de dominio público afectos a la Defensa, previa su desafectación del Departamento, una vez declarados de no utilidad militar.
Para el período 2000-2005, las previsiones de inversión con los recursos obtenidos por la Gerencia se elevan a 52.600 millones de pesetas, el 41% del total de inversiones en infraestructura que ascienden a 127.268 millones, mientras que la inversión estimada vía presupuestos generales se eleva a 74.668 millones, el 59% del total. Estos porcentajes evidencian la importancia de la actuación de la Gerencia como modelo de financiación alternativo e instrumento de la Política de Infraestructura.
Medio ambiente
La protección del medio ambiente se ha convertido en un reto permanente de la sociedad, lo que ha propiciado la formación de una conciencia colectiva sobre el problema del deterioro ambiental y de la utilización inmoderada de los recursos naturales de nuestro planeta, debido a la acción directa del hombre sobre la naturaleza en su afán de progreso a través del desarrollo económico y tecnológico. A estas inquietudes no ha sido ajeno el Ministerio de Defensa, que ha tomado diferentes iniciativas encaminadas a hacer compatible la misión y preparación de las Fuerzas Armadas con la protección y salvaguarda del medio ambiente.
En este campo, la política de actuación del Ministerio de Defensa está dirigida a la conservación, protección y, en caso necesario, recuperación de las condiciones medioambientales en sus instalaciones, espacios de maniobra y zonas dedicadas a usos militares. A tal fin, en 1992 se creó una Comisión de Defensa para la Protección Ambiental, con la misión de proponer y supervisar los planes y asesorar sobre estas cuestiones, desde el compromiso de desempeñar un papel activo en este tema.
Desde hace tiempo, las Fuerzas Armadas se han involucrado en diversas actuaciones medioambientales, especialmente en materia de repoblación forestal en bases y campos de adiestramiento y maniobras, así como en la prevención de incendios y el apoyo a su extinción.
Las grandes líneas de la Política Medioambiental del Departamento se concretan en la consecución de los siguientes objetivos:
- Incrementar la conciencia individual y colectiva de los miembros de las Fuerzas Armadas mediante programas de formación, información y otros divulgativos.
- El desarrollo de proyectos de mejora del rendimiento energético, la utilización de energías no contaminantes y el desarrollo de energías alternativas renovables.
- El mantenimiento de los ecosistemas en las zonas de uso militar y la reutilización y reciclado de residuos y reducción de su generación.
- Prevención y lucha contra la contaminación, mediante acciones que permitan evitar o disminuir daños y vertidos, limitar ruidos y emanaciones y controlar las consecuencias de toda índole de las actividades militares sobre el medio natural.
- Colaboración con otros organismos oficiales, nacionales e internacionales, responsables de la conservación del medio ambiente.
Para la ejecución de estas políticas, el Ministerio de Defensa ha aprobado unas normas e implantado un Sistema de Gestión Medioambiental, que permita hacer compatible la conservación y mejora del medio ambiente con las actividades de las Fuerzas Armadas. Estas medidas han sido aplicadas por primera vez en el Campo de Adiestramiento de la Sierra de Retín en Barbate (Cádiz), en los Campos de Maniobras de El Palancar y Hoyo de Manzanares (Madrid) y en la Base Aérea de Getafe (Madrid). En un futuro está prevista su implantación en otras instalaciones y dependencias, incluida la propia sede de los órganos centrales.
La importancia que el Ministerio de Defensa concede a la conservación del medio ambiente puede medirse por las inversiones realizadas en este campo, aún en un marco de restricciones presupuestarias. En el año 1999, el gasto ascendió a más de 2.000 millones de pesetas. Estas actuaciones continuarán en el futuro, dando prueba del compromiso de nuestras Fuerzas Armadas con la conservación, protección y recuperación del medio ambiente.