Título: España. Libro Blanco de la Defensa 2000 - Capítulo V
CAPÍTULO V
PROFESIONALIZACIÓN
El nivel de educación y formación profesional de los ciudadanos es uno de los valores en los que se fundamenta el progreso de las sociedades dotadas de un alto grado de desarrollo. Partiendo de este potencial humano es posible encontrar las personas más adecuadas para desempeñar eficientemente cualquier tarea, siempre que sean seleccionadas de acuerdo con sus aptitudes y se las motive adecuadamente, consiguiéndose así altos rendimientos donde apliquen sus esfuerzos. Esta oferta laboral presenta, sin embargo, altos costes en una sociedad desarrollada, tanto en su estructura social como en su organización económica. De ahí que en las organizaciones actuales se hagan los mayores esfuerzos para obtener el personal que verdaderamente precisan y, una vez incorporado, gestionarlo adecuadamente para conseguir la máxima eficacia en su trabajo.
En el ámbito de la Defensa se deben aplicar las mismas premisas anteriores para gestionar sus recursos humanos, que comprenden tanto a los militares como a los civiles que prestan sus servicios en el Ministerio de Defensa. Estos recursos deben considerarse como un bien escaso ante la incidencia de dos factores: de una parte, su elevado coste y de otra, la disminución paulatina de la tasa de juventud que hace años experimenta la sociedad española.
Hoy, como antaño, las personas siguen siendo el mayor valor con que cuentan las Fuerzas Armadas. De nada serviría disponer de los últimos avances tecnológicos si no se contase con personal suficiente, bien formado y altamente motivado; así como con líderes en los diferentes niveles de la organización que aseguren el cumplimiento de las tareas asignadas. Por eso los recursos humanos son el factor más crítico de nuestra Política de Defensa.
Una exigencia y un desafío
Una de las consecuencias más importantes de los cambios estratégicos experimentados durante los últimos años, con la desaparición de la amenaza sobre las fronteras nacionales, ha sido la reducción de los efectivos militares. Para hacer frente a los riesgos derivados de un entorno más seguro, pero menos estable, normalmente es necesario desplegar fuerzas fuera del propio territorio, lo cual requiere un personal adecuadamente preparado para ello. Consecuentemente, en esta nueva situación se ha manifestado en la mayoría de las naciones de nuestro entorno una tendencia hacia la desaparición del reclutamiento obligatorio. A esa aspiración social responde la decisión de suspender la prestación del servicio militar, que en España será muy pronto una realidad.
Este escenario, en el que han emergido nuevas misiones que se añaden a las tradicionales de autodefensa y en el que la convergencia de esfuerzos impone la necesidad de entenderse con los aliados, plantea exigencias concretas para el nuevo personal profesional de tropa y marinería, así como para sus cuadros de mando. La Iniciativa de Capacidades de Defensa, aprobada por los Jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre de Washington de abril de 1999, señala el criterio, generalmente aplicado en las fuerzas armadas de Occidente en el siglo XXI, de compensar unos efectivos reducidos mediante la más alta eficacia, inducida en gran medida por la eficiencia del personal militar profesional. Paralelamente, la revolución tecnológica ha introducido importantes cambios en el armamento y en el equipo militar, cuya adecuada utilización y mantenimiento demanda personal muy especializado.
Es indudable que, bajo estas circunstancias, se requieren hombres y mujeres mucho más cualificados, lo cual obliga a buscar soluciones que permitan compaginar la entidad de los efectivos con su calidad y preparación. Se debe dar respuesta, por lo tanto, a un triple desafío: dotar a las Fuerzas Armadas con personal motivado, en número suficiente y con un alto grado de preparación. Para lograr una respuesta satisfactoria a este desafío se ha pasado del "modelo mixto" del año 1991 al nuevo "modelo plenamente profesional" en el que el total de los integrantes de las Fuerzas Armadas pasarán a ser profesionales.
A las razones estratégicas y tecnológicas antes apuntadas se une la demanda de la sociedad española de suprimir la prestación del servicio militar obligatorio. La sociedad no aceptaba, por ejemplo, que fuera cumplido por una reducida porción de la población, al excluirse a las mujeres y a un considerable número de varones que, por razones médicas u otras exenciones, tampoco realizaban la prestación del servicio obligatorio. Este conjunto de razones llevó al Gobierno a optar por un modelo de Fuerzas Armadas profesionales en sustitución del modelo mixto.
La profesionalización de las Fuerzas Armadas, además de un hito histórico, es un reto para España, cuya seguridad va a depender de que el proceso emprendido llegue a buen puerto. Pero, en primer término, la profesionalización es un proceso de modernización que afecta a todos los ámbitos de la institución militar. En efecto, se trata de un esfuerzo cuyos resultados no dependen tan sólo del acierto de una gestión específica de recursos humanos, sino de construir unas Fuerzas Armadas con una estructura más eficaz, pero al mismo tiempo más reducida, que permita satisfacer las necesidades del modelo adoptado con los recursos humanos que la sociedad puede aportar y sin generar un desbordamiento de sus costes financieros.
Dar respuesta a ese desafío es tarea que, en particular, concierne a los oficiales y suboficiales a quienes, como líderes del soldado y del marinero, se confía su motivación, preparación y conducción. Es evidente que el estilo de mando deberá adaptarse a las necesidades específicas de un personal de tropa y marinería con mayor permanencia y experiencia que en el pasado. Esta circunstancia, unida al hecho de que en lo sucesivo sólo existirá en las Fuerzas Armadas una vinculación profesional con el servicio, supone para la Administración enfocar la gestión de personal con criterios que permitan el adecuado tratamiento de sus aspectos profesionales y sociales, planteamiento muy diferente al del anterior modelo mixto.
La transformación profesional de las Fuerzas Armadas lleva aparejada, por tanto, una atención creciente a los aspectos ocupacionales de la relación de servicio de los militares, condición necesaria que no debe ir en detrimento de la vinculación de sus miembros a la institución militar mediante la adhesión personal a sus valores característicos, entre los que ocupa un lugar central el servicio a España en el marco definido por la Constitución y las leyes.
Hay que destacar, por último, que el éxito de este modelo depende en gran medida de la relación entre la sociedad y las Fuerzas Armadas, que deberá encontrar nuevos caminos tras la supresión del servicio militar. Hoy, igual que en el pasado, las Fuerzas Armadas necesitan de la aceptación, apoyo y disposición de los ciudadanos a participar personalmente, de forma permanente o temporal, en sus cometidos, así como a sustentar económicamente sus costes vía presupuesto.
Características básicas del modelo
Los principios generales que orientan el nuevo modelo de Fuerzas Armadas profesionales son los formulados en el Dictamen de la Comisión Mixta Congreso-Senado, ya mencionado. Entre ellos figuran los efectivos máximos y los rasgos básicos de los compromisos de servicio, del reclutamiento y de la formación de los militares profesionales de tropa y marinería. El dictamen determina también un período transitorio para la implantación del nuevo modelo, de forma que no se vea perturbado el funcionamiento de las Fuerzas Armadas.
Los criterios establecidos por la Comisión Mixta están siendo aplicados en el conjunto normativo que regulará finalmente el personal militar de las Fuerzas Armadas españolas de principios del siglo XXI. La piedra angular de ese marco jurídico es la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas. Esta importante disposición establece, entre otros aspectos básicos del modelo, los efectivos de las Fuerzas Armadas, los cometidos que corresponde prestar a los militares pertenecientes a los diferentes Cuerpos y categorías y las normas por las que debe regirse su ingreso, formación y trayectoria profesional. También contiene las previsiones para la aportación suplementaria de reservistas en caso de necesidad.
En el área organizativa, de importancia decisiva para la practicabilidad del nuevo modelo, se han emprendido las tareas necesarias para la racionalización y reducción de las actuales estructuras y funcionamiento interno del Ministerio de Defensa, con objeto de hacer el uso más eficaz de los limitados recursos humanos de los que debe disponerse y contener los correspondientes costes presupuestarios. En el marco de esta reorganización debe hacerse especial mención a la adopción progresiva de unos modernos procesos de gestión de personal, que ya han comenzado a implantarse, coherentes con las nuevas realidades profesionales y sociales en el seno de las Fuerzas Armadas.
Efectivos
La ley fija en 48.000 el número de oficiales y suboficiales y entre 102.000 y 120.000 el de militares profesionales de tropa y marinería, que totalizan unos efectivos máximos de 168.000, dentro de la horquilla de 150.000 a 170.000 militares profesionales establecida en el Dictamen de la Comisión Mixta Congreso-Senado.
Esto supone un importante esfuerzo de reducción, si se tiene en cuenta que en el año 1984 los efectivos totales ascendían a 373.000, de los cuales 66.505 eran cuadros de mando, y que según el modelo Fuerzas Armadas 2000 aprobado por el Congreso de los Diputados en el año 1991, los efectivos debían ser 180.000, repartidos en 49.720 cuadros de mando y 130.280 de tropa y marinería, incluidos 50.000 militares profesionales.
El planeamiento de la defensa militar en curso apunta en sus estimaciones hacia una cifra de efectivos máximos de 48.000 cuadros de mando y 110.500 de tropa y marinería profesionales.
La cifra global de 48.000 cuadros de mando, oficiales y suboficiales, implica una reducción de los efectivos aprobados por la Ley 14/1993, de 23 de diciembre, de Plantillas de las Fuerzas Armadas. Se requiere por tanto realizar una reducción gradual y progresiva en los próximos años de los efectivos de cuadros de mando. Para ello el Gobierno está autorizado a establecer las plantillas de oficiales y suboficiales para períodos de cinco años, debiendo informar a las Cortes Generales de su decisión. Las plantillas correspondientes a los próximos cinco años han sido aprobadas por el Real Decreto 1460/1999, de 17 de septiembre, que ha sido presentado en el Congreso de los Diputados y al que dieron su apoyo todas las fuerzas políticas presentes en la sesión.
[Ver Figura 1
]
Los dos mecanismos fundamentales para la progresiva adaptación de la entidad de los cuadros de mando serán la limitación de los ingresos de los militares de carrera en las Fuerzas Armadas a una cifra comprendida entre el 50 y el 70 por 100 de la media de pases a retiro en los diez años siguientes y el aumento de los militares de complemento hasta alcanzar una proporción adecuada con los militares de carrera.
Por lo que respecta a la tropa y marinería profesional, dando cumplimiento a las previsiones de la ley, el Gobierno ha establecido, dentro del período transitorio para la adaptación al nuevo modelo, un plan de incorporaciones que, atendiendo tanto a las circunstancias presupuestarias como de organización, reclutamiento y formación, permita lograr un incremento, a partir de 1999, no inferior a 17.500 personas/año. Este ritmo hará posible cerrar el período transitorio dentro del calendario previsto, al tiempo que resulta garantizada la correcta operatividad de las Fuerzas Armadas en el contexto del cambio de modelo.
Perfil del militar profesional
La adopción del nuevo modelo de Fuerzas Armadas exige no sólo atender a cuestiones como reclutamiento o costes, por importantes que sean, sino a los referentes al servicio de los militares de tropa y marinería profesional, así como a los oficiales o suboficiales que han de mandarlos.
Los rasgos más importantes que definen la figura del militar profesional, a cuyo logro debe tender la formación que han de recibir, son los siguientes:
- Una combinación equilibrada entre valores inseparables de la idea de ser humano, según es comúnmente entendida en nuestra época, como dignidad, libertad, justicia y solidaridad, con virtudes militares, como lealtad, valor y disciplina, que necesita para prestar un servicio adecuado a la naturaleza de las Fuerzas Armadas.
- Integración en el ambiente cultural y conocimiento profundo de las preocupaciones y aspiraciones de la sociedad a la que, como militar, debe servir mediante el uso racional de los singulares medios de fuerza que el Estado deposita en sus manos.
- Capacidad profesional para el mejor uso y administración posible de los medios humanos y materiales de los que en cada momento disponga: iniciativa, discernimiento, inteligencia y sentido práctico suficiente para hacer frente con eficacia a cuantas circunstancias se le presenten.
- Aptitudes física y psicológica adecuadas a las exigencias profesionales y humanas anteriormente descritas.
- Capacidad para asimilar cuantas nuevas exigencias profesionales puedan provenir del continuo avance actual de la ciencia y la técnica, así como de las diferentes coyunturas por las que atraviesen las relaciones propias de la cambiante situación internacional en la que nos encontramos.
Principio de igualdad
Uno de los asuntos de especial relevancia del nuevo modelo de Fuerzas Armadas es el que se refiere al régimen profesional de la mujer dentro de la institución militar.
La legislación anterior abrió a la mujer las puertas de los Ejércitos, pero aún excluía al personal femenino de determinados puestos en las unidades. Decidida la suspensión del servicio militar que sólo obligaba a los varones, el principio de igualdad en las Fuerzas Armadas se aplica con todas sus c o n s e c u e n c i a s , debiendo eliminarse cualquier diferencia profesional entre uno y otro sexo. Se mantendrán, sin embargo, normas específicas relativas a la condición femenina en materias como uniformidad, alojamiento o atención a la maternidad que permitan alcanzar una igualdad efectiva. En este sentido, se establecerán diferencias en las condiciones físicas exigibles con carácter general para el ingreso o permanencia en el servicio a hombres y mujeres.
Aportación suplementaria de recursos humanos
La suspensión del cumplimiento de las obligaciones militares de los españoles no modifica el derecho y el deber, constitucionalmente establecido, de efectuar esta prestación en caso de riesgo grave para la seguridad nacional que haga necesaria la participación de todos los ciudadanos en la Defensa. Incluso, pueden darse situaciones en las que los efectivos autorizados con carácter ordinario no resulten suficientes, sin que la gravedad de las circunstancias justifique medidas de movilización general. Con objeto de asegurar a las Fuerzas Armadas recursos humanos suplementarios cuando sea preciso, se ha establecido la figura del reservista en diferentes modalidades y grado de compromiso: temporal, voluntario y obligatorio.
Tendrán la consideración de reservistas temporales los militares profesionales que cesan en su relación con las Fuerzas Armadas. Esta situación conlleva el deber, durante un plazo de entre uno y cinco años (dependiendo del compromiso adquirido), de volver al servicio si son llamados al mismo. Serán reservistas voluntarios los españoles que resulten seleccionados tras optar a las plazas que se convoquen al efecto. Tanto los reservistas temporales como los voluntarios se destinan a completar puestos en las unidades o reconstituir determinadas fuerzas de reserva. La ley establece la posibilidad de que los reservistas temporales y voluntarios puedan también participar en misiones en el extranjero.
En cuanto a los reservistas obligatorios, serán los ciudadanos declarados como tales por el Gobierno, previa autorización del Congreso de los Diputados, cuando las necesidades de la Defensa lo hagan necesario. Se establece que en la incorporación de reservistas obligatorios se respete el derecho a la objeción de conciencia, que se admitiría con la simple declaración de los interesados, por lo que en caso de una incorporación obligatoria serían asignados a organizaciones con fines de interés general en las que no se requiera el uso de las armas.
La gestión de personal
En unas Fuerzas Armadas plenamente profesionales, la gestión de personal, como elemento básico de la Política de Defensa, debe satisfacer en cantidad, calidad y motivación las necesidades de la Fuerza y del Apoyo a la Fuerza en nuestros Ejércitos, articulando unos adecuados sistemas tanto para el reclutamiento y la enseñanza como para el conjunto de su trayectoria profesional.
En este nuevo marco, la gestión de personal debe ser conjunta, flexible, personalizada, descentralizada e incentivadora del mérito y la capacidad.
- Conjunta, de forma que prevalezca la globalidad de las Fuerzas Armadas, sus misiones y capacidades sobre lo específico e impulse una nueva mentalidad en la que todos los integrantes de la organización compartan la potenciación de las actividades conjuntas.
- Flexible, y por ello capaz de una rápida adaptación al nuevo entorno y a las exigencias de unas nuevas Fuerzas Armadas profesionales.
- Personalizada, para lograr un mejor desarrollo profesional de todos sus miembros, potenciando los departamentos de recursos humanos.
- Descentralizada, para posibilitar una gestión más próxima y atenta a las necesidades inmediatas.
- Incentivadora del mérito y la capacidad, definiendo criterios y arbitrando procedimientos para que, en el futuro, la trayectoria profesional del militar sea más reflejo de estos principios y criterios que de la pura antigüedad.
Todos estos elementos configurarán una política de recursos humanos que, respetando las singularidades de la institución militar, sea homologable con las políticas que siguen las organizaciones modernas orientadas al logro más eficiente de sus objetivos y al desarrollo de la carrera de sus profesionales. Dentro de dichas singularidades, la movilidad geográfica por razones profesionales de los miembros de las Fuerzas Armadas, derivada de su permanente disponibilidad, tiene singular importancia en el ámbito de la política de personal. Por ello, la Ley 26/1999, de 9 de julio, de medidas de apoyo a la movilidad geográfica establece una nueva política para apoyar las necesidades de vivienda por cambio de destino y localidad. Esta política se concreta fundamentalmente en una compensación económica y sólo en aquellos casos singulares que la propia ley define se facilitarán viviendas militares.
Incentivos al ingreso y permanencia en las Fuerzas Armadas
Es imprescindible para el mantenimiento del modelo de Fuerzas Armadas profesionales que exista una demanda suficiente por parte de la juventud española que permita cubrir las necesidades de tropa y marinería profesional según la oferta de plazas. Para tal fin, la política de personal tiene que hacer más atractiva la profesión militar proporcionando para ello los incentivos profesionales necesarios.
El reclutamiento es el gran desafío en los próximos años. Esto exige la adopción de un programa de recursos humanos completo, flexible, progresivo y practicable, ya que supone un incremento neto anual de 17.500 soldados y marineros profesionales y, posteriormente, el mantenimiento de los efectivos de tropa profesional fijados.
El nuevo modelo de Fuerzas Armadas plenamente profesionales apuesta con decisión por un sistema abierto, en el que convivan armónicamente la necesaria permanencia y la obligada renovación de sus efectivos de tropa y marinería. No se trata de un modelo cerrado, sino rotativo, en el que el flujo de entradas y salidas permita diseñar un juego equilibrado de permanencias, renovaciones y nuevos ingresos. Un cierto número de permanencias son imprescindibles para que la organización militar obtenga el máximo rendimiento de sus profesionales y, a su vez, éstos puedan aspirar, si lo desean, a desarrollar una completa carrera profesional militar.
En su conjunto el sistema ofrecerá un amplio abanico de salidas. El soldado o marinero que se incorpora a las Fuerzas Armadas tiene ante sí un horizonte profesional abierto; puede progresar en su propia especialidad como militar profesional y orientar su futuro hacia la permanencia en la categoría de tropa y marinería y, eventualmente, en las de suboficial u oficial; pero puede igualmente capitalizar la formación adquirida y la experiencia profesional acumulada para su recolocación en el mundo laboral, tanto en el ámbito público como en el privado.
El énfasis para conseguir tal objetivo se debe orientar hacia varios aspectos. Primero, transmitir a la juventud española una imagen real de las oportunidades de la profesión militar, así como incrementar la presencia de la mujer. Segundo, establecer un sistema de selección continuado que permita incorporar a las Fuerzas Armadas durante todo el año a los jóvenes españoles en las plazas que, dentro del sistema de rotación, vayan quedando libres.
Otra importante cuestión es la permanencia en el servicio de un alto porcentaje de soldados y marineros mediante la ampliación sucesiva de sus compromisos. Para que ello sea posible se están diseñando modelos de trayectoria que supongan un horizonte profesional definido, que incluye, entre otras posibilidades, la especialización en funciones técnicas adecuadas a la edad y experiencia de los más veteranos, su acceso, en proporción limitada, a una relación de servicios de carácter permanente, o su promoción a la categoría de suboficial, con reserva de todas las plazas que se convoquen para ello.
Apoyo a la reincorporación laboral
Estas opciones no tienen que ser seguidas por todos, ni es tampoco posible ofrecer, con carácter general, la continuación indefinida en el servicio. El modelo adoptado se basa en que una gran proporción de los soldados y marineros abandone voluntariamente el servicio, transcurridos los primeros compromisos, o deba hacerlo en el caso de que no sea posible su renovación. También en estos supuestos, no obstante, deben estar debidamente cubiertas las expectativas profesionales, para lo que se reserva a la tropa y marinería al menos el cincuenta por ciento de la oferta de plazas de la Guardia Civil. En cualquier caso, se apoyará su incorporación al mundo laboral, una vez extinguida su relación de servicios con las Fuerzas Armadas, facilitando su adecuada preparación. Para ello la ley encarga al Gobierno la preparación de un plan de actuaciones de apoyo a la reincorporación laboral de los militares profesionales de tropa y marinería.
En el nuevo modelo de Fuerzas Armadas, como ya ocurría en la situación precedente, se concibe la enseñanza militar como un sistema integrado en el sistema educativo general. En este marco, se pretende potenciar la calidad de la formación como uno de los mayores alicientes para captar a militares profesionales que hayan de mantener sólo una relación de servicios de carácter temporal y tengan, por tanto, otras expectativas laborales para el futuro. Con este propósito, el modelo de enseñanza deberá estar diseñado para facilitar, una vez finalizado el compromiso en las Fuerzas Armadas, la reincorporación al mundo laboral.
Sistema de enseñanza militar
El sistema de enseñanza militar constituye el área de trabajo fundamental para conseguir los profesionales que necesitan las Fuerzas Armadas. El sistema de enseñanza militar se configura como el pilar básico para cualificar los recursos humanos disponibles y se caracteriza por tres elementos constitutivos fundamentales:
- Formación integral, porque las Fuerzas Armadas son depositarias de los medios de fuerza que el Estado proporciona para su defensa. El empleo de estos medios requiere unos profesionales con la necesaria preparación técnica, pero, también, con una sólida formación humana.
- Globalidad, porque se ocupa tanto de la formación inicial como del perfeccionamiento y capacitación posterior en un proceso de permanente actualización, de forma que constituya un conjunto unitario que garantice la continuidad del proceso educativo, incorporando en su estructura docente todo lo concerniente a las enseñanzas correspondientes a la Tropa y Marinería.
- Integración en el Sistema Educativo General, que permite la progresividad y la complementariedad, en su caso, entre los estudios cursados en uno u otro sistema y posibilita la equivalencia de titulaciones y la convalidación de estudios en beneficio de la obtención de un mejor currículum y de una mayor calidad de la enseñanza en materias no específicamente militares, mediante los oportunos convenios con universidades y centros educativos, nacionales y extranjeros.
El proceso de profesionalización y de modernización que se está llevando a cabo en el seno de las Fuerzas Armadas demanda que la enseñanza militar se adapte a estas nuevas perspectivas con la suficiente agilidad y flexibilidad. Una nueva situación requiere respuestas no ancladas en planteamientos anteriores.
Las principales líneas de actuación de la enseñanza militar en un futuro a medio plazo están dirigidas a la revisión de los contenidos de los planes de estudio para adaptarlos a las nuevas concepciones estratégicas, a la participación en estructuras multinacionales y a las características de las operaciones actuales, que requieren una mejor preparación técnica, un nivel más alto de conocimientos de idiomas y un mayor ejercicio de la iniciativa en el desempeño profesional.
Igualmente se ultiman los estudios realizados en colaboración con el Ministerio de Educación y Cultura para establecer la equivalencia y convalidaciones de las titulaciones proporcionadas por el sistema de enseñanza militar y los títulos oficiales del sistema educativo general, de forma que se ofrezca a los militares profesionales de tropa y marinería, además de los conocimientos técnicos y de la experiencia laboral, un reconocimiento de titulación que les permita optar, en igualdad de condiciones, a los puestos de trabajo de un mundo laboral cada vez más competitivo.
Adaptación del personal civil
Un aspecto complementario, pero no menos importante, para la aplicación del nuevo modelo profesional es obtener el mejor rendimiento de los servicios prestados por el personal civil en el ámbito del Ministerio de Defensa. El personal militar de las Fuerzas Armadas debe ser empleado en tareas propiamente militares en las que sea insustituible, sin perjuicio de realizar aquellas otras que, aun siendo susceptibles de ser realizadas por personal civil, sea necesario llevar a cabo en lugares o en condiciones que hagan imprescindible el empleo de personal militar.
En este escenario, el personal civil está llamado a jugar un papel más relevante en la vida diaria de las Fuerzas Armadas. Es por ello que en el Dictamen de la Comisión Mixta Congreso-Senado, de 11 de mayo de 1998, se señala la necesidad, dentro del nuevo modelo de Fuerzas Armadas, de adaptar al personal civil, al servicio de la Administración Militar, a los requerimientos del modelo de la plena profesionalización de las Fuerzas Armadas, lo que hace necesario reconsiderar tanto su número como sus características de formación y especialidad.
Estas nuevas exigencias requieren que los funcionarios y empleados civiles asuman nuevas tareas, además de las que actualmente desempeñan, siendo, por tanto, necesario proceder a la elaboración de un catálogo de puestos de trabajo para el personal civil del Ministerio de Defensa, así como un plan de reordenación y un proceso de formación que incremente la disponibilidad de estos recursos humanos y la capacitación adecuada a sus nuevas funciones.