Título: España. Libro Blanco de la Defensa 2000 - Capítulo IV
CAPÍTULO IV
UNAS FUERZAS ARMADAS PARA EL SIGLO XXI
Las Fuerzas Armadas son el instrumento específico de la defensa y la garantía, en último extremo, de nuestra seguridad. Esta es su auténtica razón de ser, que implica la exigencia permanente de adaptarse a los tiempos y de renovar sus capacidades para actuar con eficacia plena en la prevención y gestión de crisis y, en su caso, en los posibles conflictos que puedan surgir en el futuro. La voluntad de poner a punto nuestras fuerzas destaca, por lo tanto, entre los objetivos señalados en páginas precedentes, como auténtico corazón de la Política de Defensa. Unas Fuerzas Armadas para el siglo XXI. Esa es la meta.
A la hora de poner los cimientos de su eficacia futura, hay que contemplar a nuestras Fuerzas Armadas en su marco de referencia, esto es, en el seno de una sociedad con un alto grado de desarrollo, constituida como una de las democracias consolidadas y prósperas que forman el núcleo de la seguridad euroatlántica, como miembro de la OTAN y de la Unión Europea.
Para realizar eficazmente sus misiones, las Fuerzas Armadas deberán ser capaces de proyectar el potencial militar a gran distancia de sus bases y de actuar con la máxima efectividad en una amplia gama de situaciones operativas, incluyendo el combate de alta intensidad, si en algún momento se hiciese preciso.
En dicho escenario, dominado por las tecnologías de la información y las comunicaciones, por las armas de largo alcance y de alta precisión y por las exigencias de movilidad estratégica, la acción conjunta resulta un imperativo. El Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire aportarán fuerzas con capacidades específicas, insustituibles en sus respectivas posibilidades operativas, pero concebidas para contribuir conjuntamente a un esfuerzo único.
En este capítulo se expone la estrategia militar española, diseñada para encauzar la actuación de las Fuerzas Armadas, sus misiones y cometidos, y la entidad, características, capacidades operativas, nivel de preparación y disponibilidad que, en consecuencia, deben tener.
Estrategia militar
Nuestra estrategia militar se caracteriza por la idea de anticiparse al conflicto mediante una combinación de disuasión y prevención o, si el conflicto llegase a desencadenarse, por dar una respuesta resuelta y proporcionada que permita alcanzar los objetivos estratégicos, limitando al máximo los efectos no deseados.
La disuasión tiene por objeto evitar un posible ataque contra los intereses nacionales ante los daños inaceptables que, en su caso, sufriría un potencial agresor. El poder de disuasión se basa en la credibilidad, que es función de la entidad, preparación y disponibilidad de la fuerza y de la decidida voluntad de su empleo en caso necesario. Como garantía de los intereses vitales de España en cualquier escenario, la estrategia militar mantiene, por principio, un poder disuasorio convencional adecuado.
En el campo de la prevención, entendida como contribución activa al mantenimiento de la paz y la estabilidad, las Fuerzas Armadas son el instrumento específico de la diplomacia de defensa, término que comprende diversas medidas de cooperación orientadas a promover la confianza entre las naciones, el diálogo y el conocimiento mutuo, la verificación de las medidas de control de armamento y la transparencia recíproca en las actividades militares.
La gestión de crisis, combinación adecuada de prevención y respuesta, permitirá el control preciso de todas aquellas medidas de despliegue, presencia y demostración de fuerzas, de manera que su conjunto responda exactamente a la intención política, se pueda evitar o controlar la escalada y se deje siempre abierto un compromiso con el oponente.
La decisión política de hacer uso de la fuerza desencadena la respuesta militar mediante la aplicación de las capacidades militares, en apoyo o en conjunción con otras medidas de carácter político, económico, diplomático o de otra índole, que sean procedentes.
La actuación de las Fuerzas Armadas se inscribirá en un amplio concepto de maniobra conducente a obtener, mantener y explotar la iniciativa, razón por la cual deberá disponerse permanentemente de fuerzas preparadas para la acción, así como de planes y recursos adecuados para moverlas a la zona de operaciones, desplegarlas dentro de ella y empeñarlas en combate en la medida en que el cumplimiento de la misión así lo requiera.
Ante la previsible naturaleza de los conflictos, no se concibe una operación militar moderna sin la integración de las capacidades militares específicas de las fuerzas terrestres, navales y aéreas desde las primeras etapas de concepción y planeamiento. Dichas operaciones exigirán frecuentemente la actuación en el marco de operaciones multinacionales y la colaboración con otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
Probablemente, la actuación de las Fuerzas Armadas tendrá lugar a grandes distancias de nuestro territorio y durante períodos de tiempo no definidos. Esta actuación será selectiva en función de la situación, de modo que la decisión de actuar y la forma de ejecución se encuentren en consonancia con nuestras posibilidades y capacidades operativas militares.
Misiones y escenarios
En términos generales, las misiones de las Fuerzas Armadas deberán cumplirse en alguno de los siguientes escenarios:
- Situación de paz. Es la situación de estabilidad en la que el país desarrolla sus actividades normales. Las Fuerzas Armadas concentran su atención en su propia preparación y sirven como instrumento de la acción exterior del Estado. Las misiones más importantes que desempeñan son la disuasión y la prevención de conflictos mediante el cumplimiento de tareas de diplomacia de defensa. También son actividades características de las Fuerzas Armadas, en esta situación, el mantenimiento de una presencia efectiva en nuestros espacios de soberanía y su vigilancia habitual.
- Participación en operaciones de paz. Estas operaciones, que pueden abarcar un amplio espectro, desde la ayuda humanitaria hasta la imposición de la paz, constituyen un escenario importante dentro de la identificación de posibles misiones de las Fuerzas Armadas. España ya ha tomado parte activa en una gran parte de las llevadas a cabo en la última década. Hay que señalar, sin embargo, que estas misiones, de singulares características, no son las que determinan por sí mismas las capacidades de las fuerzas militares.
- Gestión de Crisis. La situación de crisis aparece cuando el diálogo y la cooperación entre naciones no pueden impedir la ruptura de la estabilidad internacional. Las operaciones de gestión de crisis son de naturaleza diversa e impredecible. Una evacuación de civiles sorprendidos en una zona conflictiva, un despliegue de fuerzas que responda a determinada decisión política, o una tarea de embargo marítimo, aéreo o terrestre son, por citar algunos casos, situaciones que merecerán tratamientos muy diferentes. Su entidad y carácter serán, por consiguiente, muy variables y requerirán, llegado el caso, aplicar la fuerza con prontitud y flexibilidad. Ello implica mantener el control de la situación, tanto para evitar la escalada de crisis a conflicto como para adoptar las apropiadas medidas de desescalada cuando llegue el momento.
- Conflicto armado limitado. España puede verse en la necesidad de defender sus intereses de seguridad interviniendo en un conflicto limitado junto con sus socios y aliados o, eventualmente, en el plano puramente nacional. Bajo esta premisa, y ante el compromiso que supone para nuestra defensa, el conflicto armado limitado será el supuesto que tenga mayor peso en un diseño realista de nuestras Fuerzas Armadas. La OTAN y la Unión Europea serían las grandes protagonistas en la región euroatlántica, dentro de la cual se incluye el entorno geoestratégico de máximo interés para España, es decir, Europa, el Mediterráneo Occidental y el Atlántico Oriental. La entidad y calidad de las fuerzas de las que España dispone para emplearlas en este tipo de conflicto son una permanente indicación de su resolución de defender los intereses nacionales y de contribuir al esfuerzo aliado.
- Conflicto armado generalizado. La defensa de los miembros de la OTAN ante un ataque generalizado es el compromiso más exigente de la solidaridad aliada: proteger la paz y garantizar la integridad territorial, independencia política y seguridad de los Estados miembros. Aunque este escenario es poco probable que se presente, no puede descartarse de antemano, por lo que debe contemplarse la necesidad de que nuestras Fuerzas Armadas contribuyan al esfuerzo común. Por ello, teniendo en cuenta que una situación semejante se presentaría probablemente con un tiempo considerable de preaviso y no por sorpresa, existirán planes para la generación de fuerzas adicionales y para la obtención de recursos extraordinarios para la Defensa.
En resumen, se puede afirmar que las misiones de las Fuerzas Armadas, en los diversos escenarios considerados, se sintetizan en tres: impedir cualquier tipo de agresión y, en su caso, responder a ella; participar plenamente con los aliados en la seguridad y defensa colectivas, en la medida de las posibilidades nacionales; y contribuir militarmente al mantenimiento de la paz y estabilidad internacionales, especialmente en nuestro entorno geográfico, y en la región euroatlántica.
A estas misiones de la Fuerza, de carácter estrictamente militar, se une la cooperación con las estructuras civiles, cuestión que, en el nuevo Concepto Estratégico de la Alianza se trata con mayor énfasis. Es natural que una organización como la militar, capaz de realizar misiones de gran envergadura, pueda participar eficazmente en situaciones de emergencia o catástrofe. Actuaciones de este tipo se llevan a cabo habitualmente tanto en el ámbito nacional como en el internacional, incluso en el contexto de operaciones de paz, para hacer frente a los problemas creados por desastres naturales.
[Ver Figura 1
]
En una concepción amplia de la defensa y la seguridad, la Guardia Civil, en función de su naturaleza, organización, formación, dimensión y despliegue, puede realizar una contribución significativa a la Defensa, especialmente en misiones de prevención de conflictos y de gestión de crisis, en las que se hace cada vez más patente la necesidad de proteger a la población en la zona de operaciones. Integrada en el seno de unidades militares puede realizar funciones propias de policía militar, control de tráfico, protección y seguridad de personas e instalaciones y orden público o policía judicial, entre otras.
Recíprocamente, no puede descartarse que las Fuerzas Armadas sean llamadas a colaborar en la lucha contra el terrorismo internacional, narcotráfico, crimen organizado o inmigración clandestina realizando tareas de vigilancia o de apoyo técnico adecuadas a sus capacidades específicas. Hay que tener presente, sin embargo, que estos cometidos no están estrictamente comprendidos en el ámbito de la Defensa. La posible actuación de las Fuerzas Armadas en su cumplimiento se realizará, por tanto, en apoyo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de conformidad con los criterios de coordinación que se establezcan legal y reglamentariamente.
Capacidades militares
Las Fuerzas Armadas deben tener unas capacidades militares que les permitan cumplir con éxito sus misiones mediante la aplicación de la estrategia militar, en un entorno como el actual en el que la naturaleza de los conflictos no es fácilmente predecible. No son válidos ya los sistemas de actuación rígidos frente a una amenaza definida; es necesario contar con unas estructuras y unos procedimientos flexibles que permitan reaccionar adecuadamente en cualquier situación de riesgo. Dar una respuesta apropiada en cada caso supone, ante todo, un cambio importante de mentalidad para desarrollar capacidades conjuntas para proyectar nuestro potencial militar, de manera que exista la coherencia necesaria entre los medios y el eficaz cumplimiento de las operaciones que más probablemente habrá que realizar en el futuro.
La compatibilidad entre las capacidades militares necesarias para cumplir las misiones de defensa, de una parte, y de expansión de estabilidad, de otra, es una circunstancia particularmente significativa en el caso de nuestro país, a causa de las características de su territorio y de la situación geoestratégica del mismo. Esta es una reflexión obligada si se desea obtener la máxima rentabilidad de los recursos que deben dedicarse en los próximos años a la Fuerza.
En efecto, la condición básicamente peninsular de España, con sus archipiélagos en el Mediterráneo y en el Atlántico y enclaves al otro lado del Estrecho, exige un despliegue disperso de las fuerzas y presenta singulares demandas de control de los espacios marítimo y aéreo, así como de capacidad de proyección del potencial militar. Por otra parte, la situación excéntrica del territorio nacional con respecto al continente europeo condiciona la contribución al esfuerzo aliado a la necesidad de dotar a nuestras fuerzas de la necesaria movilidad estratégica.
Las capacidades de transporte para la proyección de fuerzas se miden por el volumen de los medios que pueden trasladar y por la rapidez y facilidad de sus procedimientos de carga y descarga en terminales logísticos. Será preciso incrementar los medios actuales de transporte marítimo y aéreo para desplegar las fuerzas y asegurar su sostenimiento. Su desarrollo es una exigencia prioritaria, por lo que se incrementarán los medios disponibles complementando este servicio conjunto con medios contratados.
La participación internacional de España implica la necesidad de compaginar nuestras capacidades de Defensa con las de nuestros aliados. Ello supone un reto y unas ciertas exigencias a nuestras Fuerzas Armadas:
- Su entidad estará en consonancia con el peso relativo que nuestro país quiera tener en el ámbito multinacional
- Su calidad, tanto en formación del personal como de equipamiento y adiestramiento, deberá ser equiparable a la de las fuerzas de nuestros aliados
- Su estructura y la potenciación de la interoperabilidad permitirán constituir agrupaciones de fuerzas capaces de integrarse en fuerzas multinacionales como contribución al esfuerzo aliado, si la necesidad surge
La Iniciativa de Capacidades de Defensa de la Alianza Atlántica, aprobada por los Jefes de Estado o de Gobierno en la Cumbre de Washington de abril de 1999, constituye un marco de referencia para que las naciones miembro de la Alianza desarrollen las capacidades militares necesarias con el fin de cubrir el espectro de misiones del nuevo Concepto Estratégico y conseguir, en particular, una visión operativa común.
Con esta iniciativa se pretende que las naciones aliadas cuenten con fuerzas dotadas de capacidades para desplegar y combatir en cualquier ambiente en un conflicto armado, particularmente en misiones de larga duración y en escenarios alejados. Adquiridas estas capacidades, las fuerzas estarán también en condiciones de actuar con éxito en situaciones de menor riesgo como son las operaciones de paz.
Se establecen para ello cinco grandes áreas en las que deben desarrollarse capacidades específicas: movilidad estratégica, eficacia operativa, esfuerzo sostenido, autoprotección de las fuerzas, y mando, control e inteligencia. Todas ellas se enmarcan en la necesaria interoperabilidad, es decir, en la compatibilidad entre las fuerzas aliadas en personal, tecnología, material y procedimientos.
Unas fuerzas dotadas con materiales técnicamente complejos que hay que mantener en alto grado de eficacia y fiabilidad, operando a gran distancia de sus bases en una campaña que puede prolongarse, presentan grandes exigencias de apoyo logístico para sostener su actividad. Las capacidades de abastecimiento, mantenimiento, sanidad y otras funciones son críticas y deben constituirse atendiendo a criterios de economía y racionalización de medios, y coordinarse desde el punto de vista multinacional para satisfacer las necesidades de las fuerzas con el mayor grado de seguridad y flexibilidad ante cualquier circunstancia.
Vista la tarea que las naciones aliadas se han impuesto para poner sus fuerzas en el nivel de eficacia que demanda la seguridad internacional en el siglo que comienza, no puede negarse que la magnitud del esfuerzo a realizar exigirá una rigurosa programación de las metas a alcanzar, con sus prioridades relativas, así como una cobertura financiera tan comprometida como realista.
La potenciación de las capacidades militares de las Fuerzas Armadas españolas se está llevando a cabo mediante el desarrollo de dos procesos directa e intrínsecamente unidos, inseparables entre sí: la plena profesionalización y la modernización de su equipo y armamento, cuestiones ambas que se tratan con mayor detalle en capítulos posteriores.
En el campo de la organización, y concurrentemente con los dos procesos mencionados, las Fuerzas Armadas se encuentran actualmente inmersas en un proceso de racionalización de su organización, que también se trata con mayor amplitud en capítulo aparte.
Características de las Fuerzas Armadas
Las características más relevantes que deben adquirir nuestras Fuerzas Armadas, a cuya consecución se dedicará atención especial, son:
- Calidad Humana, característica considerada como la más importante. Exige una especial atención en la preparación del personal, liderazgo, mentalidad, motivación y dedicación. Disponer de unas Fuerzas Armadas totalmente profesionalizadas permitirá manejar unos medios cada día más complejos con la máxima eficacia.
- Disponibilidad, que consiste en mantener las fuerzas en un alto grado de alistamiento, como requisito previo para generar disuasión, hacer frente a una crisis o responder a una agresión. El adiestramiento y el equipamiento determinarán el grado de disponibilidad de las unidades. No hay unidad más cara que la que no es capaz de combatir con eficacia en el momento que se le requiere hacerlo.
- Flexibilidad, tanto en los procedimientos como en la organización de las fuerzas. Es clave para responder acertadamente al conjunto de circunstancias cambiantes que caracterizan al amplio espectro actual del conflicto. Requiere adecuación a los acontecimientos, iniciativa y organización de tipo modular en la estructura de las fuerzas.
- Movilidad Estratégica, que proporciona la capacidad para trasladar medios militares con la necesaria capacidad de combate y apoyo a las zonas de operaciones.
- Capacidad de Enfrentamiento o potencia de combate, basada en unas capacidades de maniobra y apoyo por el fuego eficaces.
- Supervivencia o capacidad de autoprotección de las unidades militares para operar en los ambientes característicos de los conflictos actuales, donde imperan la rapidez de las operaciones, la precisión y la potencia de fuego, la actuación durante espacios de tiempo prolongados y, en ocasiones, en ambientes de riesgo nuclear, biológico o químico.
- Capacidad de acción sostenida, que permite mantener las fuerzas operando con eficacia durante el tiempo que sea necesario mediante sucesivos relevos de las unidades desplegadas y un apoyo logístico apropiado.
- Capacidad de Movilización, tanto de personal como de recursos materiales, para mantener y, en su caso, recuperar la potencia de combate de las unidades en el plazo más breve posible.
Estas características de las Fuerzas Armadas se ven potenciadas por factores multiplicadores de efectividad como los siguientes:
- Superioridad de Información, a fin de obtener, analizar, procesar y difundir los datos necesarios para conseguir el mayor conocimiento sobre la situación en tiempo apropiado. Facilita la utilización de otras capacidades, tales como movilidad, supervivencia, capacidad de enfrentamiento y sostenimiento.
- Acción Conjunta, que debe permitir, desde los primeros momentos del planeamiento de las operaciones, la convergencia de esfuerzos en un único ámbito de batalla de fuerzas militares con características específicas o diferenciadas.
- Interoperabilidad para que las fuerzas terrestres, navales y aéreas sean capaces de actuar con las fuerzas de nuestros aliados. La estandarización en equipos, doctrina y procedimientos facilita la ejecución de operaciones y el apoyo logístico.
- Tecnología Avanzada, que resulta determinante al proporcionar uno de los factores de ventaja más importantes de los momentos actuales en cualquier situación. Su adopción es de especial importancia tanto para ser congruente con un nuevo modelo de Fuerzas Armadas como para la necesaria interoperabilidad con nuestros aliados.
Orientaciones para la Fuerza
La acción conjunta
Las capacidades militares se desarrollan por medio de sistemas de fuerzas armónicamente concebidos y desarrollados a través de la integración, en la proporción necesaria, de fuerzas terrestres, navales y aéreas, concentrando el esfuerzo en lo esencial, persiguiendo la eficacia y la complementariedad, evitando redundancias y recursos ociosos y facilitando la mutua cooperación en la acción conjunta en el ámbito nacional y la interoperabilidad en el marco aliado.
Aunque la posibilidad de tener que realizar operaciones en el marco estrictamente nacional no sea la perspectiva más probable, es preciso disponer de medios y procedimientos adecuados para ello. En este aspecto, los distintos sistemas de fuerzas constituirán, en su conjunto, un instrumento efectivo de disuasión, prevención y respuesta.
La acción conjunta resulta un imperativo, dada la naturaleza de las operaciones de hoy en día, el alcance y precisión del armamento y la necesidad de concentrar todo el potencial del que pueda disponerse con la máxima eficacia. Viene potenciada por el avance tecnológico y los medios actuales de información y control.
Las fuerzas terrestres, navales y aéreas son complementarias entre sí, ya que el empleo conjunto cada una de ellas ofrece sinergias a las restantes y hoy se dispone de medios técnicos capaces de coordinar estrechamente sus acciones respectivas, algo que no siempre se daba en el pasado. Esta complementariedad y estas sinergias ofrecerán los mejores resultados cuando cada uno de los componentes tenga su peso adecuado dentro del conjunto, en función del escenario en el que se vaya a desarrollar la acción.
Esta idea de escenario en el que tiene lugar la actuación de la fuerza rebasa los puntos de vista geográficos, estrictamente terrestres, marítimos o aéreos, en los que tradicionalmente se basaba la doctrina militar. Conceptos como campo de batalla terrestre, ámbito marítimo o espacio aéreo han evolucionado en los últimos años hasta su integración en un único espacio de batalla que, además de los entornos precedentes, comprende también el espectro electromagnético y la noción moderna de ciberespacio e, incluso, el dilatado campo en el que se desenvuelve la comunicación social.
En consecuencia, normalmente carece de sentido militar considerar el empleo en exclusiva de fuerzas terrestres, navales o aéreas fuera del contexto puramente táctico relativo a determinadas acciones específicas. En la época actual, en la que el uso de la fuerza se refiere fundamentalmente a la proyección del potencial militar para garantizar la paz y el mantenimiento de la estabilidad, debe enfatizarse la integración de esfuerzos mediante el empleo concurrente de fuerzas terrestres, navales o aéreas, atendiendo a su mutua complementariedad y a la ventaja comparativa que, en función de la situación, ofrece la utilización preponderante de alguna de ellas, seleccionada entre el amplio abanico de opciones que en su conjunto ofrecen.
De acuerdo con esta idea, el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire organizan sus fuerzas en torno a sus particulares doctrinas y ámbitos de actuación para servir como elementos, todos ellos fundamentales, de una estrategia conjunta, con sus respectivas posibilidades y limitaciones. Las circunstancias determinarán el empleo predominante de la fuerza que ofrezca soluciones más idóneas al problema operativo planteado. Ello no impide la intervención de las restantes fuerzas, sino que la actuación de éstas será complementaria con respecto a la de aquélla que soporte, en cada caso, el peso principal de las operaciones.
La eficacia de un conjunto es función del valor de cada uno de los elementos que lo componen. La concepción de la Fuerza como un todo no significa que los componentes terrestre, naval y aéreo que la constituyen pierdan sus perfiles característicos. Más bien al contrario, deben preservarse si se desea que desarrollen eficazmente el esfuerzo singular exigido de cada uno. Por este motivo, si bien las operaciones se realizarán con las fuerzas terrestres, navales y aéreas que sean precisas, bajo mando único, nacional o aliado, éstas se constituirán, prepararán y mantendrán en el grado de operatividad adecuado, en el marco orgánico del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire, a los que respectivamente pertenecen.
Lo conjunto es sobre todo cuestión de mentalidad. El Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire son, y así deben sentirse, componentes valiosos e insustituibles de un conjunto que son las Fuerzas Armadas, en el común entendimiento de que constituyen una cadena cuya fortaleza se mide por la del más débil de sus eslabones.
Las fuerzas terrestres
Las fuerzas terrestres, que detalladamente trata el Apéndice B, están específicamente concebidas para obtener y mantener el control militar del territorio en una zona de operaciones. Esta tarea, que podrá ser desempeñada en defensa del propio suelo nacional o allá donde se requiera, condiciona fundamentalmente su estructura y sus medios.
No obstante, puesto que en la actualidad la probabilidad de un ataque directo contra el territorio de las naciones que constituyen la OTAN es muy pequeña, las fuerzas terrestres se emplearán más probablemente como un instrumento básico para gestión de crisis y para mantener la paz o imponerla en caso necesario, por ser las únicas con capacidad efectiva para adquirir y retener el control de objetivos territoriales durante el tiempo que sea preciso. Ante la remota e impredecible forma en que puede presentarse una agresión y el previsible empleo de las fuerzas terrestres en situaciones de crisis fuera del territorio nacional, es preciso poner el acento en las características de movilidad estratégica, disponibilidad y sostenimiento.
Las fuerzas ligeras, cuyo principal exponente es la Fuerza de Acción Rápida, son elementos que aportan capacidad de reacción y presentan menores exigencias de transporte en beneficio de la movilidad estratégica. Como consecuencia, se les otorgará el adecuado grado de prioridad en la asignación de recursos, de modo que mantengan un alto grado de alistamiento.
No puede obviarse, sin embargo, que en un conflicto, aún siendo limitado, sea necesario desarrollar un esfuerzo decisivo que suponga la posibilidad de enfrentarse a tropas dotadas de gran capacidad de combate, tanto en efectivos como en armamento de alta tecnología. En este caso, el núcleo fundamental de las fuerzas terrestres tendrá que constituirse en torno a unidades acorazadas y mecanizadas dotadas de alta potencia de fuegos, movilidad táctica y protección. Su empleo, no obstante, debe ser compatible con las posibilidades reales de despliegue rápido y con las exigencias de movilidad estratégica que permitan la proyección de fuerzas.
De acuerdo con los criterios expuestos, la Fuerza de Maniobra del Ejército de Tierra quedará constituida equilibradamente por cuatro brigadas pesadas y otras cuatro ligeras. Las primeras una acorazada, dos de infantería mecanizada y una de caballería acorazada están siendo dotadas de carros Leopard y vehículos de combate Pizarro.
Concurrentemente se dotará a las fuerzas aeromóviles de nuevos helicópteros de ataque equipados con misiles contracarro de largo alcance, y se aumentarán en número y prestaciones sus helicópteros de maniobra para mejorar la movilidad táctica de las fuerzas ligeras.
Las fuerzas navales
Las fuerzas navales, que se describen en el Apéndice C, por sus características esenciales de movilidad, flexibilidad, permanencia en la mar y capacidad expedicionaria, constituyen un medio particularmente idóneo para el despliegue rápido y gradual de fuerzas en cualquier teatro, por alejado que se encuentre del territorio nacional. Actualmente no existen riesgos que afecten severamente a las comunicaciones oceánicas, por lo que las operaciones marítimas se concentran en aguas más cercanas a la costa, bajo mayor influencia de los medios aéreos basados en tierra.
La proyección del potencial militar desde la mar ha sido siempre una capacidad singular de las agrupaciones navales, consecuencia de su facultad para desplazarse con total libertad, hacerse presente con posibilidad de larga permanencia frente a una costa, ejerciendo su influencia sobre ella en la medida necesaria mediante el empleo de sus armas o de su aviación embarcada, o realizando operaciones anfibias de mayor o menor entidad. Estas características representan un capital de singular valor en nuestros días al proporcionar en una crisis, desde su mismo comienzo, una pronta y flexible respuesta para la realización de misiones desde la mar como la evacuación, el control de instalaciones que faciliten el posterior desembarco de unidades terrestres o la participación inmediata en operaciones de paz y ayuda humanitaria.
Las nuevas fragatas F100, dotadas de un sistema de defensa antiaérea de alta tecnología como es el Aegis, mejorarán decisivamente la seguridad de las fuerzas, particularmente en áreas próximas a una costa potencialmente hostil, y aportarán capacidad de defensa antimisil. Las capacidades aeronavales de la Flota se incrementarán con la modernización del avión Harrier para la ejecución de cometidos de caza y ataque.
En cuanto a las fuerzas anfibias, sus posibilidades operativas han mejorado decisivamente con los dos buques de asalto de la nueva clase Galicia. Se continuarán potenciando sus medios y se mejorarán el armamento, la movilidad y las capacidades de apoyo logístico de la Brigada de Infantería de Marina.
Las fuerzas aéreas
El control del espacio aéreo de soberanía nacional y , en su caso, la defensa aérea del territorio exigen un sistema con capacidades específicas para prevenir cualquier posibilidad de ataque aéreo. Su eficacia se basa fundamentalmente en el empleo de medios aéreos de alta capacidad tecnológica, con la cooperación de unidades terrestres, y eventualmente navales, dotadas de misiles antiaéreos. No obstante, y aunque no pueda descartarse que, ante el riesgo de proliferación de armas de destrucción masiva y sus correspondientes vectores, deba la defensa aérea hacer frente en un futuro indeterminado a situaciones de alto riesgo, éste no es el escenario más probable en los próximos años.
A comienzos del siglo XXI las fuerzas aéreas, a las que se refiere con mayor amplitud el Apéndice D, deberán responder a su más probable empleo como instrumento coercitivo esencial para imponer la paz, así como a la exigencia de asegurar la superioridad aérea necesaria para emprender operaciones terrestres y marítimas. Una campaña aérea es una perspectiva persuasiva frente al adversario en una crisis para llegar a un compromiso, así como una línea de acción que ofrece la posibilidad de obtener resultados favorables con el menor coste en vidas.
Las capacidades de las fuerzas aéreas dependen estrechamente de la eficacia del avión de caza y ataque como plataforma para el empleo de un conjunto diversificado de armas y sistemas que permiten conseguir efectos precisos y selectivos sobre todo tipo de blancos aéreos y de superficie. Para ello, los escuadrones de caza y ataque serán dotados del futuro avión europeo EF2000, de elevadas características tecnológicas y plenamente interoperable con las fuerzas aéreas de nuestros aliados, que sustituirá progresivamente a los Mirage F1. Nuestros escuadrones también continuarán operando con los F18 actualmente en servicio, cuya flota será completada y modernizada.
Las operaciones aéreas no requieren tan sólo la disponibilidad de unidades de combate, sino de los medios de transporte necesarios para apoyar un despliegue adelantado y, por ello, ambas capacidades deben desarrollarse paralelamente. No puede ignorarse, por otra parte, que el transporte aéreo es uno de los pilares en los que se asienta la movilidad estratégica de las fuerzas terrestres de reacción rápida, cuya necesaria potenciación deberá ir acompañada de la de sus vectores de aerotransporte. Las capacidades de transporte aéreo recibirán atención inmediata mediante la recepción progresiva de los nuevos CASA295 y la modernización de los C130 Hércules, que seguirán operando en tanto no se reciban los futuros aviones de transporte pesado.