Título: España. Libro Blanco de la Defensa 2000 - Capítulo III
CAPÍTULO III
LA POLÍTICA DE DEFENSA ESPAÑOLA
La paz, la libertad, la prosperidad y la estabilidad que hoy disfruta España, los niveles alcanzados de desarrollo político, humano, cultural y económico, el grado de tolerancia de nuestra sociedad, el arraigo en ella de una democracia avanzada y la protección que garantiza la Constitución a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones son valores que no han surgido de manera espontánea. Se han obtenido con el esfuerzo de las generaciones que nos precedieron y tenemos la obligación de conservarlos y transmitirlos a quienes nos sucedan en el futuro. La misión de la Defensa no es otra que contribuir a garantizar estos valores y proteger nuestra forma de vida, nuestros derechos, nuestros bienes y nuestros intereses allí donde se encuentren.
Como afirma el Preámbulo de la Directiva de Defensa Nacional 1/96, firmada por el Presidente del Gobierno el día 20 de diciembre de 1996, a partir del convencimiento de que nuestra seguridad se halla estrechamente vinculada a la de los países vecinos y a la de aquellos otros situados en áreas de nuestro interés estratégico, España se encuentra hoy plenamente comprometida en la consecución de un orden internacional más estable y seguro, basado en la convivencia pacífica, en la defensa de la democracia y de los derechos humanos y en el respeto a las normas del derecho internacional.
Enmarcada en el planteamiento español de seguridad y dentro de su condición de potencia de nivel medio, España ha definido una política de defensa con los condicionantes que implica la necesidad de armonizar lo deseable con lo posible. Con esta política se trata de alcanzar unos fines, los intereses nacionales, con unos medios, materializados por los recursos nacionales y los compromisos de mutua defensa adquiridos con nuestros socios y aliados, cuya seguridad es indivisible de la nuestra.
La Política de Defensa está, pues, íntimamente asociada a la Política Exterior. Se puede afirmar que entre ambas materializan gran parte de la acción exterior del Estado para alcanzar nuestras aspiraciones nacionales y proteger nuestros intereses. Esta idea global de la actuación del Estado responde a la concepción estratégica española, fundamento de nuestra Política de Defensa.
[Ver Figura 1
]
La concepción estratégica española
La concepción estratégica española, en la que se inscriben la acción exterior y la defensa de los intereses nacionales, representa la manera global que los españoles tenemos de entender nuestro papel en el mundo, de afirmarnos como nación en el tablero internacional y de definir nuestra vocación a partir de nuestros condicionantes geográficos, razones históricas, realidad política y proyectos de futuro.
La actitud solidaria y activa con la que España aborda los temas de defensa y seguridad se caracteriza por la búsqueda del establecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra, como expresa el Preámbulo de nuestra Constitución. Así, pues, España, que por principio no identifica a ningún país como enemigo, renuncia expresamente al uso de la fuerza como medio de dirimir cualquier diferencia política, da primacía a las soluciones diplomáticas sobre las militares para la resolución de las crisis en que pudiera verse envuelta y manifiesta su firme voluntad de defender sus legítimos intereses allá donde se encuentren.
Aunque la descripción en detalle de la concepción estratégica española se desarrolla a lo largo de todo el Libro Blanco, parece oportuno exponer ahora de forma sucinta algunas de sus líneas fundamentales pues así el lector podrá enfocar desde una perspectiva global los diferentes aspectos de la Política de Defensa.
Percepción universalista de la presencia de España en el mundo
En primer lugar, en el escenario estratégico actual, caracterizado por el fenómeno mundial de la globalización, nuestra posición geopolítica confiere indiscutiblemente una orientación universalista a la percepción y consiguientemente a la protección de nuestros intereses, a nuestra presencia en el mundo y a nuestros esfuerzos de cooperación internacional en apoyo de la paz y la estabilidad.
No obstante, históricamente España ha tenido una mayor presencia y proyección en tres ámbitos geopolíticos: europeo, mediterráneo y atlántico, que continúan siendo de especial relevancia para la acción exterior española. Desde el siglo XVI, el eje europeo proyectaba el poder, la cultura y la influencia española en el mismo corazón de Europa a través de Flandes. El eje mediterráneo se afirmaba hacia Levante en la prolongación de España que representaba el Reino de Nápoles y de las Dos Sicilias, y el eje atlántico proyectaba a España hacia el Nuevo Mundo y llegaba hasta las Islas Filipinas en las puertas del Oriente.
Protección de los intereses españoles
En segundo término, aunque es obvio, debe advertirse que España, como toda nación, tiene sus propios intereses nacionales, que son valores y bienes inmateriales que constituyen sus aspiraciones básicas en el orden internacional y el fundamento del bienestar y la prosperidad de los españoles.
Dentro de los intereses nacionales existen algunos de particular transcendencia, cuya salvaguarda merece, si llega el caso, un esfuerzo de defensa: los intereses nacionales de seguridad, que son los fines que debe alcanzar la Política de Defensa. Su definición es siempre muy amplia y genérica pues no es posible prever a priori todos los posibles escenarios que puedan presentarse.
Seguridad compartida y defensa colectiva
En tercer lugar, es necesario destacar que la seguridad y la defensa nacionales se basan en la conjunción de dos factores: el primero, la capacidad de defensa propia que cumple con la doble función de constituir un poder disuasorio genuinamente nacional, siempre necesario en un escenario estratégico inestable, y de contribuir al peso de España aportando fuerzas a los ámbitos europeo y aliado; el segundo factor es la seguridad compartida y la defensa colectiva, resultado de la solidaridad y cohesión entre España y sus socios y aliados.
A esta conjunción de esfuerzos se ha llegado desde el convencimiento de que todos los socios y aliados defendemos los mismos principios y valores y el mismo modelo político, económico y social, y desde una sintonía general con los planteamientos de seguridad occidentales al considerar que nuestra seguridad se halla estrechamente vinculada a la suya.
La salvaguarda de los intereses nacionales de seguridad, aunque responsabilidad primaria de cada Estado, se aborda de forma más adecuada en el ámbito supranacional pues es difícil concebir en nuestro entorno un riesgo que no afecte a todas las naciones aliadas en mayor o menor medida y que no concite su activa solidaridad, como ha quedado demostrado con la experiencia de recientes conflictos.
[Ver Figura 2]
La opción multinacional de defensa colectiva que España ha adoptado representa un giro copernicano en relación con nuestros planteamientos defensivos tradicionales, cierra un ciclo histórico caracterizado por el aislamiento y la autarquía y ratifica nuestra plena incorporación a la comunidad occidental.
España comparte plenamente el principio fundamental que guía a la Alianza Atlántica: el "compromiso común y la cooperación mutua en apoyo de la indivisibilidad de la seguridad de todos sus miembros". De esta forma, ningún país aliado dependerá "únicamente de sus esfuerzos nacionales para abordar las cuestiones básicas de seguridad". Así, pues, sin interferir en absoluto el derecho y deber de los Estados de asumir sus responsabilidades soberanas en materia de defensa, la Alianza "hace posible mediante el esfuerzo colectivo realizar sus objetivos esenciales de seguridad nacional".
España, junto con otros países de la Unión Europea, fiel a sus compromisos internacionales y tras las decisiones de las Cumbres de Washington y de Colonia, impulsa decididamente el desarrollo de la Identidad Europea de Seguridad y Defensa en el seno de la Alianza y el desarrollo progresivo de una Política de Defensa Común Europea. El Congreso de los Diputados, en el pleno del 23 de junio de 1999, dio su respaldo político a esta vía, instando al Poder Ejecutivo a impulsar las decisiones adoptadas en las citadas Cumbres.
A través de la sinergia entre la capacidad de defensa propia y la seguridad añadida que aporta nuestra pertenencia al sistema de alianzas, se garantizan de la mejor manera posible nuestros intereses de seguridad con un esfuerzo razonable, resultado de la interacción de la capacidad de nuestras Fuerzas Armadas con la participación activa de España en la Alianza Atlántica y en la Política Común Europea de Seguridad y Defensa. Se materializan así los medios de que dispone España para conseguir sus fines de seguridad a través de la Política de Defensa: los recursos nacionales propios, la seguridad compartida y la defensa colectiva.
Las Fuerzas Armadas, garantía de la seguridad y fundamento de la defensa
Por último, las Fuerzas Armadas deben estar preparadas para defender los intereses nacionales de seguridad bajo la dirección del Gobierno, según dispone la Constitución Española. El cumplimiento de esta misión en el marco de la defensa colectiva, que es también instrumento de nuestra propia seguridad, implicará muy probablemente la participación de las Fuerzas Armadas en acciones multinacionales.
Los cometidos que deberán desempeñar las Fuerzas Armadas abarcan desde la presencia habitual en nuestros espacios de soberanía y zonas de interés hasta el eventual uso de la fuerza como instrumento militar para resolver un conflicto, pasando por todas las opciones que el Gobierno pudiera decidir en la gestión y conducción de cualquier situación de crisis. Para realizar tales cometidos se precisan, ante todo, unas Fuerzas Armadas mejor dotadas. La eficacia de nuestras fuerzas se fundamentará en la calidad de sus recursos humanos y tecnológicos más que en su tamaño, pues la eficacia operativa prima sobre la entidad de la fuerza.
Naturaleza defensiva de la estrategia militar
En coherencia con la concepción estratégica española y enmarcada en la estrategia aliada, nuestra estrategia militar es puramente defensiva y se basa en la disuasión, en la prevención y, llegado el caso, en la respuesta militar. Se trata, en primer lugar, de impedir la aparición de conflictos; en segundo término, de atajarlos en sus primeras fases y en los lugares de origen; o, como última opción, responder militarmente si nos viésemos obligados a ello.
La respuesta militar contra una agresión exterior es una exigencia de la máxima prioridad en el ámbito nacional y un firme compromiso de asistencia mutua en el de la Alianza Atlántica, en virtud de lo dispuesto en el Artículo 5 del Tratado de Washington. Si bien hay que destacar que es poco probable que, en el escenario estratégico previsible a medio plazo, los riesgos que se ciernen sobre la estabilidad de la situación internacional desencadenen situaciones en las que tales agresiones puedan llegar a producirse, no debe olvidarse que ello depende, a su vez, de la disuasión que proporciona una capacidad de defensa adecuada.
En el escenario estratégico de comienzos del siglo XXI, expuesto con anterioridad, el análisis de los riesgos que se ciernen sobre la situación internacional o que pueden afectar a nuestra seguridad hace pensar que, en el futuro previsible, las Fuerzas Armadas ejercerán, principalmente, funciones de disuasión y de mantenimiento y expansión de la estabilidad, tanto en nuestro entorno geográfico próximo como en el más amplio de la región euroatlántica. Es de esperar que los conflictos, en caso de llegar a producirse, sean de carácter limitado, pues se estima poco probable que la evolución de la situación internacional haga necesaria la defensa colectiva contra un ataque generalizado.
Las Fuerzas Armadas, en apoyo de la acción exterior
Las Fuerzas Armadas son también un instrumento necesario para el mantenimiento de la estabilidad internacional. Este nuevo campo comprende diversas actividades que representan su contribución y apoyo a la política exterior y de seguridad. El control de armamentos, con sus correspondientes medidas de verificación, y el fomento de la mutua confianza con otros países, incluyendo los intercambios de personal militar y visitas de unidades, alcanza hoy un significado pleno como instrumento al servicio de la paz que debe ser adecuadamente atendido, valorado y sistematizado.
El empleo de las Fuerzas Armadas en apoyo de la acción exterior del Estado expresa con hechos el compromiso de contribuir a un orden internacional más justo y seguro y a respaldar el respeto en todo el mundo del derecho internacional y de los derechos humanos. Al actuar de este modo, se contribuye directa e indirectamente a la protección de los intereses de seguridad de España. De forma directa, porque nuestros intereses siempre se verán mejor servidos en una situación mundial exenta de focos generadores de conflictos; indirectamente, porque una España comprometida en el mantenimiento de la estabilidad internacional puede hacer sentir su influencia en cualquier otro campo, económico, cultural o social en el que se concreten sus intereses.
España ha mantenido siempre, y así lo ha expresado el Gobierno en el Congreso de los Diputados el día 6 de octubre de 1998, que "todo uso internacional de la fuerza debe ser, en circunstancias normales y salvo las situaciones de legítima defensa, autorizado previamente por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas". No obstante, en circunstancias apremiantes, en presencia o ante la inminencia de catástrofes humanas de grandes proporciones, el bloqueo del Consejo de Seguridad, el agotamiento de todas las vías diplomáticas y el continuado incumplimiento de sus Resoluciones no deberían impedir la determinación de la comunidad internacional para evitar tragedias humanas. En estas ocasiones, España podría considerar la oportunidad de utilizar la fuerza, de consenso o con acuerdo generalizado de los restantes socios y aliados en las organizaciones internacionales de seguridad y defensa a las que pertenecemos.
Ámbitos geopolíticos relevantes
Como se ha indicado, se reconocen principalmente tres ámbitos diferenciados, europeo, mediterráneo y atlántico que, a lo largo de la Historia de España, han constituido tres ejes de proyección de lo español.
Estos tres ejes han superado la prueba del tiempo y perviven hoy, aunque adaptados a una realidad que ha evolucionado con los siglos. Lo que para España pudo ser en el pasado un eje de proyección de poder se ha convertido en lo que se puede llamar una vocación, es decir, la voluntad política de estar presente en un determinado ámbito, de que se reconozca su influencia y se aprecie su opinión, y de que ésta sea tenida en cuenta en la toma de decisiones.
En ese sentido, España vive hoy y responde a la triple vocación europea, mediterránea y atlántica que históricamente ha marcado su trayectoria y sus compromisos.
Vocación europea
Europa no es sólo un concepto geográfico, sino también una identidad histórica, social y cultural. Europa ha sido cuna de la civilización occidental y transmisora y promotora de los valores que hoy son señas de identidad de la civilización occidental. A lo largo de su Historia, España ha sido una nación que ha participado activamente en la definición y configuración de Europa. Como cualquier identidad, para que siga manteniendo su ethos no se puede dividir ni separar ninguna de sus partes. Por tanto, no se concibe una Europa sin España ni una España sin Europa.
Después de las dos guerras mundiales, ante el deseo de instaurar de forma permanente la paz y el progreso en este continente, surgió la necesidad de crear una Europa que, tras su reconstrucción económica, alcanzase su unidad política. España se incorporó en 1986 a este proyecto, hoy convertido en la realidad de la Unión Europea, desde el convencimiento de que las naciones que forman parte de ella comparten una serie de intereses basados en la defensa de la democracia, la protección de los valores comunes y el respeto al individuo y a los derechos humanos.
La Unión Europea ha sido motor de cambio y progreso no sólo en lo económico, sino en lo político y en lo social. Esto ha supuesto que España haya tenido que superar los retos de la convergencia económica para integrarse en una unidad económica y monetaria. Nuestro nivel de renta se ha ido aproximando a la media de la Unión, y por ello también ha ido aumentando el peso de nuestro país en la comunidad internacional.
Pero si nuestra nación se ha ido europeizando, también es cierto que la comunidad europea ha ido prestando una atención creciente a nuestro país, ya que España aporta nuevas perspectivas que enriquecen la visión de Europa en sus relaciones con otras comunidades. Así España ha impulsado las relaciones de la Unión Europea con lo que son sus otras dos vocaciones: el mundo iberoamericano y el área mediterránea.
España considera que el desarrollo de la Unión Europea, como ente político, debe edificarse de forma equilibrada sobre aspectos económicos, sociales, políticos y de seguridad. Hoy, la Unión Europea avanza velozmente hacia la integración económica y monetaria y se reafirma como potencia económica, financiera y comercial de primer orden. Sin embargo, la Unión no avanzará decisivamente en su proceso histórico de integración si no desarrolla una política exterior y de seguridad común, junto con unas capacidades de seguridad y defensa creíbles y autónomas, acordes a las aspiraciones de los ciudadanos de la Unión, sin perjuicio de los compromisos adquiridos dentro de la Alianza Atlántica por algunos de sus miembros.
La experiencia de crear una Política Exterior y de Seguridad Común que incluya una Política de Defensa colectiva era inédita hasta ahora, pero los nuevos retos y la nueva situación geoestratégica de Europa requieren respuestas imaginativas, no ancladas en el pasado. Las crisis de Bosnia y de Kosovo nos han llevado a la convicción de que Europa debe disponer de un sistema de seguridad y defensa capaz de hacer frente a los riesgos que la puedan afectar. El sistema de seguridad y defensa que apoya y promociona España está principalmente asentado en el eje OTANUnión Europea.
Gran parte del éxito de la defensa de Europa del siglo XXI consistirá en asegurar la transparencia, la confianza y un adecuado sistema de consultas entre la OTAN y la Unión Europea y en conseguir un sólido núcleo de partida que evite duplicidades. Puede afirmarse que la Identidad Europea de Seguridad y Defensa en el seno de la Alianza Atlántica es fundamental para hacer realidad esta relación.
Vocación mediterránea
El final de la Guerra Fría ha traído como consecuencia que el Mediterráneo sea percibido por las instituciones europeas y por la OTAN como una región a la que se debe prestar la mayor atención al tratar cuestiones de seguridad. Y ello es así, aunque por motivos bien diferentes, tanto si se considera la cuenca mediterránea oriental como la occidental, ambas de gran influencia en la estabilidad mundial y europea.
Para España, el Mar Mediterráneo tiene una gran importancia estratégica. Las iniciativas políticas materializadas en la Conferencia de Barcelona (1995) y posteriormente en la Reunión de Malta (1997) han servido para que los aliados reconozcan que los problemas económicos, políticos y sociales que afectan a ambas orillas de este mar representan un desafío común que requiere un enfoque general y coordinado, porque para España el aspecto esencial que el ámbito mediterráneo ofrece no es el riesgo, sino la necesidad ineludible de cooperación.
Dentro de la unidad geoestratégica que se da en el Mediterráneo, donde los problemas y las tensiones se transmiten con facilidad, España considera que su cuenca occidental requiere una gran atención como espacio próximo y de características específicas. Nada de lo que suceda en este ámbito geográfico puede dejar de interesarnos.
El Mediterráneo, ámbito de relación entre pueblos vecinos a la vez que de conflictos históricos, acusa críticamente las tensiones económicas, demográficas y culturales que se dan en su entorno.
Para mantener e incrementar la estabilidad en este área se imponen soluciones políticas compartidas entre los países de ambas riberas, basadas en la cooperación y en un flujo de inversiones capaz de movilizar a los agentes económicos locales y comprometerles con su propio desarrollo.
España comparte y estimula la creciente atención aliada hacia lo que tradicionalmente se conocía como "flanco sur", y ofrece sus posibilidades y su experiencia en una zona que conoce bien y con la que tradicionalmente ha mantenido sólidos vínculos de amistad, con el exclusivo objeto de mantener la estabilidad y la seguridad en beneficio de todos los países vecinos.
El esfuerzo permanente de España se centra en mantener esta seguridad como interés común para todos los países del área mediterránea y ése es el mensaje que encierra su protagonismo en la Región Sur de la Alianza Atlántica y su participación en las fuerzas multinacionales europeas y en las iniciativas del Diálogo Mediterráneo, como instrumentos que contribuyen a la estabilidad en un área de interés común.
Vocación atlántica
Las vinculaciones de España con los países del otro lado del Atlántico han supuesto una constante histórica que se ha visto corroborada por el paso del tiempo. Las relaciones con los dos ámbitos geográficos diferenciados de este continente, Iberoamérica y Norteamérica, tienen obviamente características específicas, pero poseen como factor común el interés de ambos para España.
España, estrechamente vinculada a las naciones iberoamericanas, tanto por compartir tradiciones, cultura y, de manera especial, una lengua común, no es ajena al interés que suscita en la actualidad el subcontinente. Y de hecho impulsa, desde esta posición de proximidad que le garantizan sus lazos históricos, el fortalecimiento de sus relaciones con Europa.
Como nación que constituye un puente natural entre las dos orillas del Atlántico, nuestro país se siente comprometido con los desafíos de tipo económico y social que Iberoamérica afronta y ofrece sus mejores esfuerzos en el terreno de la cooperación. Prueba de ello es la enorme relevancia que en los últimos años está cobrando la presencia española en este continente, materializada en una creciente actividad en los campos económico, tecnológico e industrial, lo que llena de contenido nuestras relaciones superando de este modo retóricas pasadas.
Convencida de que el modelo integrador que trata de seguir Europa es la mejor fórmula para generar y mantener el desarrollo, España estimula a los países de Iberoamérica a seguir el camino de la integración que ya han emprendido. En el plano bilateral, España está abierta a todas y cada una de las naciones iberoamericanas sobre la base de una leal cooperación y de la mejor disposición a prestar su apoyo. Problemas complejos como la lucha contra los desastres naturales, el narcotráfico, el crimen organizado o la agresión al medio ambiente merecen la comprensión española y una actitud cooperativa dentro de nuestras posibilidades. Es notable el esfuerzo que ya se está realizando para incrementar la colaboración política y económica y se tienen fundadas esperanzas de poder aumentarlo en el futuro.
En el aspecto de la seguridad, dada la importancia que concede a sus relaciones pacíficas con todos los pueblos, España es especialmente sensible a cualquier proceso de construcción y mantenimiento de la paz en el ámbito iberoamericano. Nuestra experiencia en la incorporación de nuevas misiones a las Fuerzas Armadas, que añaden a las tradicionales de garantía de la seguridad y soberanía nacional las de proyección de la estabilidad, operaciones de paz y de ayuda humanitaria, aporta valiosas enseñanzas que España ya comparte con los países iberoamericanos.
La relación bilateral establecida entre España y Estados Unidos en el año 1953 representó el principio de la apertura española al exterior. Desde entonces las relaciones en los campos de la política, el comercio, la cultura, la defensa y la seguridad entre España y Estados Unidos se han ido consolidando y normalizando a través de diferentes circunstancias políticas. Dicha relación bilateral tiene toda la importancia que merece el trato con el país que constituye el punto de referencia a nivel mundial y que interviene destacadamente en todas las grandes decisiones de alcance internacional.
Además de la vinculación general en el marco de la Alianza Atlántica, España mantiene hoy con Estados Unidos un Convenio de Cooperación para la Defensa, renovable anualmente, que, si bien en el pasado tuvo un gran contenido político para nuestro país como apoyo de sus relaciones exteriores, hoy está centrado en las relaciones de cooperación para la defensa entre dos naciones soberanas y es un instrumento de singular importancia en las relaciones bilaterales entre ambos países.
Los intereses nacionales de seguridad
La protección de los intereses nacionales de seguridad es una importante responsabilidad del Gobierno. La decisión política de identificar un interés nacional de seguridad en una situación determinada y la valoración de su importancia en relación con otros intereses calibrarán el esfuerzo que se debe realizar en su salvaguarda y fundamentarán las líneas de acción que a tal fin se establezcan.
Los intereses nacionales de seguridad se pueden agrupar, de forma muy general y como se explica en los párrafos siguientes, en dos categorías: vitales y estratégicos.
[Ver Figura 3]
La libertad de acción del Gobierno para decidir la línea de acción estratégica más apropiada para la protección de cada uno de nuestros intereses de seguridad aconseja no encuadrarlos de antemano en alguna de las categorías mencionadas más allá de lo obvio, porque ello sería tanto como intentar preestablecer la respuesta.
Intereses vitales
Los intereses vitales son aquellos que España está dispuesta a proteger y, llegado el caso, a defender ante cualquier riesgo o amenaza por afectar a su supervivencia como nación. Su defensa es, por tanto, irrenunciable y exige subordinar a ella la de cualquier otro interés.
Los intereses vitales son, en realidad, los elementos constitutivos del Estado que deben preservarse de cualquier agresión: el territorio peninsular y extrapeninsular con sus accesos aéreos y marítimos, la población, el ordenamiento constitucional, la soberanía y la independencia.
Intereses estratégicos
Son intereses estratégicos aquellos que aportan seguridad a nuestro entorno y cuya protección contribuye decisivamente a la defensa de los intereses vitales. Destacan entre ellos los que se derivan de la situación geográfica y condición marítima de España. Por su trascendencia y permanencia, reciben particular atención de nuestra Política Exterior.
Puesto que el territorio español comprende territorios extrapeninsulares, el ejercicio de la soberanía depende de que se asegure el libre uso de las vías de comunicación tanto marítimas como aéreas entre las distintas partes del territorio.
España defiende la idea de conseguir una Europa más integrada y estable, interés que comparte con los socios y aliados y extiende al ámbito euroatlántico. Por condicionantes geográficos, España tiene especial interés en la zona del Norte de África cercana a nosotros que, con sus aguas atlánticas y mediterráneas adyacentes, forma parte de nuestro entorno geoestratégico natural. Por ello, España dedica atención preferente al Mediterráneo, particularmente al área del Mediterráneo Occidental, y a la del Estrecho de Gibraltar y sus accesos.
España considera prioritaria cualquier medida enfocada a mantener la paz y la estabilidad en el Mediterráneo, y por ello participa activamente en la aplicación de medidas de cooperación y de fomento de la confianza, aspecto al que dedica especial atención y esfuerzo, en particular en sus relaciones con los países del Norte de África.
Junto a estos intereses de carácter geoestratégico hay que destacar también la libertad de intercambios y comunicaciones, que es el propio fundamento de la economía mundial y, muy particularmente, de la de los países comprendidos en la amplia región euroatlántica en la que se sitúa España. Los intereses estratégicos de las naciones pertenecientes a la comunidad occidental, dependientes del comercio, y en particular los de España, coinciden en este punto.
En este sentido, una nación como España, constituida como democracia avanzada y con una economía muy dependiente del exterior en recursos energéticos y en materias primas, tiene un conjunto de intereses que, en gran medida, rebasan a la defensa del territorio y de la soberanía. España necesita tener asegurado el suministro de recursos básicos para mantener el bienestar y fomentar la prosperidad del pueblo español. Cualquier acción de fuerza que pusiera en peligro ese suministro con riesgo de colapso para nuestra economía constituiría una amenaza que sería necesario contrarrestar.
Otros intereses nacionales
En relación con los intereses nacionales de seguridad, España tiene otros intereses de diversa índole derivados de la posición que ocupa en la comunidad internacional, de su sentido de la solidaridad, de su contribución a la causa de la paz y la libertad y de su relación con las naciones de su comunidad histórica y cultural.
Aunque estos intereses, al no estar en relación inmediata con la seguridad de España, no sean objeto prioritario del esfuerzo de defensa, tampoco le son ajenos, pues están presentes en la acción exterior del Estado y pueden requerir, ocasionalmente, la actuación de unidades de las Fuerzas Armadas o de personal militar. Las misiones de ayuda humanitaria y la participación en determinadas misiones de paz en regiones alejadas pueden responder a tales intereses.
En particular, como una manifestación más de su vocación iberoamericana, y dentro del espíritu de cooperación que preside sus relaciones con esos países hermanos, España impulsa también la colaboración en materias de seguridad y defensa con los países de aquella región.
Objetivos y líneas básicas de actuación de la Política de Defensa
El planteamiento de la Política de Defensa española parte de una definición de objetivos y del establecimiento de unas líneas básicas de actuación para conseguirlos.
[Ver Figura 4]
Objetivos
España afronta los retos del futuro con una Política de Defensa que la citada Directiva de Defensa Nacional 1/96 orienta hacia tres objetivos básicos:
- Consolidar la presencia de España en las organizaciones internacionales de seguridad y defensa, asumiendo plenamente las responsabilidades y compromisos derivados de su participación en ellas.
- Mejorar la eficacia de las Fuerzas Armadas españolas con el fin de que estén plenamente capacitadas para llevar a cabo las misiones que tienen constitucionalmente encomendadas; para contribuir, en la medida de las posibilidades nacionales, a la seguridad y defensa colectivas con los aliados, y para colaborar al mantenimiento de la paz y estabilidad internacionales particularmente en nuestro entorno geográfico y cultural.
- Conseguir que la sociedad española comprenda, apoye y participe con mayor intensidad en la tarea de mantener un dispositivo de defensa adaptado a nuestras necesidades, responsabilidades e intereses estratégicos españoles.
Líneas básicas de actuación
La Directiva de Defensa Nacional contiene también unas directrices para el desarrollo de la Política de Defensa a las que se atienen las siguientes líneas básicas de actuación:
En cuanto a consolidar la presencia en las organizaciones internacionales de seguridad y defensa:
- Contribuir a la definición de una política europea común de seguridad y de defensa en la Unión Europea.
- Contribuir a la defensa colectiva mediante nuestra plena participación en la Alianza Atlántica y, dentro de ella, apoyar la Identidad Europea de Seguridad y Defensa, bajo el principio de no duplicación innecesaria de esfuerzos.
- Participar en las Fuerzas Multinacionales Europeas constituidas para la ejecución de operaciones de Petersberg y también a disposición de la OTAN.
- Impulsar el Diálogo y la Cooperación como medidas más apropiadas para garantizar la estabilidad internacional, con especial atención al Diálogo Mediterráneo.
- Apoyar y participar en las iniciativas conducentes al mantenimiento de la paz y la estabilidad mundiales, promovidas y auspiciadas por las Naciones Unidas.
- Participar activamente en la puesta en práctica de las medidas de fomento de la confianza y la seguridad promovidas por la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa.
- Respaldar las iniciativas de desarme, piedras angulares de la seguridad europea, y apoyar la prevención de la proliferación de armas de destrucción masiva y de sus medios de proyección.
- Procurar la armonización de nuestra especial relación con los Estados Unidos, que sustenta el actual convenio de Cooperación para la Defensa, con nuestra nueva situación en la Alianza Atlántica.
- Impulsar las relaciones bilaterales y multilaterales con los países del Centro y Este de Europa, de la región mediterránea y con los países iberoamericanos y demás naciones con las que mantenemos vínculos históricos.
En relación con la potenciación de las Fuerzas Armadas:
- Completar el proceso de profesionalización del personal de tropa y marinería no más tarde del 31 de diciembre de 2002.
- Continuar con el proceso de modernización, dotando a las Fuerzas Armadas del material necesario para su plena eficacia, en línea con las tendencias que impone el escenario estratégico.
- Proceder a una revisión en profundidad de las actuales estructuras aplicando criterios de agilidad, flexibilidad, funcionalidad y óptimo aprovechamiento de los recursos disponibles.
En relación con la sociedad española:
- Transmitir a la sociedad española la necesidad de la inversión en Defensa, pues es éste un bien público que no tiene alternativa.
- Fomentar en la opinión pública el interés por los temas de defensa, elevando, en lo posible, el nivel de información y aplicando siempre criterios de máxima transparencia.
- Conseguir que la sociedad española se identifique con el esfuerzo en defensa que se está realizando, en el convencimiento de que se trabaja en la dirección correcta.
Presente y futuro de la Política de Defensa
Durante el transcurso de la VI legislatura, en la que se promulgó la reiterada Directiva de Defensa Nacional, se han sucedido en el tiempo diversas decisiones específicas y acontecimientos que han ido marcando determinados hitos en la consecución de los objetivos señalados en la Directiva.
En la Cumbre de la Alianza Atlántica celebrada en Madrid en 1997 España anunció a los aliados su decisión de incorporarse a la nueva estructura militar, incorporación hecha efectiva dos años más tarde. La inauguración en Madrid del Cuartel General del Mando Subregional del Sudoeste de Europa y el papel de España en la Cumbre de Washington, con plenitud de derechos y obligaciones, son muestras del modo en que se ha cumplido el primero de los objetivos de nuestra vigente política de defensa.
En cuanto se refiere a los procesos de profesionalización y modernización, dirigidos a incrementar el potencial de nuestras Fuerzas Armadas, una vez obtenido en 1998 un adecuado respaldo parlamentario y anunciadas a nuestros aliados las decisiones adoptadas, se pusieron en marcha las acciones derivadas de ellas, cuyo detalle se expone posteriormente en los capítulos respectivos. En síntesis, la profesionalización progresa a buen ritmo y llegará a su culminación en el horizonte establecido, y las inversiones en tecnología necesarias para la modernización del armamento y material permitirán obtener los sistemas de armas programados en los plazos previstos.
El esfuerzo dedicado a impulsar en la sociedad española una cultura de defensa ha sido muy notable. Aunque es una meta cuya consecución plena solamente se conseguirá a largo plazo, debe resaltarse que en los últimos años se han producido avances significativos, fruto de las iniciativas y trabajos desarrollados en este campo. Entre otros, merece destacarse el desarrollo de estudios sociológicos y proyectos de investigación orientados a conocer los parámetros y las motivaciones que determinan el grado de interés de la sociedad hacia la defensa.
Se han impulsado las relaciones de colaboración y la realización de una variada gama de actividades relacionadas con cuestiones de defensa, paz y seguridad y se han incrementado las colaboraciones y actividades realizadas con universidades y centros de investigación españoles.
Si es mucho lo ya realizado, no lo es menos lo que queda por hacer. Durante 1999, la Alianza Atlántica y la Unión Europea han iniciado la adaptación de sus estructuras de defensa, incluidas las capacidades militares, al nuevo escenario estratégico. Por nuestra parte, el Gobierno está configurando las Fuerzas Armadas del Siglo XXI en sus estructuras, doctrinas, recursos humanos y medios materiales que permitan disponer de las capacidades militares esenciales necesarias para llevar a cabo las misiones previsibles en la nueva etapa que ahora comienza.
En resumen, nuestra Política de Defensa permite que España desempeñe un papel cada vez más activo en el mantenimiento de la paz y de la estabilidad en la región euroatlántica, en estrecha colaboración con nuestros socios y aliados. Garantiza, llegado el caso, la salvaguarda de nuestros intereses nacionales de seguridad, mantiene un firme compromiso de defensa colectiva con la Alianza Atlántica y respalda la Política Exterior y de Seguridad Común en la Unión Europea con el fin de alcanzar nuevas metas en el camino señalado en el Tratado de Amsterdam y en las Cumbres de Colonia y Helsinki de 1999.
España mantiene, además, unos sólidos lazos bilaterales de cooperación con los Estados Unidos, complementarios de la relación multilateral que ambas naciones mantienen en el seno de la Alianza Atlántica.
De esta forma, la Política de Defensa, además de responder a los intereses nacionales de seguridad, es congruente con las exigencias de nuestra condición de miembro de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica, con nuestra responsabilidad en el mantenimiento de la estabilidad en la región euroatlántica y con nuestra presencia creciente en el ámbito internacional.