Título: Relaciones civiles-militares en el siglo XX venezolano - Capítulo III - Modernización y profesionalismo: Su peculiar dinámica con relación con el pretendido control civil y la democracia en Venezuela (1960's-1980's)
CAPÍTULO III - MODERNIZACION Y PROFESIONALISMO: SU PECULIAR DINÁMICA CON RELACION CON EL PRETENDIDO CONTROL CIVIL Y LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA (1960's-1980's)
Desde la década de los 1960's, la institución castrense venezolana avanza en el proceso de profesionalización militar, dejando atrás fórmulas visiblemente pretorianas. Pero la tendencia de orientación pretoriana no desaparece, completamente, dentro del cuerpo de Oficiales venezolanos en esta segunda mitad del siglo XX. Se fortalece sí, por ahora, hasta donde es posible conocer del tema según la evidencia documental y testimonial disponible, la tendencia de los Oficiales auténticamente profesionales.
La satanización de la influencia de los partidos políticos con una desmedida injerencia dentro de la realidad militar, sencillamente, no se adecúa a la evidencia histórica conocida sobre el medio castrense venezolano. Durante los 1960's se desarrolla una nueva versión del secular acuerdo militar-civil y político-militar venezolano. El protagonismo político visible será ahora de los partidos políticos AD y COPEI, pero el sector militar sigue siendo parte integrante y fundamental del sistema de poder y no precisamente en su totalidad subordinado ante la élite política-partidista gobernante. La cual, dicho sea de paso, nunca fue tan monolítica como se pretende.
El término profesionalismo militar debe ser aclarado conceptualmente, para ello se recurrirá a los clásicos planteamientos de autores reconocidos como autoridades en el mundo académico sobre este tema. Cotejando la información teórica con el caso concreto venezolano, se propone que el profesionalismo militar, como proceso histórico, en Venezuela, no presenta evidencias irrebatibles de estar plenamente consolidado. En consecuencia, el proceso democratizador y el efectivo Control Civil sobre el sector militar, en el siglo XX venezolano, ni concluye como proceso ni se materializa efectiva y definitivamente.
Las Fuerzas Armadas y los inicios de la democracia en Venezuela: De la dominación a la pretendida subordinación política.
El pretorianismo gobernante venezolano fracasa en su intento por lograr el favor de las mayorías, durante la década 1948-1958. La corrupción de la dictadura militar del General Pérez Jiménez, el fortalecimiento de las clases medias urbanas, la nueva coyuntura hemisférica de finales de los 1950´s y, particularmente, el avance en el proceso de profesionalización de las Fuerzas Armadas, son todos factores que ayudan a explicar el colapso del gobierno pretoriano, el 23 de enero de 1958.
Contando con el visto bueno del Departamento de Estado estadounidense, se inicia un proceso de cambios políticos con la intención de lograr una segunda edición, mejorada y corregida del Trienio. La élite dirigente civil venezolana se fracciona en dos segmentos enfrentados para inicios de los 1960´s.
Lo curioso de este divorcio definitivo de intereses políticos, es la confesión de fe socializante, o mejor dicho, estatizante de los proyectos enfrentados. Ningún sector político se declara abiertamente partidario del liberalismo económico. Todos parecen igualmente interesados en avanzar hacia la modernidad, en procura de una mejor justicia social y una más equitativa distribución de la riqueza. La idea recurrente, en el liderazgo político de esos años, es que el potencial económico del Estado debe promover el bien común y ser empleado en desarrollar la industria nacional y modernizar el sector agropecuario. La diferencia estriba en que unos son partidarios de instaurar en Venezuela una dictadura marxista-leninista, mientras los otros aseguran que se debe llegar al Estado de Bienestar Social o Welfare State, vía el reformismo pequeño burgués y el capitalismo de estado.
Detrás de los discursos de los líderes civiles de ambos proyectos, se esconde la ambición de poder con tintes personalistas y el oportunismo. Un clásico ejemplo es la evolución histórica del partido de Jovito Villalba: URD. Entre ambos sectores se dan los acuerdos más disímiles buscando fortalecer su posición. Así, los autoproclamados marxistas-leninistas-progresistas, entran en acuerdos con sectores que favorecen un regreso hacia formas de gobierno militar. Sus opositores y rivales socialdemócratas o democristianos, buscan la bendición del Departamento de Estado y gobierno estadounidense.
El Pacto de Punto Fijo, la Constitución de 1961 y el fracaso del rosario de golpes militares, hasta el llamado Porteñazo, garantizan el triunfo de la tesis del capitalismo de estado, bajo el manto de un Welfare State, o Estado de Bienestar Social. Las acciones de las guerrillas urbanas y rurales, durante los 1960´s, por paradójico que perezca, apuntalan los gobiernos de la naciente democracia venezolana.
El proyecto político civilista de 1945-1948, se cumple exitosamente finalizando los 1970's. Favorecidos por un alza impresionante en los precios internacionales del petróleo, un peculiar modelo de capitalismo de estado se desarrolla en Venezuela. Peculiar, ya que las políticas distributivas populistas van de la mano de un capitalismo de estado. Este a su vez, depende de un alto ingreso estatal producto de las cotizaciones del petróleo en los mercados internacionales. El maná petrolero distribuido por el estado, va formando una clase empresarial subordinada y dependiente de los intereses políticos de los partidos hegemónicos. También, unos sectores profesionales, urbanos y de provincia, parasitarios económicamente del sector político gobernante.
Desde la década de 1970, hay un renacer de proyectos político-militares clandestinos. Bibliografía testimonial de reciente data así lo demuestra. Los paradójicos acuerdos de los 1960´s, entre civiles de orientación marxista-leninista, opositores a los gobiernos presidios por Betancourt o Leoni y militares en proceso de politización, tienen una segunda edición, mejorada, corregida y aumentada. Las llamadas ideas sobre seguridad nacional y desarrollo socio-económico, ganan adeptos, también, dentro del cuerpo de Oficiales venezolanos por estos años.
Los movimientos subterráneos insurreccionales de naturaleza militar o civil y militar se fortalecen durante la década de los 1980's. No deja de sorprender al analista imparcial esta situación, ya que son años en que se avanza sustancialmente en el proceso de modernización y aparentemente se profundiza en el proceso, lento pero constante, de profesionalización militar, en la Venezuela del siglo XX. Las organizadas logias militares se manifestarán violentamente en 1992, en dos frustrados golpes de estado. Evidenciándose, así, las limitaciones, deformaciones o particularidades del proceso de profesionalización militar en Venezuela. Resulta, pues, indispensable, aclarar conceptos claves vinculados con el tema. Tal es el caso del llamado profesionalismo militar. Por lo que se abordará de seguidas ese necesario aspecto teórico.
Sobre el profesionalismo militar y sus implicaciones políticas: conceptos básicos y fundamentales.
Un estudio ya clásico sobre el profesionalismo militar es la obra de Samuel P. Huntington (1957). Otro tanto podemos decir del texto del reconocido padre de la sociología militar estadounidense Morris Janowitz (1960). Otros tres autores es bueno tener en mente cuando se aborda este tema: S.E. Finer (1962), Alfred Stepan (1973 y 1988) y Eric Nordlinger (1977). Serán comentados tan brevemente como sea posible.
Huntington argumenta que el Oficial militar profesional, al igual que el empresario industrial, es un producto de la sociedad moderna y contemporánea. Que su aparición se aprecia gradualmente a lo largo del siglo XIX, en los países industrializados, y que las principales características del profesionalismo castrense se pueden sintetizar en:
A) Un sistema competitivo de estudio-evaluaciones, como única vía de ingreso al cuerpo de oficiales.
B) Entrenamiento académico avanzado en la ciencia y el arte de la guerra, como preparación indispensable para ocupar posiciones de Estado Mayor y cargos de comando.
C) Rotación de los Oficiales en cargos de línea y Estado Mayor.
D) Supervisión periódica del cuerpo de Oficiales por sus superiores inmediatos.
E) Remoción de aquellos Oficiales que no demuestren las cualidades y destrezas exigidas.
En el desarrollo histórico del Ejército venezolano, desde la primera década del siglo XIX, existe una definida y minoritaria tendencia de Oficiales militares de orientación profesional. Siempre minoritaria y subordinada ante los caudillos primero y los pretorianos después, pero permanente en la data histórica venezolana. Fue ya referida en páginas anteriores, como identificada inicialmente en bibliografía y hemerografía venezolana de los años de 1940's, de manera "empírica", es decir, sin recurrir a la metódica histórica. Luego Robert L. Gilmore (1964) desarrollará esta idea.
Pero Gilmore no va más allá en sus comentarios sobre el especifico aspecto referido en el párrafo anterior, del período temporal de los 1820's-1830s. Calificando a estos Oficiales, en su análisis sobre la realidad militar venezolana del siglo XIX, como militares cuasi o semi profesionales. También, tiende a ver de manera simplista y hasta despectiva los estudios militares en la Venezuela de ese siglo, y no logra identificar al sector pretoriano dentro de la oficialidad criolla.
W. Burggraaff (1972), quien es el primer académico en estudiar con rigor metodológico la realidad militar venezolana de la primera mitad del siglo XX, no desarrolla mayor interés por el siglo anterior a su objeto de estudio. Refiere a la monografía de Gilmore para la época del predominio de los caudillos. Sobre el proceso modernizador inicial en el Ejército venezolano, centra su interés en el desarrollado por López Contreras, como Ministro de Guerra y Marina y luego como Presidente de la República.
Gene E. Bigler (1977 y 1982), quien inicia los estudios académicos serios sobre las relaciones civiles-militares en Venezuela, tiende a desestimar el pasado del siglo XIX y centra su interés en la evolución reciente de las Fuerzas Armadas venezolanas y su proceso de modernización y profesionalización en el siglo XX. El proceso modernizador y de profesionalismo militar pareciera, pues, ser una experiencia reciente para la realidad militar venezolana. Se ha tratado de corregir esos errores interpretativos en las páginas anteriores de este escrito, encontrando una explicación para éstos en lo que señala Irwin G (1988-1999, p. 48):
"El papel protagónico desempeñado por [...] caudillos y pretorianos, en el devenir histórico venezolano oculta la existencia del militar-militar, es decir, del oficial de orientación profesional, de esos [cientos de] egresados de los institutos educativos militares y de esos valientes que abrazan la carrera de las armas como una profesión, libres de la condición de mercenarios y ajenos al personalismo político"
Las consecuencias de lo señalado supra en relación con el denominado, en términos académicos, como el Control Civil sobre el sector militar es fundamental. Inicialmente se tendría qué destacar que se entiende por Control Civil. Este no es otra cosa que la supremacía de los civiles en la gerencia política de la sociedad moderna. Esto es particularmente importante en las democracias, ya que sin Control Civil sobre el sector militar no puede existir una auténtica democracia.
Para Huntington, el Control Civil puede lograrse mediante dos tipos ideales weberianos. Uno es el que llama Subjetivo y el otro el Objetivo. Considera tres variables para estructurar los tipos ideales ya mencionados: Poder político de los militares, que podemos llamar nosotros Ppm. Profesionalismo militar, el cual podemos nosotros simbolizar como Pfm. Ideología anti o pro militar, las cuales podremos bien referir como Iam y Ipm.
Sostiene que la combinación histórica de estos tres variables genera cinco posibles tipos ideales de relaciones civiles-militares. Dos de éstas son de tipo Subjetivo, con su correspondiente bajo nivel de profesionalismo militar. Tres son de tipo Objetivo.
Para Huntington, el profesionalismo militar implica la neutralidad política militante y protagónica del sector militar. Por lo que propone el Control Objetivo como la fórmula superior para lograr el Control Civil. Lo que supone también que los ejércitos profesionales aceptan per se el Control Civil.
El argumento sería uno de carácter "circular": si un ejército no acepta el Control Civil es porque no alcanza un efectivo y auténtico profesionalismo militar, en caso contrario, si lo hace, es porque adquirió ya un nivel profesional militar.
La diferencia entre pretorianismo y Control Civil es obvia. Si los civiles gobiernan y ejercen el poder político, el cuerpo de Oficiales militares acepta su condición subordinada, en lo político, ante las autoridades civiles. La relación entre pretorianismo y Control Civil es pues dicotómica. Sobre este tema se volverá, obligadamente, en las próximas páginas.
Para el caso venezolano y republicano del siglo XIX, resulta, después de la coyuntura histórica 1846-1849, imposible aplicar ninguno de los tipos ideales weberianos de Control Civil propuestos por Huntington. La ausencia de un efectivo Ejército Nacional y el predominio de ejércitos privados lo impide. Con Castro y Gómez, no existe el Control Civil, ni López ni Medina ni El Trienio, lo logran implementar efectivamente. Los gobiernos militares de 1948-1957, son eso, militares.
El Control Civil es una experiencia reciente e inacabada para Venezuela. Aflora, tímidamente, al mismo tiempo que el predominio dentro de la institución militar de los Oficiales de Orientación Profesional, desde los 1960's. Pero, insistimos, como tendencia dentro de la organización militar venezolana, esos Oficiales de Orientación Profesional son históricamente identificables, como minoría subordinada, desde los mismísimos días del movimiento bélico independentista, sobreviviendo como tendencia ante los caudillos del siglo XIX y los pretorianos del siglo XX venezolano.
Un aspecto que desvía el cabal análisis del caso venezolano, es olvidar que los modelos de Control Civil Subjetivo y Objetivo son tipos ideales en el sentido que les da a éstos la sociología de Max Weber. Es decir son abstracciones teóricas que buscan servir de puente, con fines analíticos, entre la realidad concreta y particular y la abstracción teórica general y universal. El tipo puro de Control Subjetivo nunca se ha dado en Venezuela, y en ninguna parte, como tampoco el de Control Objetivo. Se dan, en la realidad concreta, meras aproximaciones más o menos fieles al modelo teórico. Este aspecto es absolutamente determinante, para cualquier estudio que pretenda orientarse por este marco teórico analítico.
Si nos atenemos a los hechos históricos, la evidencia histórica conocida sobre el devenir venezolano, se puede decir que después del fracaso del gobierno militar de la década 1948-1958, predomina un muy peculiar, más aparente que real Control Subjetivo. En realidad el nivel de autonomía e inmunidad logrado por la institución militar venezolana, como se argumentará más adelante, es tal, que desvirtúa en la práctica la existencia de un consolidado Control Civil.
Se debe, igualmente, resaltar que bajo predominantes condiciones de Control Subjetivo existe profesionalismo militar, aún cuando por lo ya expuesto, los mecanismos de Control Civil son fundamentalmente extra-profesionales militares. Es decir, instituciones sociales y políticas controladoras de la realidad militar, que operan fuera de esa realidad militar, como el escrutinio de la realidad castrense por parte de los medios de comunicación social o las actividades legislativas del Parlamento y supervisoras de la Contraloría General de la República.
En el Control Civil Objetivo, el mecanismo esencial de control político del sector militar es, paradójicamente, un intenso profesionalismo militar. Es éste, más que agentes institucionales exógenos a la realidad castrense, lo que asegura la voluntaria sujeción de los militares a la institucionalidad política.
Por lo recién expuesto, es por lo que según el modelo teórico de Huntington (quien dicho sea de paso no refiere específicamente al caso venezolano) lo característico de sociedades como la de Venezuela, después de 1958 es una ideología antimilitar, con un poder político militar alto y un profesionalismo militar bajo:
Iam + alto Ppm + bajo Pfm = Control Civil Subjetivo.
Otra alternativa, es la crítica directa a los planteamientos teóricos de este autor. Es decir, sostener que el argumento de Huntington es un sofisma académico, intelectual, desvinculado de la realidad concreta. Que su argumentación es recurrentemente "circular". Sobre este aspecto se avanzará en las siguientes páginas, pero antes resulta necesario, esbozar algunas de las ideas de Morris Janowitz.
Según el criterio de Janowitz (1960), el profesionalismo militar no es un seguro de vida para el Control Civil. Dicho en otras palabras, ejércitos profesionales pueden mutar hacia formas pretorianas y destruir el Control Civil. Sostiene este autor, la existencia de varios tipos de Oficiales militares profesionales: el líder heroico, quintaesencia de las tradicionales virtudes castrenses asociadas al valor personal y al espíritu marcial. El militar administrador viene a ser el resultado del avance impresionante de la ciencia-arte militar, con conocimientos provenientes del mundo civil pero dirigidos a la visión Lasswelliana del militar como gerente directo de la violencia legitima del Estado. El militar técnico, como su nombre lo indica, es aquel que procura incorporar los avances tecnológicos y científicos del mundo civil a la esfera militar.
Institucionalmente, estos tres tipos de Oficiales son, ciertamente, profesionales todos. Insistimos, el líder heroico, el administrador y el técnico, permanecen en una situación de equilibrio dentro de la organización castrense. Pero en los rangos superiores tienden a predominar, en las Fuerzas Armadas modernas, los de tipo . Son también estos últimos quienes demuestran mayores inclinaciones de participación política. En las carreras de los Oficiales militares profesionales distingue Janowitz, en realidad tres tipos, aunque dos son básicos y uno derivado:
A) Las que califica como carreras prescritas. Es la del Oficial militar que no que está especializado excesivamente. Pero sí ha efectuado estudios de Estado Mayor y mantiene un equilibrio entre cargos de mando y de estado mayor. De este tipo base se deriva, otro:
B) Carreras rutinarias. Constituido por los Oficiales militares que adquieren conocimientos técnicos especializados. Pero a diferencia de los Oficiales con carreras prescritas, mencionados en el párrafo anterior, no tuvieron acceso a las escuelas superiores militares.
C) El otro tipo básico es el de las carreras adaptativas. Son aquellos oficiales que parecían avanzar hacia una carrera prescrita pero que adquieren una experiencia inusual vinculada, en el caso estadounidense de la Segunda Guerra Mundial, con armas experimentales, experiencias educativas o funciones político-militares poco usuales. Esta experiencia les facilita lograr dominio sobre técnicas novedosas y de negociación, que facilitan su entrada a la élite superior militar.
Sostiene Janowitz que la oficialidad con inclinaciones de mando político proviene de aquellos que desarrollaron una carrera adaptativa. Estos oficiales militares, aún cuando son una minoría alcanzan un peso específico, una influencia dentro de la organización militar, desproporcionado en relación con su escaso número. En las instituciones militares predominan, por supuesto, los oficiales con una carrera rutinaria. Le siguen en número los que presentan una carrera prescrita. Pero la ambición política se centra fundamentalmente, insistimos, en los que desarrollan una carrera adaptativa. Claro esta, al llegar a detentar posiciones gerenciales de muy alto nivel, tienen que enfrentar la realidad de que son un segmento de militares políticamente activos dentro de una organización castrense y no un partido político.
Volviendo sobre las diferencias entre Huntington y Janowitz. La mentalidad militar que califica Huntington de "Realismo Conservador" y cuyas características fundamentales, supuestamente, apuntalan ese profesionalismo militar garante del Control Civil Objetivo son complementadas por el descarnado análisis de la ideología militar y su relación con la política propuesto por Janowitz. Donde éste, a diferencia de Huntington, no entiende al profesionalismo e ideología militar como garantes del Control Civil.
El estudio de las propuestas analíticas de Janowitz parece no ser muy común en medios académicos venezolanos. Ciertamente, es un autor menos traducido al castellano que Samuel P. Huntington y la lectura de sus obras es más pesada que las de éste. Carece de esa privilegiada pluma del politólogo estadounidense, que favorece la lectura y comprensión de sus escritos. Pero sus propuestas resultan bastante interesantes y hasta adecuadas, para entender la realidad concreta de la evolución militar venezolana.
Los Generales López Contreras, Medina Angarita y Pérez Jiménez, bien pueden ser calificados como ejemplos tropicales del oficial militar administrador al cual refiere Janowitz. También, las carreras militares que desarrollaron éstos pueden calificarse como adaptativas, dentro del contexto venezolano de esos años. Los tres demostraron habilidades como innovadores en los asuntos castrenses venezolanos, desde el Ministerio de Guerra y Marina primero (o Ministerio de la Defensa Nacional, luego de la Defensa, desde el Trienio) y luego desde la máxima jefatura ejecutiva del gobierno, la Presidencia.
Pero donde más se adecua el análisis de Janowitz a la realidad militar venezolana, es en su descripción de lo que califica de ideología militar y la política. Muy particularmente en las naciones con jóvenes instituciones democráticas, aún en proceso de efectiva institucionalización: El recelo sobre los procesos de negociación tan propio de un sistema de partidos políticos; la tendencia a sobre-simplificar los problemas; la alergia ante las soluciones parciales y negociadas, etc., son rasgos visibles en las manifestaciones históricas, de los militares golpistas venezolanos desde 1945 hasta, por lo menos, 1992.
Sobre el caso de 1945-1948, la reacción contra los partidos políticos se evidencian no sólo en las acciones que derrocan a los Presidentes Medina y Gallegos, es el intento por extirpar los partidos políticos durante el gobierno militar de 1948-1958. Los militares golpistas venezolanos se mostraron recelosos del proceso de negociación iniciado por Medina, en sus esfuerzos por avanzar en el proceso de democratización. También sobre-simplificaron el problema de la modernización de la sociedad venezolana, para ellos la política era la del concreto armado y el bulldolzer. La alergia ante las soluciones negociadas y los procesos de negociación, se evidencian en el problema de la sucesión presidencial de 1957. Mutatis Mutandis, el caso de las insurrecciones militares de los 1960's y 1992. Evidencia documental sobre este tema puede localizarse en la obra editada por José Agustín Catalá: Golpes Militares En Venezuela, 1945-1992/Actas y decretos de los vencidos y de los vencedores-proyectos de actas y decretos para otros golpes (1998).
Otro aspecto donde se evidencian los aciertos de Janowitz es el referente a los cambios experimentados por la organización militar en las pautas de la autoridad organizativa. Sostiene, en síntesis, un tránsito de las formas de autoridad de dominación a otras de manipulación, que se expresan finalmente en una autoridad de tipo fraternal. Ésta, fortalece el sentimiento corporativo, el sprit de corps, del cuerpo de Oficiales. Sus consecuencias políticas son impactantes, ya que favorecen y estimulan en las élites militares, el que éstas se sienten lo suficientemente capaces, debido a su experiencia y aprendizaje, para asumir papeles, por no decir roles, tradicionalmente reservados a los miembros de las élites civiles, burocráticas y económicas.
Lo señalado en el párrafo anterior, se relaciona directamente con la evolución de la realidad militar venezolana de los últimos años. Particularmente, después de superado el peligro que representó para el sector militar venezolano las guerrillas de orientación marxista-leninista de los 1960's-1970's. Su manifestación visible más impactante, hasta ahora, se produce con los nombramientos de Oficiales activos y retirados en cargos de la administración pública civil y empresas del estado, en números sin precedentes durante 1999.
En la educación militar venezolana, fue ganando paulatinamente terreno el tipo de dominación llamada como de manipulación, particularmente después de la aplicación del Plan Andrés Bello de los 1970's. Los abusos antes comunes en los institutos educativos militares, van cediendo terreno ante formas más inteligentes de formar un carácter militar sólido y recio. Se procura desarrollar la disciplina mediante la persuasión, el convencimiento, se fortalece el sprit de corps fomentando la exclusión grupal como medio de control y no el castigo físico. El Oficial superior procura ser entendido por sus subalternos como la expresión de una autoridad que procura el benéfico común, tanto de subordinados como superiores.
Como en el párrafo anterior, otro tanto se puede decir de la organización militar venezolana en general, particularmente después de los 1960's. No puede descartarse la idea, aún cuando sea meramente como hipótesis, de que esta forma de autoridad militar por manipulación, junto con el desarrollo de carreras adaptativas y de hábiles Oficiales administradores conformaran una mezcla explosiva que se manifestó violentamente en 1992, con dos frustrados golpes de estado, particularmente en el de noviembre.
El problema de la subordinación militar ante las autoridades civiles democráticas se limita, en muy buena medida al carácter profesional o no del cuerpo de Oficiales, siguiendo los comentarios analíticos de Huntington. Si los militares atentan contra el democrático orden institucional establecido y cabalmente legitimado, lo hacen debido a su debilidad profesional militar, pagando el precio de su bajo profesionalismo.
Pero si recurrimos al criterio de Janowitz, nos encontramos que ejércitos profesionales pueden, más aún, lo han hecho, atentar contra la estabilidad política de regímenes democráticos. Existen condiciones internas de la estructura militar y de su ideología que contribuyen a ello. El caso de las formas de dominación que pueden llegar a desarrollarse en la realidad militar, los tipos de carreras militares y de Oficiales militares profesionales mismos, serían variables que nos permitirían entender el protagonismo político de algunos ejércitos.
Claro está, según el criterio del padre de la sociología militar estadounidense, habría que considerar otros factores vinculados con la realidad histórica de cada una de estas naciones, las tensiones socio-económicas, la particular coyuntura política, el contexto hemisférico, etc., donde se aprecia el fenómeno del intervencionismo militar protagónico en la sociedad. Pero lo interesante de este análisis, es el debate académico que niega al profesionalismo militar su condición de antídoto al protagonismo político castrense.
Alfred Stepan (1973), considera que el profesionalismo militar que propone Samuel P. Huntington puede ser calificado como uno básicamente orientado hacia la defensa exterior. Sería un tradicional profesionalismo militar de defensa exterior. Sostiene que en Latinoamérica se desarrolla durante la guerra fría, años 1960's y 1970's, lo que califica como un nuevo profesionalismo militar que enfatiza aspectos internos vinculados con la economía nacional y el desarrollo.
En síntesis, según el criterio analítico de Stepan, bajo presiones socio-políticas vinculadas con el proceso de desarrollo económico (dentro el contexto de la guerra fría) la institución militar se entiende a si misma, vía el nuevo profesionalismo militar, como más capacitada que los sectores políticos civiles para gerenciar directamente no sólo la seguridad interna de la país, sino también el desarrollo nacional y la sociedad en general. Por ello la institución militar, actuando corporativamente, asume el poder político nacional.
Sobre las ideas de Stepan se volverá más adelante en el desarrollo del presente discurso escrito. Baste, por ahora, señalar, que en Venezuela la evidencia sobre este nuevo profesionalismo militar es escasa durante los años 1970's. En los contenidos de discursos de oficiales militares y algunos pocos artículos publicados en la Revista de las Fuerzas Armadas algo se consigue sobre ello. Pero pareciera que la idea dominante era que las Fuerzas Armadas, si bien tenían el patriótico deber de cooperar e integrarse con los programas de desarrollo nacional, lo debían hacer respetando la institucionalidad política vigente y el sistema político imperante.
El panorama cambia radicalmente para inicios de los 1990's. Desde 1992 la evidencia histórica, hemerográfica y testimonial es sorprendentemente abundante sobre el desarrollo de ideas vinculadas con el nuevo profesionalismo militar, a lo Stepan, dentro de la realidad militar venezolana. Pareciera como si el Oficial militar se viera a sí mismo como un líder de la sociedad venezolana, no necesariamente circunscrito al ámbito castrense. Tanto es así que el sector militar visiblemente comprometido con las insurrecciones militares de ese año, se organiza políticamente y logran el poder por medios electoralmente lícitos. Los testimonios de Chávez e Izarra, reproducidos por Blanco Muñoz (1998) y Garrido (1999 y 2000) y Medina (1999), son sólidas evidencias testimoniales de lo recién afirmado.
Para el destacado académico británico S. E. Finer (1962), bajo ciertas condiciones el profesionalismo militar puede ocasionar, a manera de corolario, la politización de las fuerzas armadas y catapultarlas a la toma del poder político. Cuando los militares comienzan a establecer una diferencia entre la nación (Patria) y el institucional gobierno de turno, desde el momento en que los militares establecen que su lealtad, obediencia, responsabilidad, etc., están dirigidas directamente a la nación (Patria) y no a ésta vía la legítima y legitimada institucionalidad política existente, desde ese momento, argumenta Finer, se abre la "Caja de Pándora" de las relaciones entre las autoridades políticas civiles y el sector militar. También, cuando los militares crean interesadas teorías sobre la seguridad nacional, éstas pueden llevar implícitas el desconocimiento de la sujeción militar ante la autoridad civil.
Tenemos pues, otro agudo crítico a las ideas de profesionalismo militar y sus consecuencias políticas vistas según el lente de Samuel P. Huntington. Si tomamos en cuenta que la primera edición de la obra de Finer es de 1962, se tiene un claro antecedente de las ideas fundamentales del nuevo profesionalismo militar, que luego desarrollará Alfred Stepan. Ese que se comentó, sintéticamente, en párrafos anteriores y que establece vínculos entre los procesos de desarrollo económico y el intervencionismo militar iberoamericano de los 1960's-1970's.
Para Finer el aspecto clave para entender las relaciones entre los militares y las autoridades políticas civiles son dos variables fundamentales: "Orden de Cultura Política" y dependiendo de ésta, la legitimidad. El argumento central es que en el "1er. Orden de Cultura Política: El Maduro", la legitimidad es de una importancia capital e inalcanzable o inaccesible para el sector militar. Mientras en el "2ndo. Orden de Cultura Política: El Desarrollado", la legitimidad es importante pero se mantiene refractaria a los militares. En el "3er. Orden de Cultura Política: El Bajo", la legitimidad tiene sólo cierta importancia y es fluida y en el "4to. Orden de Cultura Política: El Mínimo", la legitimidad, sencillamente carece de importancia.
Aplicando el modelo de Finer a la evolución de la realidad militar venezolana del siglo XX, tendríamos un transito del Cuarto Orden de Cultura Política: Mínimo, durante el gomecismo. Pasando luego al Tercer Orden de Cultura Política: Bajo, en las presidencias de López Contreras a Pérez Jiménez. Para lograr, el Segundo Orden de Cultura Política: Desarrollado, desde 1958-1962.
Siguiendo con el modelo analítico propuesto por S. E Finer y aplicándolo al caso venezolano del siglo XX, tendríamos que las formas de intervención de los militares en la actividad política serían: "Violencia"; "Negativa a defender a las autoridades civiles de la violencia"; "Amenazas de no cooperación con las autoridades civiles o violencia contra ellas"; "Intimidación de las autoridades civiles" y "Contubernio o rivalidad con las autoridades civiles" y "canales constitucionales normales". Es decir, todas las formas de intervención que presenta el modelo.
Las formas de intervención, mencionadas en el párrafo anterior, se correspondían con los siguientes niveles característicos en los cuales se llevarían a cabo éstas: "Suplantación del régimen civil"; "Desplazamiento de gabinetes civiles"; "Extorsión" e "Influencia".
Antes de los golpes de estado frustrados de 1992, la inmensa mayoría de los estudiosos del tema de las relaciones civiles-militares, al aplicar el modelo de Finer sobre la realidad venezolana hubieran incluido este último nivel de intervención: Influencia, como el predominante. Es más se tenía la idea de que el Orden de Cultura Política podría tipificarse como uno del Primer Orden: Maduro. Se evidenció el cuatro de febrero y el veintisiete de noviembre de 1992, que tal no era el caso.
Resultó evidente, después de los frustrados golpes de estado de los 1990's, que más que una intervención que seguía los canales constitucionales normales, era uno donde estaban veladamente implícitas formas de intervención propias del Tercer Orden de Cultura Política: Contubernio o rivalidad con las autoridades civiles, y eso, en el mejor de los casos. Que la "Extorsión" superaba a la "Influencia" y que las formas de intervención podían llegar hasta la violencia contra las autoridades civiles. Aunque también se evidenció, que la legitimidad era refractaria a los militares.
Como ya se señaló, el pretorianismo es antitético en relación con el Control Civil. Para Nordlinger (1977) no sólo los ejércitos pretorianos pueden ser de los tres tipos ideales, comentados, por cierto, en páginas anteriores: árbitros, "cirujanos de hierro" y gobernantes. También presenta tres tipos ideales, de corte weberiano, de modelos de Control Civil sobre el sector militar: Tradicional, Liberal y de Penetración. Dos de ellos encuentran ejemplos históricos en la realidad venezolana. El otro no se ha podido identificar como presente en el devenir histórico de Venezuela.
En el Tradicional, no existe tensión entre autoridades civiles y militares ya que ambos sectores están dominados por una misma élite. En el caso venezolano, sería el que se da durante el predominio político de los caudillos del siglo XIX. Son estos actores políticos los que dominan la escena histórica venezolana, desde el colapso de la institucionalidad republicana en 1846-1849 hasta el surgimiento de un efectivo Ejército Nacional, para finales del siglo XIX e inicios del XX. Con los gobiernos de Castro-Gómez, y el desarrollo de un ejército pretoriano, llega a su fin la aplicabilidad efectiva de este modelo en Venezuela. Tendríamos formas pretorianas de gobierno, prácticamente hasta los 1960's.
El de Penetración, se caracteriza por la infiltración que efectúan las autoridades políticas civiles dentro del sector militar. Las Fuerzas Armadas son penetradas ideológicamente y hasta con personal político, especie de comisarios políticos. El adoctrinamiento ideológico abarca no sólo al cuerpo de Oficiales sino también a la tropa. Se emplean intensamente medios de control, supervisión y un sistema de "premios" y "castigos" destinados a obtener la obediencia y fidelidad absoluta de los militares.
Es un sistema de control de muy difícil implementación, que debe contar con un régimen político totalitario, o un autoritarismo extremo, para garantizar su eficiencia. En Venezuela resultaría absurdo, o bien, subjetivamente interesado, pretender que en algún momento del siglo XIX o el XX se aplicara este tipo de Control Civil llamado por Nordlinger, insistimos, de penetración.
El proceso que se aprecia con nitidez es como una vez dominados los pretorianos en su iniciales pretensiones políticas post-1958, las acciones de la guerrilla marxista-leninista, contribuye a fortalecer la posición de la oficialidad de orientación profesional dentro de la institución militar. Esto opera en tres sentidos:
A) En el primero, hay un enemigo común que procuraba destruir la institución armada por lo que se fortalece el sprit de corps, reduciendo a un mínimo las tensiones internas.
B) En el segundo, existe la presencia de un visible y activo militarmente enemigo exterior (la Cuba de Fidel Castro) que procura destruir las Fuerzas Armadas venezolanas, por lo que se reafirma la vinculación con los estadounidenses dentro del contexto de la guerra fría.
C) Finalmente, crea intereses comunes entre los partidos políticos AD-COPEI y la oficialidad militar dirigente de las Fuerzas Armadas. Esa comunidad de intereses resultaría un disparate histórico, más aún académico, identificarla con el modelo de penetración que propone Nordlinger.
Especie de comisarios políticos nunca, hasta ahora, se han podido identificar dentro de la institución militar venezolana. El proceso que se da es en algo parecido al que sufrió y padeció toda la sociedad criolla, debido a los errores cometidos por las dos principales organizaciones políticas del país durante los 1970's-1980's: AD y COPEI. Éstos, dejaron de ver al futuro y pretendieron, en distintos momentos, llegar a perméar toda la sociedad venezolana por una suerte de metástasis político-partidista.
Esa metástasis se traducía en una situación clientelar, donde el "patrón partido" tenía "clientes" en todo lo largo y ancho de la geografía nacional y en sus asociaciones, agrupaciones e instituciones, con la milagrosa excepción de la Iglesia. Las Fuerzas Armadas fueron afectadas por esta situación, pero nunca alcanzó las proporciones alarmantes que sí logró en los sindicatos, gremios profesionales, empresas del estado, universidades e institutos educativos públicos, asociaciones de vecinos, juntas vecinales, etc.
Era sí una sociedad civil asfixiada por la realidad clientelar, especie de intelillentzia, apparatich y nomenklatura de los partidos políticos dominantes y mayoritarios: AD y COPEI. Algunos Oficiales, por méritos castrenses indiscutibles, afectos a estos dos partidos alcanzaron sustancial influencia en la organización militar, al llegar a los grados militares de Generales y Almirantes. Consecuencialmente, pasan a desempeñar importantes cargos en la institución militar. Pero hasta allí.
Insistimos, en la realidad militar venezolana del siglo XX, no encontramos evidencia sólida de nada que pueda comparase con la presencia de comisarios políticos o infiltración y adoctrinamiento político, en o de, las Fuerzas Armadas por activistas adecos y copeyanos. El adoctrinamiento, la educación castrense venezolana de los 1960's en adelante, era técnica-militar y constitucionalista.
El modelo Liberal, según Nordlinger, se apoya en la existencia de élites bien diferenciadas y con responsabilidades propias. Los militares son ya profesionales o se encuentran en el proceso de serlo. Son instruidos en los principios de obediencia y respeto ante las autoridades civiles. Se busca así, despolitizar en la medida de lo posible al sector castrense, pero respetando las condiciones propias de la institución militar, como su sprit de corps y su efectiva autonomía en los aspectos estrictamente militares y profesionales castrenses.
Este modelo Liberal se intentó implementar en el lapso 1830-1846 en Venezuela, pero los conflictos entre los sectores dirigentes civiles rivales permiten el triunfo de los caudillos y el colapso institucional. La política militar López-medinista, buscaba crear las bases socio-políticas indispensables para el cabal funcionamiento de este tipo de modelo de Control Civil, pero el Trienio lo impide. En los 1960's se logra su desarrollo inicial aparente, por más de cuatro décadas se avanzará en una versión incompleta, por ahora, de este modelo en Venezuela.
Es un modelo Liberal deformado en tanto que la participación activa de alta dirigencia de los partidos AD y COPEI establecen una especie de contubernio con el sector dirigente de las Fuerzas Armadas, desde los 1960's. Una nueva edición del secular acuerdo militar-civil y político-militar venezolano, como se comentará, con mayor detalle, en próximas páginas de este discurso escrito.
Lo antes señalado, es fundamental entenderlo en su auténtica dimensión histórica. El avance positivo, durante los 1960's, en lo que atañe a las relaciones civiles-militares es ciertamente impresionante, comparado con el pasado inmediato y mediato. Esto es rigurosamente exacto, a pesar del deformado carácter del modelo Liberal.
Por primera vez en la historia del siglo XX venezolano, la tradicional simbiosis entre militares y civiles (esta vez genuinamente gobernantes, o más que en ningún otro momento de la historia venezolana contemporánea), tiene un fundamento efectivo que se expresa institucionalmente, sin trazos protagónicos y visiblemente preponderantes de personalismo político. Ese es el valor histórico, del llamado Pacto de Punto Fijo y de la Constitución de 1961 en la evolución de las áreas de influencia y competencia entre la realidad política civil y el sector militar.
La llamada insurrección armada: La guerra de baja intensidad en Venezuela y los acuerdos, entre militares y civiles, de naturaleza política en los 1960's, sus efectos en las relaciones civiles-militares.
Quizás el factor clave para la consolidación de la institucionalidad y la supremacía de ésta sobre la participación política, en términos Huntingtonianos, en el caso venezolano de los 1960's, fue la dinámica hemisférica vinculada con la guerra fría. La sociedad venezolana se divide en dos grandes segmentos, donde el más cohesionado y el que contaba con mayor apoyo internacional logra imponerse.
Son los turbulentos años del gobierno de la Junta de Gobierno, el único gobierno constitucional presidido por Rómulo Betancourt y luego el presidido por Leoni. Parece existir la idea, en algunos de los derrotados protagonistas políticos de estos sucesos, de minimizar su intensidad e importancia. La palabra guerra civil no es empleada y se prefiere el de la Lucha Armada. Ese es el título de varios gruesos tomos de evidencia testimonial, salvada para la historia por Agustín Blanco Muñoz y que ya se mencionó en páginas anteriores. Se volverá, obligadamente, sobre esta fuente.
Para uno de los tres "comandantes" de la izquierda revolucionaria, entrevistados por Blanco Muñoz (1982, pp.66-67), Lino Martínez, en estos años de la década de 1960 en Venezuela: ... "no hubo guerra [...] Hubo esporádicos enfrentamientos armados y hubo débiles intentos de formar un ejército popular que no culminaron, no cristalizaron". Si bien es cierto que el llamado "ejército popular" nunca llegó a formarse realmente como tal, guerra sí hubo, guerra irregular, de baja intensidad, entremezclada con acciones de terrorismo y de violencia física urbana promovida por las llamadas unidades tácticas de combate (UTC) o guerrillas urbanas.
Los frentes guerrilleros rurales no son una ficción sino una realidad histórica; el que fracasaran en lograr sus propósitos es otra cosa. El que fueran vencidos por las Fuerzas Armadas Nacionales y el que su proyecto político no cristalizara, es una verdad histórica que no puede rebatirse para el siglo XX venezolano.
Revisando la evidencia testimonial arriba destacada (Blanco Muñoz, 1981-82), parece ser posible el distinguir un lapso inicial en el cual se buscaba comprometer a un sector de las Fuerzas Armadas en un intento golpista, fundamentalmente militar, pero con apoyo de los sectores civiles radicalizados. Este proceder no era nada nuevo, era tratar de volver a lo que fue octubre de 1945...
El punto culminante del proceder político-militar arriba señalado, es la frustrada insurrección militar de algunas unidades de la Armada en Puerto Cabello, en 1962. Suceso conocido en la historiografía venezolana como El Porteñazo. Esta acción insurgente militar-civil estaba destinada al fracaso, así como antes lo habían estado acciones de fuerza de inspiración netamente militar, expresión del más rancio pretorianismo venezolano, como las del General José María Castro León, Ministro de la Defensa del gobierno provisional que nace en enero de 1958. Ambos movimiento miraban al pasado y no al futuro. Eran momentos de cambio innovador no de segundas ediciones.
Tanto las frustradas "fusiones" civiles-políticas-militares (Carupanazo o Porteñazo), así como las fracasadas insurrecciones de Castro León, ilustran sobre la miopía intelectual de los comprometidos en ambos movimientos. Seguían aferrados a los tradicionales procedimientos de pasado político venezolano. Era tiempo de innovaciones creativas, no de seculares soluciones de fuerza con un pronunciado matiz autoritario.
El Ministro de la Defensa se creía en una posición de poder, prácticamente antesala de la Presidencia de la República. Ese había sido el caso para López, Medina, Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez. Desde 1936 hasta 1957, había sido una constante en la realidad política venezolana. Al no tener éxito en su intento de golpe de estado de mediados de 1958 se cierra el vaso comunicante de poder pretoriano entre el Ministerio de la Defensa y la Presidencia de la República. El General Castro León no lo percibió, pero con su acción fracasada estaba evidenciando un cambio importante en los mecanismos del ejercicio del poder político en Venezuela.
Al no tener éxito en las los esfuerzos golpistas-insurreccionales, para 1963-1964 se inicia la llamada Lucha Armada. Se crean Las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y el Frente de Liberación Nacional (FLN) como brazo político-logístico. Surgen los frentes guerrilleros rurales. Particularmente útil para estudiar este período, tan escaso de fuentes bibliohemerográficas serias y donde predominan las evidencias testimoniales de los derrotados políticos y militares, es el libro publicado por la Dirección de Educación del Ejército para finales de 1980:
Los Cinco De Línea (Apología a los cinco teatros de operaciones que durante 17 años formaron una sólida línea defensiva frente a la subversión, que trató de imponer al pueblo venezolano una dictadura de tipo marxista-leninista). Es un texto mimeografiado de 209 páginas, autorizado para ser un manual con fines instruccionales en las Escuelas del Ejército. Su circulación, pues, ha sido restringida.
Lo interesante del texto arriba señalado es que sus autores son, o eran, militares activos: Coronel Juan Biaggini Gutiérrez, Mayores Nelson Noriega y Roberto Moreán Umánez, Capitán Eduardo Lobo Parra y Teniente Marcos Arleo Espinoza. Distinguen un lapso de 17 años de actividad subversiva que fraccionan en varios períodos. Estudiando éstos y la data que presentan para apoyarla, resultan como evidentes algunos aspectos de interés. Así, inicialmente, es posible reducir los distintos períodos que presentan los autores del análisis a sólo tres: uno de antecedentes y preparación, otro de desarrollo y crisis, para luego destacar finalmente el de decadencia y derrota militar. El primero se da entre 1958-1962. El segundo entre 1962-1968. Finalmente, 1968-1970's.
Otro aspecto que llama la atención es como en enero de 1962 se implementan, antes del Porteñazo, los primeros esfuerzos guerrilleros rurales visibles y organizados. También resulta evidente que la derrota del movimiento guerrillero fue antes política que militar. La militar tomará hasta finales de los 1960's. Para quedar reducidos a sólo muy pequeños grupos después de esta década.
Detalles sobre apoyo logístico, material y humano del gobierno cubano de Fidel Castro al movimiento guerrillero venezolano, es otro de los aspectos interesantes que surge de la data que ofrece este libro escrito por militares venezolanos para militares venezolanos. La actividad bélica se prolongará por años debido a este apoyo foráneo.
Para finales de 1963 es descubierto por el Ejército, el que luego se logró identificar como el tercer cargamento de armas enviadas desde Cuba, en las playas del estado Falcón. Otras ayudas en dinero, armamento y hombres siguieron a ésta. Una prueba de la participación activa de nacionales cubanos en las actividades guerrilleras en Venezuela lo tenemos en un enfrentamiento sostenido por tropas del Batallón de Cazadores Cruz Carrillo, el 17 de abril de 1968, en Chupulún, estado Yaracuy. En esa acción pierden la vida 15 guerrilleros, entre ellos 5 cubanos que habían ingresado en territorio venezolano por las cercanías de Tucacas, en 1966.
Las Fuerzas Armadas venezolanas tienen que prepararse rápidamente para enfrentar la amenaza de las guerrillas rurales y urbanas. En las ciudades será básicamente la actividad policial y de inteligencia la que predomina, pero en provincia son las guerrillas rurales y éstas serán enfrentadas fundamentalmente por las fuerzas terrestres del componente militar venezolano: Ejército, Infantería de Marina y Guardia Nacional.
Los entrenamientos iniciales se hacen fuera del país, en la zona estadounidense del Canal de Panamá. Luego, con asistencia estadounidense, en Venezuela. Después el entrenamiento será dado por instructores militares venezolanos. El resultado obvio fue la capacitación efectiva de las Fuerzas Armadas venezolanas para enfrentar al nuevo tipo de enemigo. Pero tan importante como esto es, aunque los autores de la obra no lo señalan, un avance cierto en el proceso profesionalizador de las Fuerzas Armadas venezolanas.
Resulta también concluyente, de la data que presenta Los Cinco de Línea, que la llamada "Insurrección Armada" o "Lucha Armada" fue una guerra. Actividad bélica que se extendió por casi dos décadas, con numerosos enfrentamientos, emboscadas y acciones de terrorismo urbano. Fue una guerra de baja intensidad, de guerrillas, irregular y no convencional. En síntesis, una forma de guerra civil, los sectores enfrentados eran ambos mayoritariamente venezolanos, la asistencia cubana y estadounidense nunca fue dominante en ninguno de los muy venezolanos sectores enfrentados en esta pugna armada. Una expresión más de las llamadas "guerras de liberación nacional", dentro del contexto de la Guerra Fría. La primera de tales prolongados conflictos armados en Venezuela, desde los tiempos de la Revolución Libertadora (1901-1903), es decir, la segunda del siglo XX venezolano.
Si bien las guerrillas no pudieron evolucionar hasta conformar un "ejército popular revolucionario", eso se debió a que fueron rápidamente neutralizadas, primero, en su potencial desarrollo bélico. Más luego, derrotadas política y militarmente. Pero esto no invalida el hecho cierto, objetivo, documentalmente demostrable, de una situación peculiar de guerra civil, de una insurrección armada.
En el libro ya mencionado del General Iván Darío Jiménez (1996), se dice que las guerrillas llegaron a movilizar miles de hombres, claro está considerando todo el tiempo en que se produjo la actividad guerrillera. Apoyándonos en esta fuente y en la data que presenta el texto Los Cinco de Línea... Podemos presentar una muy breve información sobre los llamados frentes guerrilleros:
A) El José Leonardo Chirinos, dirigido por Douglas Bravo, en la Sierra de San Luis, estado Falcón. El estado mayor estaba formado por Elías Manuít, Luben Petkoff, Francisco Prada y Acosta Bello. Presentó cuatro "destacamentos", con los nombres de Raúl Hernández, Elpidio Padovani, Luis Díaz y Miguel Noguera. Llegó a contar con unos 300 miembros y fue prácticamente desarticulado por una ofensiva coordinada de las Fuerzas Armadas Nacionales en 1964, aunque se reporta actividad subversiva de poco monto hasta 1966.
B) El frente Simón Bolívar, que abarcaba los occidentales estados de Trujillo, Portuguesa, Lara, Guárico, Barinas y el oriental de Anzoátegui. Fue creado en los inicios de 1962. Jefaturizado por Argimiro Gabaldón, luego de la muerte de éste se encarga de ese frente el médico Hernán Cortés Mujica. Las acciones del comando antiguerrillero de Urica, primero y luego del Teatro de Operaciones No. 3 (T.O3) prácticamente llevan a la desaparición de este frente guerrillero para finales de 1968. Llegó a contar con tres "brigadas", llamadas II urbana, la 21 al mando de Ramón París Aldana y la 31 responsabilidad de Freddy Carki. También contaba con cuatro "destacamentos". Su estado mayor lo conformaban Concepción Alcalá, Chucho Betancourt y Hernán Cortés Mujica y para 1963 estuvo bajo la jefatura de Tirso Pinto.
C) El frente Ezequiel Zamora, con su epicentro en el cerro El Bachiller, y bajo responsabilidad del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, grupo radical disidente de AD), tuvo como jefes a cuatro dirigentes del MIR, Américo Martín, Soto Rojas, Paúl del Río y Moisés Moleiro; derrotado por el Ejército para 1964-1966.
D) El frente José Antonio Páez, con gentes provenientes del sector radicalizado de URD como dirigentes, tal es el caso de Fabricio Ojeda; otros de sus jefes fueron el ingeniero Juan Vicente Cabezas y Tirso Pinto; abarcaba territorios de los estados Portuguesa, Barinas, Mérida y Trujillo. Inicia sus actividades en febrero-marzo de 1962. Como apéndice de este fundan en los llanos el que denominaron "frente Ezequiel Zamora", pero que degeneró en actividades de bandolerismo y abigeato para finales de los 1960's.
E) El frente Manuel Ponte Rodríguez del oriente del país, se llama inicialmente en honor a un Oficial de la Armada muerto en las insurrecciones militares iniciales de los 1960's; abarca los estados de Anzoátegui, Monagas y Sucre, aunque su epicentro estará en las zonas montañosas de los estados Anzoátegui y Monagas. Estuvo jefaturizado por Tomás Alfredo Maneiro, su estado mayor lo conformaban Luis M. Sanabria, Lelis Montes, Eusebio Zerpa. Estaba formado por cinco "destacamentos": el Antonio José de Sucre en el estado Anzoátegui; el Cuatro de Mayo, el Elio Carrasquero, el Guerra y Millán, en el estado Monagas y el Tuto Lanz en el estado Sucre. Entre sus jefes destacan, durante los 1960's, Fleming Mendoza, Lucas Matheus y Winston Bermúdez. Es el frente guerrillero que más ha sobrevivido en el tiempo, aunque su importancia política y militar es mínima.
Lo interesante de esta organización guerrillera es que es la expresión de una fusión "civil-militar y política-militar" con vieja data en la realidad histórica venezolana. Los organizadores y dirigentes de las FALN son, fundamentalmente, los militares derrotados en sus intentos golpistas en Carúpano y Puerto Cabello. La experiencia militar, que evidentemente poseían, se pone al servicio de tratar de vertebrar una supuesta organización armada revolucionaria de inspiración doctrinal marxista-leninista.
Para cualquier observador imparcial de la época era fácil predecir una segura derrota del FALN. Estaban, como algunos de sus compañeros de armas en 1957, igual que la mujer del bíblico Lot, mirando hacia atrás, al pasado. Buscando su inspiración en el siglo XIX venezolano, no en el ya bien entrado siglo XX.
Cualquier posibilidad de cambio político en la Venezuela del siglo XX, tenía que darse vía la organización militar y no contra ella. Eso era más que evidente para cualquiera que estudiara con seriedad la evolución política venezolana, desde los tiempos de Castro y Gómez. Quien tuviese el favor de las Fuerzas Armadas venezolanas podría contar con el poder político, aún cuando este, por fin, no dependía directamente del sector militar sino de la institucionalidad republicana y democrática.
La dirigencia política venezolana se divide en dos segmentos enfrentados para inicios de los 1960's. Son dos proyectos políticos distintos en sus medios. Pero que persiguen ambos la creación de una sociedad industrialmente desarrollada y con justicia social.
Unos se proclaman socialdemócratas o socialcristianos, reformistas, partidarios del Welfare State, o Estado de Bienestar Social. Los otros, inspirados en las doctrinas marxistas-leninistas, son partidarios de instaurar una dictadura del proletariado. Como en el siglo XIX, pero en pleno mediados del siglo XX, no hay solución de compromiso posible, se recurre a la violencia física, a la guerra civil irregular y de baja intensidad para dirimir las diferencias políticas. Diferencias que presentaban, insistimos, un contenido doctrinal, ideológico y "táctico" evidente. Esto último no se puede afirmar de la llamada Revolución Libertadora de 1901-1903. Tampoco de la Guerra Larga o Revolución federal de 1859-1863.
La gran diferencia entre los contextos de mediados de los siglos XIX y el XX venezolano, no son sólo condiciones socio-económicas distintas y las realidades históricas obviamente diferentes. Estriba, fundamentalmente, en la existencia para mediados del siglo XX de un efectivo Ejército Nacional en proceso de acelerada profesionalización, que como tal ejerce la gerencia del monopolio directo de la violencia física y legítima del Estado.
También, existía por esos años de los 1960's, una situación internacional que tendía a favorecer a los partidarios del reformismo llamado por sus contrarios "pequeño burgués" y una realidad política evidentemente legitimada, con un nivel de institucionalidad política sin precedentes en el devenir de Venezuela. Las semejanzas entre ambos momentos, separados por cien años de historia, eran analógicas y las diferencias eran abismales.
Un texto útil para entender como repercute en el Poder Legislativo venezolano la situación de tensión política y militar que se vivió en los inicios de los 1960's, es el artículo de Hernán Castillo en la revista Politeia (1998). En síntesis, se puede observar como la mayoría parlamentaria de los partidos AD y COPEI logran neutralizar la actividad parlamentaria de la oposición, aquella que había hecho causa común directa con los sectores que propiciaban la insurrección armada como alternativa política.
Pero el "precio" que hubo de "pagar" el Congreso fue la poca supervisión de las finanzas del sector militar. Esto generó vicios que se prolongaran hasta prácticamente hoy día. También se aprecia una división de funciones que favorece al profesionalismo militar, en ese momento, pero que repercutirá desfavorablemente en el futuro mediato. La estructura militar recibe privilegios económicos y de status como recompensa inmediata en su labor de defender con las armas el sistema democrático, estos derechos adquiridos serán luego celosamente defendidos y ampliados, lesionando el necesario Control Civil sobre el sector militar.
Se insiste, en la última idea presentada en el párrafo anterior, ya que es fundamental para el desarrollo de las relaciones civiles-militares venezolanas recientes. Producto de actuar contra un enemigo común, se desarrollan vínculos entre la alta dirigencia de los partidos políticos gobernantes, AD y COPEI, y la alta oficialidad militar de los 1960's. Estas relaciones crean la falsa imagen de un sólido Control Civil sobre el estamento militar.
Inicialmente se da es una comunidad de intereses, en la cual los militares y la dirigencia política de estas organizaciones obtienen beneficios institucionales mutuos. Los políticos civiles lograban fortalecer la institucionalidad con la ayuda de los militares, que reducían a la impotencia a los que pretendían con las armas en la mano destruir el naciente sistema político. Pero los beneficios para los militares van más allá de un aumento en los salarios de la joven oficialidad de cerca del 140 %, en términos reales, durante el lapso 1960-1970's, según la data que ofrece Bigler (1982, p. 181). La situación de fondo es más densa y profunda, tiene raíces históricas y parece que no ha sido percibida por los analistas recientes de la evolución de las relaciones civiles-militares en Venezuela.
La institución militar se asegura una especie de inmunidad en lo relativo a los aspectos castrenses. El tema de lo militar, para los venezolanos, se convierte en uno que parece sólo reservado para los hombres de uniforme, libre e inmune ante el escrutinio del mundo civil, de la sociedad civil, de la opinión pública. Es una especie de contubernio entre la alta oficialidad y algunos selectos, anónimos y ágrafos, miembros de los partidos gobernantes AD y COPEI. Es un Control Civil más de forma que de fondo.
¿Quiénes son los especialistas civiles en temas estratégicos vinculados con la seguridad y defensa en la Venezuela de ese entonces? ¿Dónde está su obra escrita? ¿Se conocen los nombres de los especialistas en el tema militar entre los políticos de AD y COPEI? ¿Fuera del Dr. Rodríguez Iturbe que otro miembro de las Comisiones de Defensa del Parlamento tiene publicaciones serias sobre el tema de seguridad y defensa? El carácter negativo de las respuestas a todas estas interrogantes, sustenta la idea expresada en el párrafo anterior.
Otro aspecto que llama la atención es la creciente influencia del sector militar en los asuntos fronterizos. Una especie de poder de veto, autoproclamado y aceptado como tal por la dirigencia política, en lo que atañe a límites y política fronteriza. La rivalidad política, desde los 1970's, fraccionó, a diferencia de los años de la década de los 1960's, la capacidad de los políticos civiles para enfrentar monolíticamente al sector militar. Así se frustra el avanzar en el proceso de Control Civil que se había iniciado desde 1958.
La consecuencia obvia, de lo arriba señalado, fue una evidente independencia política real del estamento militar. Esta situación ha sido mal interpretada, por algunos analistas como Schaposnik (1985), como un avanzar en el proceso de un efectivo control objetivo del sector castrense, lo que califica de democratización de las Fuerzas Armadas. Otros como Machillanda (1988), peor interpretando el contexto de las relaciones civiles-militares venezolanas, aprecia un fortalecimiento del control civil de carácter subjetivo en términos huntingtonianos, con predominio un visible de los partidos AD y COPEI.
Lo que sí es cierto es que para asegurar parcialmente el Control Civil sobre el sector militar venezolano los partidos AD y COPEI, en las personas de sus más altos y anónimos "estrategas" en temas castrenses, hábil e inteligentemente favorecieron y sutilmente estimularon las rivalidades inter-fuerzas militares; así como la independencia administrativa y operativa de cada una de las Fuerzas, aduciendo las especificidades de cada una de éstas; y, finalmente, las limitaciones de coordinación racional entre las cuatro Fuerzas dentro del conjunto del Ministerio de la Defensa.
Frutos de estos procederes, que aseguraban en lo inmediato el tiempo que necesitaban los políticos civiles para fortalecer la neutralidad política del sector militar y fortalecer en consecuencia el Poder Civil en los 1960's, surge como evidente el avance acelerado en el proceso de modernización del aparato militar venezolano. Esa modernización que como constante se ha venido implementando en Venezuela desde Castro-Gómez, por no referir al "Taita Crespo", con sus altas y bajas, pero que se presenta como característica del siglo XX venezolano y que sirve como diferencia en relación al siglo XIX criollo.
Venezuela, pues, necesitaba actualizar su Fuerza Aérea y Armada. Esto llevó a la compra de nuevos equipos, inicialmente fueron los "F-86K", luego los "CF-5", los "Mirage" y finalmente, por ahora, los "F-16" en los 1980's. Para no referir a otro tipo de unidades aéreas de entrenamiento, transporte y apoyo logístico. La idea constante era contar con la supremacía aérea defensiva, en el papel y en la realidad, frente a Colombia. También, la muy humana y comprensible intención de los aviadores militares, de contar con los mejores equipos disponibles y accesibles en el mercado para la Fuerza Aérea Venezolana.
La consecuencia obvia del proceder señalado arriba, fue el tener que entrenar el personal humano necesario para hacer frente a la responsabilidad de volar y mantener en óptimas condiciones los nuevos sistemas de armas. Lo cual los lleva a enviar, principalmente a las instituciones militares estadounidenses, lo mejor que tenían como personal militar. Esto no era novedoso, se había efectuado con otros equipos humanos de la aviación venezolana en el pasado, desde finales de la II Guerra Mundial.
Lo novedoso era, que se vinculaba a esta oficialidad de la Fuerza Aérea, con una experiencia técnica que superaba comparativamente la que recibían los Oficiales de las otras Fuerzas. Los sistemas de armas "F-16" eran de generación avanzada para el momento en que fueron adquiridos, tal no era el caso para los equipos militares de otras Fuerzas. La capacidad de los pilotos criollos y los técnicos encargados del mantenimiento de estos equipos, se demuestra fehacientemente exitosa en los ejercicios conjuntos que desarrollan, con cierta periodicidad, con la fuerza aérea estadounidense, la USAF.
La Armada, tradicionalmente la oficialidad más capacitada desde el punto de vista técnico en Venezuela, adquiere en Italia las fragatas tipo Lupo, llamadas "Mariscal Sucre", durante los 1980's. Con la consiguiente necesidad de entrenamiento de Oficiales y marinería para operar estos nuevos bajeles y sus sofisticados sistemas electrónicos de armas.
Otra fuerza que avanza sustancial e impresionantemente, en superación técnica comparativa, es la Guardia Nacional, procurando capacitar su personal para cumplir con las variadas misiones que le asigna su heterogénea responsabilidad legal. En el Ejército se aprecia un incremento, sin precedentes, es en el sector de ingeniería militar, particularmente entre los años de los 1980's y 1990's. Quizás, esto tenga que ver con el incremento y mejoras de las construcciones militares.
Pareciera, por obvias razones vinculadas con los sistemas de armas que se emplean en la realidad militar venezolana, que de las cuatro Fuerzas que integraban la estructura militar, será el Ejército la que presente un menor nivel de progreso académico comparativo desde los años 1970's. También fue esta Fuerza, la que llevó la mayor responsabilidad en la derrota de la guerrilla de inspiración marxista-leninista de los años de la década de 1960's. Será también la Fuerza de donde emergerán los Oficiales responsables de los sucesos del frustrado golpe de estado del cuatro de febrero de 1992, hecho del cual se ofrecerá alguna información, brevemente, en próximas páginas.
Es necesario destacar que en las cuatro Fuerzas unos pocos Oficiales, seleccionados según las necesidades de cada una de ellas y las demostradas capacidades de los Oficiales elegidos, son enviados a estudiar carreras universitarias de Licenciatura y Maestría en instituciones de educación superior en Venezuela y en el exterior. Otro grupo, también minoritario por obvias razones presupuestarias, son enviados a efectuar estudios militares en el exterior, como son los cursos de Estado Mayor. También los cursos del Colegio Interamericano de Defensa, en Washington y los que ofrece la llamada Escuela de las Américas, en la infraestructura militar estadounidense. Así como, otros cursos especiales de carácter militar y estratégico en distintos países del hemisferio occidental y de Europa.
En teoría son los Oficiales más aptos los que efectúan estos cursos para Oficiales Superiores; en la práctica, a veces, hay algunos favoritismos personales. Esta situación en cambio de nivelar las diferencias académicas entre el Ejército y las demás Fuerzas, podría tener un efecto más bien contrario, al intensificar las diferencias, inclusive dentro de la oficialidad del Ejército mismo. Este aspecto parece que ha sido poco analizado por los especialistas en el tema militar venezolano, o de haber sido ya estudiado, los resultados no son públicos, se mantienen inéditos o restringida su lectura. En todo caso, sólo se busca presentar el tema, como uno digno para ser desarrollado en una seria investigación.
El avance en los estudios militares en Venezuela, su constante mejoría y mejor estructuración, se da casi al mismo tiempo que la derrota de los subversivos marxistas-leninistas. Pero no se puede dejar de señalar que la actividad subversiva armada no desaparece totalmente durante los 1970's. En esa década se consolida su derrota militar, pero como organizaciones minúsculas, sin ninguna influencia significativa en lo político a nivel nacional o regional y hasta local, sobreviven hasta los 1990's. Tres grupos notoriamente existentes para 1992: Bandera Roja, Venceremos y Tercer Camino.
El último de los arriba mencionados es la organización liderada por el veterano jefe guerrillero Douglas Bravo. Como antecedente inmediato de esta organización, tenemos al Partido Revolucionario Venezolano (PRV). Minúsculo partido político que procuraba hacer honor a su nombre. Sobre los fundamentos doctrinales de este movimiento, resulta útil la lectura de la conferencia dictada por Bravo en el Instituto Pedagógico de Caracas, la cual fue publicada en la revista de historia de esa institución: Tiempo y Espacio (No. 6, 1986). Ciertamente una lectura amena, en el sentido literal y efectivo de la hermenéutica histórica, que ilustra cabalmente sobre el carácter revolucionario, minoritario y utópico de este partido político que se dice de orientación marxista.
Venceremos se proclama como un grupo nacionalista radical y mantiene nexos de coordinación con Bandera Roja, su fachada visible se denominaba Desobediencia Popular. Operaba en los estados Táchira, Mérida, Lara, Yaracuy, Carabobo, Aragua, Miranda y en el Distrito Federal. Su área de influencia parece concentrarse en los institutos educativos públicos de nivel superior, colegios e institutos universitarios y las universidades.
Es Bandera Roja la organización más importante y heredera legítima de las acciones de la guerrilla venezolana de los años 1960's. Sus "frentes militares" eran el Américo Silva y el denominado frente occidental. Sus organizaciones políticas visibles eran el Movimiento por la Democracia Popular y la Unión de Jóvenes Revolucionarios. Su máximo dirigente es el diputado electo al Congreso Nacional en los comicios de 1998, Gabriel Puerta Aponte.
Se dice, en los corrillos y cafetines universitarios, en esos comentarios testimoniales tan difíciles de cotejar documentalmente, que Bandera Roja sufrió una callada división interna, hace ya un par de años. En este fraccionamiento, el sector más radical del movimiento (los "duros"), decidieron unir sus esfuerzos al de los grupos guerrilleros colombianos. Mientras otro sector se interesaba por medios políticos menos radicales y violentos, como el proceso electoral venezolano.
Esta situación de descalabro y decadencia guerrillero-subversiva, lleva a los sobrevivientes políticos de estas organizaciones a tratar de fortalecerse en los institutos públicos de educación superior por un lado, y de intensificar sus esfuerzos para establecer algunas relaciones con jóvenes Oficiales militares por el otro. La evidencia testimonial que presenta el libro de Garrido (1999) sobre lo recién afirmado, parece como concluyente sobre este aspecto.
Curiosamente la situación arriba descrita coincide con el proceso de modernización profesional en las Fuerzas Armadas venezolanas. Éste se da dentro de un contexto, para los militares, de avance y renovación en su sistema de estudios e infraestructura educativa. Los estudios militares de las Academias y Escuelas para la formación de Oficiales, son estructurados para impartir un título universitario a nivel de Licenciatura (1970's). Se crea el Instituto Politécnico de las Fuerzas Armadas, Iupfan (1970's), donde se imparten estudios de Licenciatura y años después también de Maestría en carreras de ingeniería y gerencia (1970's- 1980's). Se crea el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (Iaeden, 1969-1970) como máxima expresión de los estudios militares en Venezuela. De muy reciente creación (1999-2000) es el CEMA: Centro de Estudios Militares Avanzados.
También, durante esta década de los 1970's, se pone el ejecútese a una nueva Ley Orgánica de la Seguridad y Defensa (Lofan, 1976, está será luego actualizada) y se crean el Consejo Nacional de Seguridad y Defensa (Conasede) y la Secretaría Permanente de dicho Consejo, llamada Seconacede. En síntesis, durante estos años la estructura militar se fortalece, moderniza y se avanza en los estudios militares y estratégicos vinculados con la seguridad y defensa nacional.
Tanto el Iupfan como el Iaeden, admiten personal civil, es decir no militar, en sus aulas. Esto obedece, especulamos racionalmente, a tres principios básicos: Primero es una forma de justificar el gasto que estas instituciones suponen; así, no son sólo los militares quienes se favorecen de sus bondades educativas. Segundo, busca evitar y superar un supuesto aislamiento de lo militar frente a lo civil, que curiosamente consideran los hombres de uniforme venezolanos como perjudicial para la realidad castrense misma y el país en general. Finalmente, se parte del principio teórico, muy de los años de su creación, que la seguridad y defensa nacionales son un problema que atañe a toda la población venezolana, tanto civiles como militares.
Resumiendo sobre el tema de la educación militar. Una vez superado el peligro de las guerrillas durante de década de los 1960's, se avanza, durante las décadas de los 1970's y 1980's, en el proceso de adecuar, de modernizar la educación militar a las nuevas condiciones que presenta el país. Son, también, las décadas en que subterráneamente resurgen pequeños grupos de Oficiales con actitudes conspirativas contra el gobierno. No sólo el ya referido texto testimonial de Garrido (1999), ofrece evidencia que se aprecia ya como definitiva sobre este particular. También están otras fuentes que se referirán en próximas páginas, al tratar el tema de la situación conspirativa militar de 1992. Por ahora, insistimos, sólo se menciona la idea por obvias necesidades temáticas.
La situación de avances modernizantes se ve providencialmente favorecida, por cierto, por el boom petrolero de la década de los 1970's-1980's. Pareciera como si todo fuera posible en esa Venezuela, gracias a los ingentes recursos fiscales del Estado. Ello favoreció la idea de que el sistema político venezolano contemporáneo se consolidaba gracias al maná petrolero. Parecía que se cumplía con el sueño del Estado de Bienestar social. Primero se había logrado, por fin, el orden político, institucionalmente estable en un clima generalizado de libertades públicas, ahora se haría realidad el otro sueño venezolano: el desarrollo.
Pero se da también en estos años el agotamiento del proyecto político anunciado en 1945 y promovido desde 1958 por los partidos políticos AD y COPEI: la instalación de las industrias básicas siderúrgica y del aluminio; el fortalecimiento de la industria petroquímica; el desarrollo del complejo hidroeléctrico de Guayana; los programas de electricidad y telefonía con alcance nacional; la estatización de las industrias foráneas de hierro y petróleo; el impresionante avance cuantitativo en la educación pública, en todos sus niveles; la ampliación sustancial de los sistemas de seguridad social y médico asistenciales; el desarrollo de sistemas habitacionales masivos, tanto urbanos como rurales, etc. En síntesis el Estado de Bienestar Social, parecía haberse consolidado en Venezuela.
Para 1982-1983 el castillo de naipes de la economía venezolana, sustentada en los impresionantemente altos precios del petróleo en el mercado internacional comienza a dar tumbos. Cuando estos precios bajan de manera sostenida, hasta colapsar, vendrá el desastre económico. El espejismo económico sustentado en los impresionantemente altos ingresos petroleros llega a su fin. En febrero de 1983, es ya público y notorio, lo que se venía anunciando desde finales del año anterior, el inicio de un período de crisis y recesión.
Ante la disyuntiva de imponer políticas de estabilización económica y perder de seguro las elecciones presidenciales de ese diciembre de 1983, debido a los efectos sociales iniciales de las medidas de estabilización económica, el gobierno busca concentrarse en las elecciones sacrificando las necesarias reformas económicas liberales. Será el inicio de un rosario de errores políticos en la Venezuela de finales del siglo XX. El resultado le fue adverso electoralmente al partido COPEI, triunfa la oposición y Venezuela se adentra en una situación de prolongado malestar económico, que perdura con sus moderadas alzas pero impresionantes bajas, hasta hoy día.
El partido AD vuelve al gobierno en 1984. Pero los errores de política económica persisten. Curiosamente, es el momento de mayor influencia política de esta organización en toda su historia. Parecía como la consolidación del capitalismo de estado, especie de versión tropical adeca del Welfare State. Pero al no ser atendidos debidamente los problemas económicos estructurales, el sueño de bienestar termina en una realidad de pesadilla. Muy venezolanamente, vuelven a surgir rumores sobre posible malestar e intranquilidad en el sector militar.
Los rumores de golpe de estado son parte del folklore político venezolano del siglo XX, particularmente después de octubre de 1945. Durante los gobiernos de Betancourt y Leoni, fueron recurrentes. Pero luego amainaron, la economía habiendo superado la recesión de inicios de 1960's, se encontraba en una fase expansiva Surgían evidencias visibles de un predominio civil sobre el sector militar, como fueron los casos del General Pablo Antonio Flores y del Ministro de la Defensa Martín García Villasmil, ambos, durante el primer gobierno constitucional de Rafael Caldera.
El General Flores aspiraba a ser Ministro de la Defensa y al ver frustradas sus muy legítimas ambiciones burocráticas, adopta una actitud que se hizo públicamente displicente para con el nuevo gobierno. La autoridad constitucional se impuso; el General Flores no tiene otra alternativa legal que aceptar la institucionalidad y desde su retiro escribe sus Memorias (1973 y 1987). En ellas relata su versión de los hechos y ofrece un valioso testimonio histórico sobre el desarrollo del profesionalismo militar venezolano. Ese profesionalismo del cual era, por cierto, un digno ejemplo.
El General García Villasmil, nombrado por el Presidente Caldera como Ministro de la Defensa, inquieta algunos círculos políticos con su locuacidad discursiva y su disposición para opinar ante los medios de comunicación social. El problema se centraba realmente, según refiere Machillanda (1988), en las resistencias que presentaba el Ministro García Villasmil ante la injerencia en el nombramiento de cargos militares por parte del senador copeyano Arístides Beaujón.
El Presidente Caldera, haciendo uso de sus constitucionales atribuciones decide aceptar la renuncia del Ministro de la Defensa. En la práctica equivalía a sustituirlo del cargo. Una vez más, parecía como si el Control Civil estuviese consolidado en la Venezuela de esos años. Hasta donde sabemos, el General García Villasmil no ha escrito sus Memorias. Estas serían, como en el caso del General Flores, un valioso aporte para el estudio de la realidad militar venezolana de la segunda mitad del siglo XX.
Los casos de los Generales Flores y García Villasmil, durante la primera presidencia constitucional de Caldera, evidencian la naturaleza del acuerdo militar-civil y político-militar, estructurado durante los 1960's. Son un excelente ejemplo de algunas de las características básicas de esa secular y siempre remozada simbiosis de la historia venezolana. Pero, lamentablemente, no evidencian un efectivo y consolidado Control Civil del estamento militar en la Patria natal de Bolívar.
Las Fuerzas Armadas admiten el gobierno de los civiles, electos según la Constitución de 1961. Pero las autoridades políticas debían y tenían que respetar las áreas de influencia y competencia de los militares, fijadas, por cierto, indirecta pero muy efectivamente, por los militares mismos. Adquiriendo éstos, en consecuencia, una especie de inmunidad política. Además, a lo ya referido se agrega una muy amplia autonomía (en la práctica un verdadero monopolio) en todas las materias admitidas como castrenses o de seguridad y defensa. Las condiciones socio-económicas del sector militar debían ser bien atendidas. El gobierno de los civiles no debía y no podía relegar a un segundo plano el proceso de modernización militar.
El entendimiento militar-civil y político-militar, aceptaba el que el Presidente de la República, en su condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, según señalaba la Constitución de 1961 designaba a los Ministros de la Defensa. Éstos, nombrados por todos los Presidentes desde 1958 hasta finales del siglo XX fueron Oficiales activos, de la mayor graduación y de reconocidos méritos y prestigio dentro de la institución militar. Era el Ministro puente entre la realidad militar y el gobierno nacional, parte integrante del Ejecutivo. Pero era el Presidente quien lo elegía y punto final.
Constitucionalmente no existía impedimento para nombrar un Ministro civil, no militar. Pero la elección siempre recayó en un digno Oficial con las características señaladas supra. Vista esta situación en perspectiva, pareciera como parte del entendimiento no escrito entre los partidos políticos AD y COPEI con el sector castrense. En los casos brevemente reseñados de los Generales Flores y García Villasmil, el proceder del Presidente Caldera estaba dentro de los límites tácitos entre los militares y la muy alta dirigencia política venezolana, en su edición de los 1960's.
La alternabilidad en el poder de dos partidos políticos distintos, AD y COPEI, es el gran logro histórico de la segunda mitad del siglo XX. La verdad verdadera es que nunca antes en el devenir político venezolano se había producido una situación de robustez institucional y democrática como ésta. Tendría ciertamente imperfecciones, ya hemos referido varias en páginas precedentes, pero nunca antes sin violencia guerrera se había dado una situación como ésta en el siglo XX venezolano.
Argumentar que los dos partidos en cuestión eran en realidad "lo mismo" es de una ingenuidad absoluta, o de un sesgo político e interesado, evidentes. Es, en pocas palabras, confundir un proyecto político básico común, el de los frustrados civilistas democráticos de 1945-1948, con dos partidos políticos diferentes. Ambos en la práctica reformistas y degeneradamente populistas y prágmaticos, cierto. Pero uno de fundamentos doctrinales socialdemócratas, el otro con una posición doctrinal democristiana. Esa es una diferencia fundamental, que no puede dejarse de lado, más allá de los liderazgos personales evidentemente diferentes y el apoyo mayoritariamente urbano y clase media de COPEI.
La alternabilidad en el poder durante los 1960's-1970's, llevó a pensar en la existencia de un modelo bipartidista ya consolidado. La historia demostraría lo equivocado de este análisis. Se procura cerrar este capítulo con varias citas textuales. Unas del Presidente adeco, sucesor de la primera presidencia constitucional de Caldera, la otra de su Ministro de la Defensa. Ambas tomadas de Pérez (1979). La primera proviene de palabras pronunciadas por el entonces Presidente electo en la sede del Ministerio de la Defensa, en la vieja y augusta edificación de La Planicie, para ese entonces sede de ese Ministerio: "La transformación jurídico-institucional que requieren las Fuerzas Armadas no pueden seguir sufriendo dilación"... Razón por la cual se compromete con la idea presentada por el saliente Presidente Caldera sobre el Iupfan; agrega que ... "Como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas tendré como asesor al Alto Mando Militar. No habrá influencias extrañas" (pp. 11-12). Se reafirma plenamente el entendimiento sobre el monopolio castrense vinculado con las materias de Seguridad y Defensa, el compromiso modernizador, incluyendo los aspectos institucionales educativos y legales. Al finalizar su mandato presidencial, en Miraflores, el 2 de Mayo de 1979, dice Pérez: "Venezuela tiene razones y pruebas de sobra para estar orgullosa del comportamiento de la institución castrense"..., la cual se evidenció como "un leal sostén de la democracia" (p.5). Expresión singular del entendimiento militar-político. Modernización y monopolio real en los asuntos referentes a la seguridad, defensa y demás áreas aceptadas, de mutuo acuerdo, como de exclusiva competencia militar. Como contrapartida el sostenimiento de la institucionalidad. También en marzo de 1979, concuerda con los planteamientos anteriores, como en todos los discursos oficiales de los 1960's-1970's, el General Paredes Bello, Ministro de la Defensa cuando afirma:
... " la impostergable necesidad de que Venezuela disponga de una moderna y dinámica organización militar, que responda a los requerimientos del país; que sea garante de las libertades fundamentales, alejada de las controversias políticas y unida en sus principios, con profundo amor a la Patria, para que represente plenamente el poder defensivo de la nación dentro del concepto de seguridad y defensa, que es misión indeclinable de las Fuerzas Armadas venezolanas." (p.8)
Es el recurrente argumento del sector militar venezolano sobre su necesaria, imprescindible y urgente modernización. Idea que proviene desde finales del siglo XIX, que se manifiesta recurrentemente en las llamadas Memorias de Guerra y Marina y que parece repetirse hasta hoy día. Punto cardinal de las ententes militares-civiles y político-militares del siglo XX venezolano. Nunca parece estar plenamente modernizado el sector militar criollo. La contrapartida a los esfuerzos modernizadores es la garantía de defensa y seguridad institucional. Defensa y seguridad donde el sector militar ejerce el control monopólico del tema en cuestión. Para cuando los discursos citados recién se pronuncian, existían ya manifestaciones subterráneas dentro de la oficialidad militar de carácter conspirativo. Los libros de Garrido (1999 y 2000) y de Medina (1999), ofrecen evidencia testimonial que arrojan nueva luz sobre estas inquietudes políticas remozadas dentro de la joven oficialidad militar venezolana. Lo paradójico del asunto, es que esa misma evidencia testimonial confirma la supervivencia del secular acuerdo militar-civil y político-militar. Varían los nombres, los personajes, las organizaciones, pero se mantiene inalterada la esencia, el fondo, lo medular del entendimiento entre militares y civiles. Los sucesos del 4 de febrero, 27 de noviembre de 1992 y circunstancias políticas posteriores, pondrán en pública evidencia los esfuerzos por lograr una nueva versión de la secular e histórica simbiosis venezolana militar-civil y político-militar.