Título: Libro de la Defensa Nacional de Chile - Parte I: El Estado de Chile
2. EL TERRITORIO Y LA POBLACION DE CHILE
La protección del territorio y su población
es, en último término, el objetivo de la
Defensa. Por lo mismo, las particularidades
del territorio nacional y del pueblo chileno
constituyen referencias fundamentales a
considerar en la formulación de la Política de
Defensa Nacional. En las páginas que siguen
se da cuenta de aquellas características más
relevantes de nuestro territorio, de su
geografía y de la gente que lo habita.
1. EL TERRITORIO NACIONAL
El territorio de Chile se encuentra definido y delimitado por fronteras que son
producto de tratados vigentes, libre y legítimamente pactados y por sentencias
arbitrales. Del total de 6.630 kms. que tiene su frontera, 180 kms. los comparte
con Perú, 850 kms. con Bolivia y 5.600 kms. con Argentina[2] (Ver Recuadro 3).
Administrativamente, el territorio nacional, en su espacio terrestre, está dividido
en trece regiones (Ver Gráfico 1).
En su extensión continental americana, Chile es el país más largo y angosto del
mundo; proporcionalmente, es también el que tiene mayores espacios marítimos
y aéreos, donde el derecho internacional le permite ejercer distintos grados
de soberanía. En un sentido genérico, su soberanía se distribuye en un trapezoide
cuyas líneas tocan con el Perú (en el límite norte), con Bolivia y Argentina
(en el este), la Isla de Pascua (en el oeste) y el Polo Sur. Este gran espacio terrestre,
con sus correspondientes espacios marítimos y aéreos, descontando la
alta mar incluida en él, es lo que entendemos por “territorio nacional”.
La parte continental del territorio nacional tiene una superficie de 756.626 kms2
y se caracteriza por accidentes geográficos que le otorgan rasgos de insularidad:
en el norte presenta extensas zonas áridas y desérticas; en el sur se encuentra
el Paso Drake; en el este de su territorio se alza la Cordillera de los Andes, la que
hacia el sur se interna en dirección al océano, quedando al oeste de la línea limítrofe;
y en el oeste se extiende el Océano Pacífico. El estrecho de Magallanes
cruza el territorio entre el Atlántico y el Pacífico.
Además de la parte continental, conforman también el territorio de Chile las islas
oceánicas y el Territorio Antártico Chileno.
La parte insular del territorio nacional incluye varias islas del Océano Pacífico,
siendo las más próximas las del Archipiélago Robinson Crusoe a 360 millas náuticas
(667 kms.) del continente, y las islas San Félix y San Ambrosio a 500 mn.
(926 kms.). Las más alejadas son la isla Sala y Gómez a 1.870 mn. (3.463 kms.)
y la Isla de Pascua a 2.000 mn. (3.700 kms.) de la costa central. Estas últimas islas
permiten una ampliación de la plataforma continental chilena de 200 a 350
mn., lo que hace que Chile tenga en total un lecho marítimo de 4.633.615 kms2,
superando en poco más de seis veces la extensión de su territorio continental
sudamericano.
En relación con el Territorio Antártico Chileno, éste se encuentra al sur del Paso
Drake y más allá del continente sudamericano, el que conforma un triángulo
esférico que se proyecta hasta el Polo Sur entre los meridianos 53º y 90º oeste,
con una superficie aproximada de 1.250.000 kms2. Sobre la base de valiosos
títulos geográficos, históricos, jurídicos y administrativos, esos límites fueron
precisados por el decreto supremo Nº 1.747, de 6 de noviembre de 1940. En esta
área existe una potencialidad de recursos pesqueros, mineros e hídricos que
son objeto de investigación por varios países, incluido el nuestro. Chile explota
en parte los recursos marinos; la explotación de los eventuales recursos mineros
quedó prohibida por 50 años, contados a partir del Protocolo de Protección
del Medio Ambiente Antártico, vigente desde el 18 de febrero de 1998. El potencial
de recursos hídricos, a partir del hielo, es una enorme riqueza para el futuro,
aún no evaluada.
RECUADRO 3
TRATADOS Y CONVENIOS LIMÍTROFES VIGENTES DE CHILE
Con Argentina
- Tratado de Límites de 23 de julio de 1881.
- Protocolo de 1 de mayo de 1893.
- Actas de los Peritos Barros Arana y Moreno de 29 de agosto, 3 de septiembre
de octubre de 1898; Actas de las Conferencias del Ministerio de Relaciones Exteriores
de Chile y del Plenipotenciario argentino en Santiago, de 15 y 22 de septiembre
de 1898.
- Cuarta Acta de la Comisión Demarcadora (Puna de Atacama), de 24 de marzo
1899.
- Fallo de S.M. Británica Eduardo VII, de 20 de noviembre de 1902.
- Protocolo sobre Reposición y Colocación de Hitos en la Frontera Chileno-Argentina,
de 16 de abril de 1941.
- Laudo Arbitral de S.M. Británica Isabel II, de 9 de diciembre de 1966 (Palena).
- Laudo Arbitral de S.M. Británica Isabel II, de 18 de abril de 1977 (Canal Beagle).
- Tratado de Paz y Amistad, de 29 de noviembre de 1984.
- Declaración Presidencial sobre Límites entre la República de Chile y la República
Argentina, de 2 de agosto de 1991.
- Sentencia del Tribunal Arbitral Internacional sobre el recorrido de la traza del límite
entre el Hito 62 y el Monte Fitz Roy, de 21 de octubre de 1994 (Laguna del
Desierto).
- Acuerdo del 16 de diciembre de 1998 para precisar el recorrido del límite desde
el Monte Fitz Roy y hasta el Cerro Daudet.
Con Bolivia
- Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Bolivia, de 20 de octubre de 1904.
- Convenio relativo a la Sustitución de la Línea Fronteriza en dos Trechos de la
Frontera, de 1 de mayo de 1907.
- Protocolo sobre Conservación de Hitos Fronterizos y Acta Adicional, de 10 de
agosto de 1942.
Con Perú
- Tratado de Paz y Amistad, de 20 de octubre de 1883.
- Tratado y Protocolo Complementario, de 3 de junio de 1929.
- Acta que fija la Línea Fronteriza entre Chile y Perú, de 5 de agosto de 1930.
- Declaración sobre Zona Marítima, de 18 de agosto de 1952 (Chile, Perú y Ecuador).
- Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima, de 4 de diciembre de 1954
(Chile, Perú y Ecuador).
- Acta de la Comisión Chileno-Peruana para el estudio en terreno de la instalación
de marcas de enfilación visibles desde el mar, que materialicen el paralelo de la
frontera marítima que se origina en el Hito N° 1, de 26 de abril de 1968.
- Acta de la Comisión Mixta Chileno-Peruana encargada de verificar la posición
del Hito fronterizo N° 1 y señalar el límite marítimo, de 22 de agosto de 1969.
- Acuerdo sobre Conservación de Hitos en la Frontera Común, de 6 de marzo de
1997.
[volver]
2. LA GEOGRAFÍA DE CHILE
El territorio nacional tiene una estrecha relación con la defensa nacional, no sólo
porque su protección es una de las finalidades de la defensa, sino también
porque sus accidentes geográficos condicionan las soluciones de la defensa a los
peculiares problemas que plantea su protección, otorgándole características
geoestratégicas únicas y difíciles de resolver.
2.1. El Espacio Terrestre
Chile continental sudamericano conforma una estrecha faja de territorio en parte entre la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico, o incorporando dicha
Cordillera en una vasta extensión de su sector austral, con una profusión de islas
y archipiélagos costeros, con un largo total de 4.300 kms. y un ancho máximo
de 460 kms. Está ubicado entre los 17º30’ y los 56º00’ de latitud sur y entre
los 66º30’ y 74º40’ de longitud oeste, sin considerar las islas esporádicas oceánicas
ni el territorio antártico.
Visto de otra forma, el territorio americano de Chile está conformado por tres
grandes áreas geográficas, a las que debe sumarse el grupo de islas oceánicas y
el territorio antártico chileno. Una primera área se ubica en el norte del país
(I a III regiones), con clima desértico y baja densidad de población, posee recursos
minerales y marítimos y está dotada de importantes puertos especializados
que sirven a las necesidades de flujos de carga desde y hacia Chile, desde y
hacia Bolivia, con proyecciones en general hacia el centro del continente sudamericano.
La segunda área (IV a X regiones) es una zona macro central, con
clima templado, en que se asienta más del 85% de la población nacional y gran
parte de la industria, distinguiéndose como el principal sector productor y consumidor
del país. Aquí se encuentran los principales complejos portuarios y aeroportuarios
de carga general y se materializa la transferencia de más del 65%
de la carga nacional. Finalmente, la tercera área es la sur-austral (XI a XII regiones),
con clima frío, caracterizada por la existencia de numerosas islas y pequeños
poblados costeros y que finaliza en la XII Región, de Magallanes y Antártica
Chilena.
Esta última depende principalmente de las vías marítimas y aéreas para comunicarse
con el centro del país. Su principal puerto, la ciudad de Punta Arenas,
ofrece también enlace aéreo y marítimo con el continente antártico. En la zona
austral destacan los pasos interoceánicos del Estrecho de Magallanes y el Paso
Drake. Asimismo, el Canal Beagle constituye una importante vía marítima en
esa área.
2.2. El Espacio Marítimo
GEl espacio marítimo nacional es el correspondiente al “Mar Chileno”. [3] Abarca todas
las aguas oceánicas que bañan o circundan los territorios bajo soberanía y
derechos de soberanía nacional, hasta las 200 millas náuticas (370 kms.). Considerando
que Chile posee un litoral que abarca 4.300 kms., calculados latitudinalmente,
resulta una superficie de 3.464.462 kms2 de mar, sin incluir la proyección
marítima del territorio antártico chileno, respecto del cual Chile ejerce
competencias de acuerdo con los instrumentos jurídicos internacionales vigentes
aplicables en el área. Esto otorga a nuestro país una situación de privilegio
en un océano que cobra cada día mayor importancia, además de presentar, proporcionalmente
a su territorio, una de las mayores extensiones de litoral en el
mundo.
Dentro de este espacio marítimo es necesario tener presente los siguientes conceptos:
a) Mar Territorial, de 12 mn. de extensión (22 kms.), medidas desde las líneas
de base, donde se ejerce soberanía plena, reconociendo el derecho de
paso inocente de naves extranjeras ejercido en conformidad con la Convención
de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.
b) Zona Contigua, de 24 mn. (44 kms.), contadas desde las líneas de base a
partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial, donde se ejerce
fiscalización tanto para prevenir como para sancionar infracciones a las leyes
y los reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración o sanitarios.
c) Zona Económica Exclusiva (ZEE), entendida como el área marítima que
se extiende hasta las 200 mn. (370 kms.), medidas desde las líneas de base,
donde el Estado ejerce derechos de soberanía en cuanto a la explotación, exploración,
conservación y administración de los recursos naturales vivos y
no vivos existentes en la masa de agua, el suelo y el sub-suelo del mar, así
como jurisdicción respecto del establecimiento y la utilización de las islas artificiales,
instalaciones y estructuras, de la investigación científica marina,
de la protección y preservación del medio ambiente y otros derechos reconocidos
por la Convención sobre el Derecho del Mar de las Naciones Unidas.
Además, Chile concibe como Mar Presencial el espacio oceánico comprendido
entre el límite de nuestra Zona Económica Exclusiva y el meridiano que, pasando
por el occidental de la plataforma continental de la Isla de Pascua, se prolonga
desde el paralelo del hito fronterizo Nº 1 hasta el Polo Sur. Este concepto
expresa la voluntad de ejercer presencia en esta área de la alta mar con el propósito
de proyectar intereses marítimos respecto del resto de la comunidad internacional,
vigilar el medio ambiente y conservar los recursos marinos, con
irrestricto apego al Derecho Internacional.
La Convención del Mar, en cuya elaboración y aprobación Chile jugó un papel
activo e importante, la existencia de otros acuerdos internacionales que norman
las actividades en el mar, ratificados por Chile, y la vigencia de una legislación
nacional para el Medio Ambiente y de Pesca, así como de una política de uso
del Borde Costero,[4] expresan la vocación marítima de Chile en una forma clara
e intensa. El derecho internacional del mar está constituido por un conjunto de
normas consuetudinarias y convencionales, y se negocian nuevos instrumentos
para regular materias especializadas. Es fundamental que nuestro país mantenga
una activa participación en los foros en que se tratan estos temas y exprese
su decidida vocación marítima, proteja su soberanía y derechos sobre la base de
los tratados y acuerdos internacionales en que se sustentan, y proyecte sus intereses
en la materia.
El derecho internacional del mar, junto con ofrecer oportunidades para el desarrollo
y explotación de los intereses marítimos de Chile, contiene áreas de importante
trabajo futuro para nuestro país, en procura de sus intereses fundamentales.
Destaca la necesidad de estudiar la plataforma continental en la Antártica
a la luz de los principios y métodos contenidos en la Convención de las
Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, las delimitaciones marítimas del territorio
antártico chileno y la conservación de los recursos marinos vivos antárticos,
conforme a los regímenes que les son aplicables.
En cuanto al comercio, el mar provee una vía de comunicación para el transporte
rápido, seguro y eficiente de grandes volúmenes de carga. El rápido desarrollo
de las naciones del otro borde de la cuenca del Pacífico, erigiéndose como
atractivos mercados para los productos nacionales y de la región, permite visualizar
a este océano como la vía de comunicaciones marítimas de mayor importancia,
lo cual generará un alto grado de actividad, que se deberá aprovechar
y controlar adecuadamente. En todo caso, nuestro comercio de exportaciones e
importaciones no sólo se mueve en el ámbito de la Cuenca del Pacífico, sino que
también abarca la costa este de Estados Unidos, Europa, Medio Oriente y todos
los centros comerciales del mundo.
Las estadísticas señalan que aproximadamente el 90% de nuestro comercio exterior
fluye por mar. Nuestro principal producto de exportación (el cobre) y
nuestro principal producto de importación (el petróleo) se transportan íntegramente
por vía marítima. En consecuencia, su protección adquiere una especial
importancia. De igual forma, es importante el resguardo de los recursos vivos y
minerales de nuestra Zona Económica Exclusiva, para lo cual se requiere un esfuerzo
permanente de vigilancia y medios para detener a los depredadores.
En este contexto, Chile está adherido al Acuerdo Internacional de Seguridad de
la Vida Humana en el Mar desde 1929; tiene obligaciones específicas de rescate
y salvamento marítimo en el cuadrante suroriental del Pacífico desde 1953; aporta
a la Carta Batimétrica General de los Océanos desde 1962, es coordinador del
Área Marítima del Pacífico Suroriental para la Oficina Hidrográfica Internacional
desde 1987 y para el Control del Tráfico Marítimo desde 1989; y es, además,
miembro activo de la Red de Alerta de Tsunamis del Océano Pacífico. Todo lo anterior
se enmarca en la zona marítima de responsabilidad nacional que supera
los 30.000.000 de kms2 medidos desde el meridiano 131º W, que el país debe honrar
ante la comunidad internacional, disponiendo los medios navales y marítimos
necesarios para el debido ejercicio de sus compromisos (Ver Gráfico 2).
2.3. El Espacio Aéreo
La soberanía del Estado de Chile se extiende, asimismo, al espacio aéreo suprayacente
a su territorio y a su mar territorial, conforme al derecho internacional.
Este espacio lo determina la presencia de gases, especialmente de oxígeno, que
permiten el vuelo de aparatos sustentados en la resistencia aerodinámica que
oponen los gases a un móvil desplazándose a velocidades predeterminadas. El
límite superior de este espacio, que se sitúa en el rango de los 80 a 100 kilómetros
de altura, constituye la frontera con el espacio extra-terrestre, patrimonio
universal de la humanidad.
Para efectos del control del tráfico aéreo, la Organización de Aeronáutica Civil
Internacional (OACI) le reconoce a Chile la tuición y responsabilidad en un área
que, en general, se extiende desde el límite norte (latitud 18º 21’ N) hasta el Polo
Sur, y desde el límite político internacional al este hasta el meridiano 131º 00’
W. En total, el espacio aéreo controlado por Chile cubre una superficie de 26,8
millones de kms2, lo que incluye su territorio continental e insular, sus aguas jurisdiccionales
y la alta mar comprendida (Ver Gráfico 3).
2.4. El Espacio Polar
No puede confundirse con los espacios terrestre y marítimo y, muchos menos,
con el espacio aéreo.
El espacio polar chileno, limitado por los meridianos 53º y 90º Oeste tiene una
extensión de 1.250.000 kms2.
El derecho internacional contemporáneo no tiene reglas universalmente aceptadas
sobre la manera de adquirir y conservar soberanía en el espacio polar. Es
por eso que el Tratado Antártico, vigente desde el 23 de junio de 1961, prefirió
dedicar la Antártica a las actividades pacíficas y científicas, y congelar por 30
años lo litigioso antártico, sin alterar las posiciones de sus signatarios a favor o
en contra de las soberanías alegadas.
3. LA POBLACIÓN DE CHILE
En el proceso de transformación de una población en nación se van adquiriendo
los rasgos o características específicas, de diverso tipo, que la distinguirán de
otras naciones. Normalmente, en este mismo proceso, la nación se organiza políticamente
en un Estado, al que dota de funciones básicas para su desarrollo:
entre ellas, la función de defensa. La población de un país constituye el bien
más importante a proteger por la defensa.
3.1. Identidad Nacional
Toda defensa se funda, en última instancia, sobre las piezas más elementales del
Estado nacional. Estas piezas —recogidas o expresadas en los Principios y Objetivos
del Estado— corresponden a elementos que configuran parte de los bienes
y propósitos que Chile está dispuesto a proteger, porque son los que animan
su ser y le confieren identidad entre las naciones. La sociedad chilena es el resultado
específico de una combinación de etnias; todas ellas han dado riqueza,
en el proceso de mestizaje, a la población de Chile.[5]
a) El Pueblo Chileno
Desde una perspectiva histórica, la construcción de nuestra identidad nacional
se asocia al largo proceso de transculturación que supone el dominio
hispánico a partir de la Conquista, iniciada en 1535, con la primera expedición
española que sale desde el Cuzco hacia las llamadas tierras australes.
El encuentro de la civilización europea con las culturas autóctonas expresa,
como ningún otro elemento, el doloroso y cruento proceso de sincretismo
inicial en la construcción del sentido y significancia del pueblo chileno. La
imposición de la autoridad política del rey español sobre los pueblos nativos
del Nuevo Mundo, unido a la natural y legítima defensa de estos últimos,
legó un espíritu de resistencia a las condiciones adversas que marcará,
desde una y otra cultura, una parte sustantiva de nuestra forma de ser.
En el curso de los años, el lenguaje, las tradiciones, los valores, las costumbres,
la religión, las normas y estructuras en que se materializan, van siendo lentamente internalizadas en el incipiente tejido social de la Capitanía
General de Chile. Este proceso marca un rasgo ya muy propio de nuestra
identidad, porque en ninguna parte de América dicho proceso fue tan largo
y duro. Como consecuencia, la cultura hispánica quedó como la dominante
y muchos elementos, particularmente religiosos y culturales, fueron
arraigados profundamente en nuestro ethos como nación. De aquí que el
mestizaje en Chile adquiriese características peculiares, distintas del de
otras naciones hispanoamericanas.
Sucesivos cambios sociales y políticos traerán consigo la incorporación de
nuevos elementos que pasan a integrar aquellos “sedimentos identitarios”.
Por ejemplo, el proceso de emancipación respecto de España marcará un
hito muy significativo al decantar el sentido nacional en la población criolla.
La institucionalidad republicana, el deseo común de aspirar al progreso
y a una vida comunitaria en libertad y crecientemente participativa son
componentes incorporados ya en el siglo XIX, si bien su perfeccionamiento
ha sido tarea de sucesivas generaciones de chilenos.
Algunos aspectos esenciales del legado de la cultura occidental, que han
concurrido a la conformación de los “sedimentos” que conforman nuestra
identidad nacional, se expresan en el capítulo sobre “Bases de la Institucionalidad”
de la Constitución Política: por ejemplo, la dignidad de la persona
humana, la protección de los derechos fundamentales que dicha dignidad
exige, la consideración de la familia como núcleo de la sociedad o la consideración
del Estado como entidad al servicio de la persona humana. En definitiva,
los elementos recogidos en esas “Bases de la Institucionalidad” constituyen
rasgos sustantivos que la sociedad en su conjunto debe cautelar.
b) Aportes de la Defensa a la Identidad Nacional
Los efectos asociados a la actividad militar en los distintos períodos de nuestra
historia constituyen un elemento que ha incidido en el proceso descrito
de conformación de la identidad nacional. Historiadores, sociólogos, antropólogos
y, en general, estudiosos de la sociedad chilena, coinciden en
que el conflicto, más allá de la tragedia humana que supone, explica algunos
de los rasgos que concurren a la formación de Chile como una unidad
nacional singular.
Múltiples episodios ocurridos en los conflictos del siglo XIX, comenzando
por aquellos de las luchas por la Independencia, contribuyeron a formar las
tradiciones y los símbolos de la República y la nación, de los que las Fuerzas
Armadas chilenas se han nutrido y que, a la vez, han ayudado a transmitir
y regenerar en el seno de la sociedad.
Cabe señalar también que, a grandes rasgos, aquellos momentos históricos
en que nuevos elementos se incorporaron a la matriz hispánica de la sociedad
chilena, ya singularizada con la herencia de la lucha que sostuvieron
españoles y mapuches, quedaron también plasmados en las Fuerzas Armadas:
la temprana radicación de inmigración inglesa en el área de Valparaíso
y la influencia británica en la Armada que se iniciara ya durante las
luchas por la emancipación; el peso adquirido por la cultura francesa en la
sociedad chilena de mediados del siglo XIX y su influencia en el Ejército
chileno de la época; la apertura del país a la recepción de inmigración alemana
en el momento de mayor prestigio de Alemania en la Europa decimonónica
y la influencia prusiana en el Ejército de finales del siglo XIX y
principios del XX, entre otros.
En el largo proceso descrito, puede decirse que las Fuerzas Armadas
encuentran
un doble sentido a su existencia como tales. Surgen formalmente
como organizaciones con sentido nacional preparadas para asumir la defensa
del pueblo chileno, su territorio y su soberanía expresada en el Estado nacional,
pero, a la vez, emergen como instituciones asociadas a los valores en
que esa defensa se funda. A la soberanía y al espíritu libertario que surge de
la emancipación del dominio hispánico, se unirán las exigencias de una convivencia
armónica, de organización, de desarrollo, de equidad y estabilidad.
3.2. Datos y Antecedentes[6]
Tanto el número de habitantes como los distintos aspectos de distribución de la
población son relevantes desde el punto de vista de la defensa, dadas las determinaciones
que ellos imponen al empleo de los recursos humanos en las previsiones
que el país debe tomar para sostener su seguridad externa.
En los últimos años, Chile ha experimentado un cambio apreciable en la calidad
de vida, no obstante lo cual el país se ha mantenido dentro de los que exhiben
un menor crecimiento poblacional. El censo realizado en abril del año 2002 ha
permitido conocer la variación producida en los últimos diez años y las cifras
estadísticas indican que la población chilena es de 15.116.435 habitantes; es decir,
su incremento ha sido de un 13,2% en relación con la cifra del censo realizado
en 1992, que arrojó la cantidad de 13.348.401 habitantes. En diez años, entonces,
la población chilena, en cifras absolutas, ha crecido en 1.768.034 habitantes.
De acuerdo con la distribución por sexo, el número de mujeres y hombres es
equilibrado, alcanzando a 7.668.740 las mujeres y 7.447.695 los hombres. En relación
con el conjunto de la población, esas cifras equivalen a un 50,7% de mujeres
y un 49,3% de hombres, manteniéndose en rangos similares a los de 1992.
Respecto de la distribución poblacional, el reciente censo mostró que la población
urbana es de 13.044.221 personas (86,6%) y que la rural suma 2.006.120
(13,4%), lo cual asimila la sociedad chilena de comienzos del siglo XXI a los rasgos
de modernidad característicos de las sociedades industrializadas de la última
centuria. Este dato se suma al hecho de que, en diez años, no ha variado significativamente
la distribución poblacional por regiones, ya que el 40,1% del total
de la población se concentra en la Región Metropolitana de Santiago, un
12,3% en la Región del Bío-Bío y, en tercer lugar, un 10,2% en la Región de Valparaíso,
cifras similares a las del censo anterior.
En relación con la densidad poblacional, actualmente es de 19,9 habitantes por
km2. Es decir, no ha habido una modificación significativa, lo cual indica que el
aumento de la población fue más lenta en la segunda mitad que en la primera
mitad del siglo XX.[7]
[2] Las cifras son aproximadas.   [volver]
[3] Definido en el decreto supremo Nº 364, del 30 de mayo de 1974.   [volver]
[4] Sobre la Política de Ordenamiento del Borde Costero, véase Parte IV, Capítulo II.  [ir] [volver]
[5] En el caso de las culturas originarias que
componen la sociedad chilena, el censo del
año 2002 muestra que un 4,6% del total
de la población chilena se reconoció como
perteneciente a algún grupo étnico. De esa
cifra, un 87,3% (692.192 personas) se declaró
mapuche, un 7,01% (48.501 personas)
manifestó ser aymara y un 0,67% (4.667
personas) se declaró rapanui.  [volver]
[6] Instituto Nacional de Estadísticas (INE),
Censo 2002, Cifras Preliminares. Junio,
2002.  [volver]
[7] En este cálculo se excluye la superficie
del Territorio Antártico Chileno, que es de
1.250.000 kms2, y la que abarcan las aguas
interiores, de acuerdo a la metodología censal.
INE, Censo 2002.  [volver]