Título: De los golpes a la cooperación: una mirada a la mentalidad profesional en el Ejercito Argentino - Conclusiones: mentalidad, entorno político y relaciones cívico-militares
8. CONCLUSIONES: MENTALIDAD, ENTORNO POLÍTICO Y RELACIONES CÍVICO-MILITARES
La tensión sufrida por el concepto del honor militar ha ejercido una influencia negativa sobre la autoestima de los jefes militares. Todas las profesiones se atribuyen una jerarquía más elevada que la que los extraños están dispuestos a concederles, y todo grupo de liderazgo posee de sí mismo una imagen que no coincide con la del público. Sin embargo, la 'crisis' de la profesión militar es tanto una crisis de la autoestima y del concepto de sí misma como del concepto de la organización y los objetivos. El honor, que era el valor fundamental del oficial aristocrático, y que constituye una dimensión muy importante de la imagen que de sí mismos poseen los oficiales (...) se ha visto sometido a situaciones de tensión.
En una sociedad democrática es por demás impropio que el honor sea el único valor, o aún el valor dominante del cuadro de oficiales de carrera. El honor viene a combinarse con el prestigio público y el reconocimiento popular, y a depender de ellos. Si se quiere que el cuerpo de oficiales aliente un sentimiento de autoestima, es preciso conceder a la profesión prestigio y respeto suficientes.146
(...) una de las experiencias más típicamente posmodernas {es} la experiencia de que todo se reduce a situaciones -juegos de lenguaje- cuyo sentido es difícil captar. (...) La fugacidad se ha vuelto parte del paisaje cultural que habitamos. Podemos estar aquí y en cualquier otro lugar, satélites y pantalla del televisor mediante. Pero al precio de aceptar la fugacidad. La globalización ensancha hasta el infinito el horizonte. La mirada posmoderna lo reduce al instante.
Hay algo en todo esto que confunde y genera un agudo desasosiego. (...)
Porque, ¿acaso hay alguien todavía que crea así, con fe y sencillamente, en el Progreso? (...) ¿Quién piense que la flecha del tiempo se mueve en una dirección predeterminada?
El abandono de una visión irreversible de la historia es inherente a la experiencia de la pérdida del aura de la modernidad.147
La intervención de las fuerzas armadas como un actor más dentro del sistema político fue una constante en la historia de la Argentina, particularmente a partir del primer golpe de Estado en 1930. La particular relación entre la sociedad -representada en el Estado y la clase dirigente- y las fuerzas armadas, estuvo caracterizada por la legitimación de la actuación militar en la vida política, como si ello formara parte de su función natural como institución estatal que debía convertirse en árbitro del sistema político. La justificación de este parámetro particular de la cultura política argentina provenía de la visión de las fuerzas armadas como la única institución organizada y libre de corrupción.
Como es bien conocido -con diferencias de matices nacionales- esta fue una característica común a la mayoría de los países latinoamericanos. Sin embargo, al referirse a las relaciones cívico-militares, debe hacerse hincapié en que existe actualmente en Argentina una relación distintiva entre la sociedad y sus fuerzas armadas, que podría llamarse de deslegitimación de la intervención política de los militares, y de alta subordinación al gobierno civil constituído; relación prácticamente única entre los países que ingresaron en el proceso de democratización en la década de 1980. En 1999, se produjo la cuarta elección democrática desde 1983, hecho inédito en la historia argentina que marca la llegada a la llamada consolidación democrática.
Hemos observado a través de este trabajo cómo esta situación -destacada en los círculos internacionales- no ha sido fruto del azar, ni de una particular disposición nacional o presión internacional. En este sentido, debe reafirmarse la idea de que para entender la dinámica de las relaciones cívico-militares en Argentina en las últimas décadas, es necesario tener en cuenta las circunstancias que hicieron posible tan abrupto cambio. Fundamentalmente:
- lo referido a la gestión del último gobierno militar, que con sus secuelas de corrupción, pésima gestión económica, y pérdida de valores morales tradicionales, destronaron la supuesta primera capacidad institucional para intervenir, cual era la de ser la única institución capaz, organizada y libre del mal de la corrupción; y
- la Guerra de Malvinas, que desnudó incapacidades profesionales y destronó la segunda supuesta capacidad, cual era la de ser maestros en su arte.
Así, a partir de 1983, la posibilidad de que los militares pudieran volver a intervenir en la vida política se convirtió en un hecho impensable para la sociedad argentina. Para las fuerzas armadas -y particularmente para el Ejército- se inició un período difícil, de aislamiento en relación con la sociedad y de revulsión en términos internos, por las consecuencias que a nivel profesional acarreó la participación en las circunstancias antes mencionadas.
Decíamos en las consideraciones conceptuales que la variable de la cultura política era esencial a la hora de aproximarse a las relaciones cívico-militares. Si la cultura política puede ser entendida como las comprensiones, sentimientos y actitudes que se traducen en ciertos comportamientos políticos, es claro que las reglas del sistema político están en gran parte determinadas por ella. Y si a la cultura política nacional sumamos las características que corresponden a lo que podríamos llamar cultura política internacional (basadas actualmente en el ideal democrático como valor fundamental de la convivencia internacional), tendremos una idea más ajustada de aquello que ayuda a la determinación del estado de las relaciones cívico-militares. El entorno o ambiente político incluye como categorías a la cultura política nacional e internacional, y de los valores arrojados por estas categorías puede deducirse su influencia sobre el comportamiento de las relaciones cívico-militares.
En el caso argentino, la combinación de la transformación de la cultura política nacional (con la pérdida de legitimidad del valor de la intervención de los militares en el sistema), junto a las transformaciones internacionales, han arrojado una situación privilegiada en el comportamiento de esta variable, para la construcción de un patrón verdaderamente democrático de relaciones cívico-militares (no sólo formal, sino también experiencial).148
Pero ha sido el objeto de este trabajo introducir en la relación la variable de la mentalidad profesional vigente en el Ejército.149 Podemos decir que el tipo de mentalidad profesional, relacionado con el tipo de entorno político, determinan el patrón de las relaciones cívico-militares, indicando la proclividad o no a la intervención militar en la vida política. 150 Observamos así diversos casos como fruto de la experiencia argentina:
- En un primer período de nuestra historia y hasta 1982, las características de la mentalidad profesional en el Ejército (que indicaban básicamente la asunción de una misión salvífica en un país y un mundo en conflicto), y del entorno político (cultura política argentina que asumía como natural y legítima la intervención; e internacional que permitía y alentaba dichas intervenciones), se conjugaban en un patrón inestable de relaciones cívico-militares, caracterizado por la contínua intervención.
- La crisis de la mentalidad profesional producida en el Ejército a fines de los '80 se expresó en las relaciones cívico-militares pero no se tradujo en una intervención militar. Ello, porque el comportamiento del entorno político (primordialmente, la cultura política nacional) no proveía las condiciones necesarias; y porque dentro de la misma mentalidad profesional existían diversas características (carapintadas/profesionalistas). El grupo rebelde procede a su propia destrucción, al no comprender los cambios del entorno político. Las variables no encuentran resquicios para interrelacionarse, y no se produce la modificación del patrón de relaciones cívico-militares.
- La llegada a la cúspide del Ejército de una élite cuya mentalidad profesional puede definirse como organizadora, pragmática y no ideológica (más cercana a la cultura posmoderna), se combinó con las características favorables del entorno nacional e internacional, por lo cual se produce una situación de no intervención (o "posibilidad inmediata de") y ausencia de extorsión que resulta en un patrón democrático de relaciones cívico-militares.
¿Qué puede suceder en el ámbito de las relaciones cívico-militares, en condiciones de un comportamiento diferente en estas variables?
La construcción de la mentalidad profesional en el Ejército, que como hemos visto tuvo un devenir crítico en el que ciertas características, fundamentalmente en el plano de las actitudes, parecían reciclarse a sí mismas a pesar de las diferencias, merece ser tratada con especial atención. Aunque no opera por sí sola sobre las relaciones cívico-militares, su conformación puede acarrear serios problemas y remezones antidemocráticos, tales como extorsiones, rebeliones o planteos permanentes. ¿Qué puede observarse, o a qué debería prestarse atención, respecto a la conformación de esta mentalidad? A partir de lo que hemos analizado, podemos vislumbrar como puntos centrales a responder en el futuro:
- En el plano de los valores: el retorno a la reivindicación de la disciplina positiva ha resultado trascendente en relación con la visión del pasado. Pero, al interior de la institución, no aparece claro si esa transformación es verdaderamente institucional y se plasma en cambios en la relación mando-obediencia, o si es en gran parte fruto de una estrategia de comunicación.151 El pragmatismo de esta nueva mentalidad debe ser observado con atención: si la ideologización de épocas anteriores resultó peligrosa, también puede serlo el pragmatismo como ideología. En particular, en el caso de los valores, y respecto de la jerarquización de la profesión, ciertas preguntas resultan cruciales: ¿quién integrará el Ejército? ¿Hasta dónde podría estar dispuesto a llegar, en pos de conseguir recursos o personal? ¿Cuáles serán los valores (el "espíritu") y las capacidades de aquellos a quienes la sociedad entrega las armas? ¿Qué sucede cuando la carrera militar se convierte en un empleo? En este sentido, si bien la mentalidad se plantea un retorno a la profesionalización, debe pensarse cómo llegar a ella en las actuales condiciones económicas y sociales. Los casos de corrupción en los que el Ejército se ha visto involucrado en los últimos años,152 hablan de los peligros latentes respecto de la conformación de valores.
En el caso argentino se cumple el postulado de Janowitz respecto de los tipos de autoridad: permaneció el líder organizador. Como enseñanza arrojada por la experiencia de los levantamientos carapintada, queda latente la idea de que tal vez la élite de entonces debió considerar la inclusión en ella de líderes heroicos, en lugar de combatirlos (como con la mentada "desmalvinización"). Este error podría repetirse, y aunque no llegue a acarrear riesgos de rebeldía internos, puede preguntarse qué sucede con las motivaciones, la capacidad técnica y profesional, las actitudes y las probables decisiones de un Ejército entendido como una organización cuasi empresarial en un mundo posmoderno.153
- En el plano de las actitudes: ¿cuál es la misión del Ejército en las próximas décadas, en un Estado mínimo que se reformula a sí mismo, y en un entorno de bajo presupuesto y transformación de las amenazas convencionales? En este punto, es tan importante lograr la reconciliación del Ejército con la sociedad, como evitar la indiferencia característica de los últimos tiempos. El control civil no garantiza de por sí una adecuada relación civil-militar. De hecho, este control parece ser ejercido solamente a través de la restricción de recursos económicos o del libre albedrío a cambio de no interferir en la vida política.
La indefinición y la falta de debate público acerca del Ejército que el país desea, sus misiones, su estructura, y los recursos que a ello se destinarán, produce el riesgo de que el Ejército lo defina por sí mismo. La actitud hacia la sociedad puede variar al ritmo del viraje de la mentalidad hacia el deseo de la adopción de misiones policíacas, o aún del retorno a misiones que lo encarnen como institución organizada vista como posible agente de desarrollo o inclusión social, que lo desvíen de sus funciones específicas. Esta institución militar corre así riesgos de desaparecer, menguar su eficacia o desvirtuarse, si la sociedad y sus dirigentes políticos no toman en sus manos la ingente tarea de repensar la estrategia nacional y el instrumento militar que ella necesita.
Respecto de la actitud hacia la política, cabe observar el comportamiento de la clase dirigente, y la tendencia remanente en cierto nivel de funcionarios de manejarse a través de negociaciones y concesiones por fuera de la participación legítima de la Fuerza como agente del Estado. Cabe aquí rescatar la enseñanza de la experiencia carapintada: distinguir no tanto lo que efectivamente se proponían, sino lo que hubieran llegado a hacer si las circunstancias lo generaban y/o lo permitían. O, en este caso, lo que podrían hacer si el gobierno no ejerce adecuadamente su función de conducción.
- En el plano de las perspectivas: ¿qué sucederá con el modo de ver y comprender la realidad nacional e internacional, en relación a la mentada temática de las nuevas amenazas? ¿Representarán éstas una actualización de la doctrina de seguridad nacional? ¿Cómo manejará la Fuerza las influencias del entorno internacional, en pos de adoptar misiones de seguridad interior?
Combinar el comportamiento de esta variable con el que asuma el entorno o ambiente nacional e internacional puede así convertirse en el ejercicio político y académico a practicar en el futuro, para el análisis de las relaciones cívico-militares en la Argentina.
Durante las últimas décadas del siglo XX, se produjo una de las más importantes transformaciones de la historia política de la humanidad, desde el advenimiento de la modernidad. La forma política institucional más clara de organización de las sociedades, el Estado, dominador de la escena política desde sus primeros alientos en el siglo XIV, comenzó a sufrir diversos embates que llegan a cuestionar su existencia misma. El dominio de la escena -que ya no es solamente nacional, sino global- dejó de tener al Estado como actor privilegiado, para dar paso al fenómeno de la globalización y sus expresiones. Como explica Ulrich Beck, "Con la demolición pacífica del muro de Berlín y el colapso del imperio soviético fueron muchos los que creyeron que había sonado el final de la política y nacía una época situada más allá del socialismo y el capitalismo, de la utopía y la emancipación. Pero, en los últimos años, estos defenestradores de lo político han bajado bastante el tono de su voz. En efecto, el término "globalización", actualmente omnipresente en toda manifestación pública, no apunta precisamente al final de la política, sino simplemente a una salida de lo político del marco categorial del Estado nacional (...)."154
Recordando las características fundamentales del Estado, a saber el monopolio de la violencia legítima dentro de un determinado territorio,155 resulta claro que en el mundo actual este concepto es duramente cuestionado por la realidad de los hechos. Esto se produce tanto a nivel exterior (en las dimensiones relativas a las relaciones internacionales), cuanto a nivel interior, donde el monopolio de la violencia del Estado es severamente atacado por la existencia tanto de las llamadas nuevas amenazas a la seguridad (como el terrorismo, el narcotráfico, o el crimen organizado).
En un principio, el mundo de la posguerra fría parecía augurar un futuro de paz y democracia que -más tarde o más temprano- alcanzaría a todas las naciones del planeta. Esta percepción se vio reforzada por la coexistencia de los procesos de integración, acompañados por los avances en la desaparición de hipótesis de conflicto tradicionales.
Sin embargo, en las últimas décadas del siglo pasado comenzó a experimentarse particularmente una mayor preocupación por el incremento de la violencia. Pero en esta ocasión, a diferencia de otros períodos de la historia, ya no hablamos de violencia política, sino de violencia social, protagonizada por los excluídos del sistema, quienes se vuelcan a ella guiados por la sensación de no tener nada que perder.156 Los Estados nacionales del siglo XXI, enfrentan hoy una doble necesidad: adaptarse a las nuevas condiciones del ambiente internacional, al tiempo que deben encarar la problemática de la violencia desde la legalidad y desde la cultura de un ambiente democrático.157
Todas estas reformulaciones han producido una suerte de cambio en el paradigma de la seguridad nacional. Empujados por la arrolladora fuerza del devenir humano, estamos asistiendo a un creciente reemplazo del eje de preocupación de los pueblos: de la clásica doctrina de seguridad nacional, a la seguridad ciudadana.158
Pero aunque las relaciones cívico-militares no ocupen, como en otras épocas, el lugar central en el análisis de las condiciones de la gobernabilidad de un sistema, no es menos cierto que el vínculo entre la sociedad y los poseedores concretos del monopolio de la violencia de un Estado en decadencia, no puede dejar de constituir una legítima preocupación. En todos los casos, cualquier problema de gobernabilidad terminará involucrando la posibilidad del uso de la violencia estatal. Focalizando ya en el caso argentino, hoy como ayer la sociedad debe responder cómo encarar desde un ambiente democrático la problemática de la violencia social y de los fenómenos criminales transnacionales. Y aquí, la definición de las misiones y funciones de las fuerzas armadas (y más aún, del Ejército), resulta ser un tema central de la agenda.
En función de este contexto, señalamos nuevamente algunos indicadores principales a considerar para la Argentina en el futuro, en torno a la mentalidad profesional en el Ejército y al entorno político, en relación con las relaciones cívico-militares:
- La concreción en el nivel de gerenciamiento del Estado de los cambios sociales; en este sentido, no es poco usual encontrar en los funcionarios actitudes ambivalentes respecto del control civil , o de representación (en reemplazo de la conducción).
- Ello se relaciona estrechamente con la necesidad de definir claramente una política de defensa, acorde con la situación económica nacional, lo cual supone asimismo la repotenciación del Ministerio de Defensa.159
- En el mismo sentido obra el pensar acerca de la jerarquización de la profesión militar, evitando el peligro de que emigren los mejores.
- La reconciliación efectiva entre la sociedad y el Ejército, que supondrá básicamente el avance hacia la resolución de la temática de los hechos del pasado, y la definición de las misiones de las fuerzas armadas. En una palabra, la asunción de que éstas son las fuerzas que tenemos, cómo las modificamos -si es que así se discierne- y para qué lo hacemos.
En las condiciones actuales, es altamente improbable que en la Argentina se repita un período de intervenciones militares protagonizadas por el Ejército. Si las hubiera, seguramente no se trataría de una intervención tradicional. Comenzaría con influencias cada vez más vigorosas y, si contaran con el aval de cierto nivel de funcionariado, podrían llegar a la recuperación de espacios de poder en el sistema político.
Para el futuro, y pensando en la permanencia del régimen democrático, el seguimiento contínuo del comportamiento de la mentalidad profesional podrá dar la pauta de cuál es su relación con el entorno político. Y ello, pensando en lo que arroja la experiencia carapintada: importa descubrir lo que podrían hacer si las circunstancias lo generaban y/o lo permitían. La mirada atenta sobre los que detentan las armas, es una obligación que ni los gobiernos ni las sociedades pueden permitirse descuidar. En la era posmoderna, instantánea, carente de certezas y visiones absolutas, la sociedad debe aprender a diseñar y relacionarse con una institución militar cuya historia y cuya misma esencia necesitan, para sobrevivir, liberarse de las incertidumbres. Si no se las define, ellas lo harán. Está en su misma naturaleza.
146. JANOWITZ, MORRIS. El Soldado..., op. cit., págs. 226-227.
147. BRUNNER, JOSE JOAQUIN. Globalización Cultural y Posmodernidad. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 1998, págs. 15-17.
148. La transformación de las relaciones cívico-militares se ha visto expresada en diversos planos, entre ellos: la nueva definición de la política de seguridad y de defensa, la clarificación de las misiones y funciones militares (especialmente en el ámbito interno), la estructuración del control civil a partir de la reorganización del sistema de defensa y del activo papel parlamentario, y las medidas referidas a la organización militar (la más importante de ellas, la sanción de una ley de reestructuración en 1998).
149. Vale aquí volver a aclarar que se ha tomado el Ejército como caso de estudio. Intentamos aquí aplicar las conclusiones a lo militar, por la importancia que tiene la fuerza terrestre como instrumento potencial de ocupación del país y por el papel histórico que ha jugado en cuanto a la intervención. Sin lugar a dudas, no pueden inferirse las mismas conclusiones al resto de las fuerzas armadas, pues no han sido parte de nuestro análisis.
150. Nótese que en cierta forma estas variables tienen relación con lo que Finer llama "disposición" y "oportunidad"; a nuestro juicio las aquí propuestas pueden dar resultados más ajustados y complejos.
151. Al respecto, la autora ha conocido algunos casos de oficiales que debieron pasar a retiro por no ser propuestos para ascenso, sin que los motivos estuvieran claramente fundados en razones de capacidad profesional. Por razones de privacidad de estas personas, los nombres se mantienen en reserva.
152. Particularmente, la investigación judicial por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia.
153. Este aspecto merecería un estudio sociológico respecto de las carreras de los oficiales que forman actualmente el Ejército. Así lo analiza Janowitz para los Estados Unidos: "Bajo las formas del control político democrático, según éste se ha manifestado en Estados Unidos, el jefe militar no convencional refleja la selección realizada por las autoridades civiles. Particularmente en el ejército, a causa de sus mayores posibilidades de participación en los asuntos políticos -tanto en la política interna como los problemas político-militares de tiempo de guerra- las autoridades civiles han manifestado la tendencia a elegir para ocupar los cargos estratégicos a aquellos que representan las perspectivas organizativas, antes que a quienes glorifican la guerra misma. La profunda suspicacia popular, o por lo menos la ambivalencia hacia el soldado de carrera ha contribuido al ascenso de estos soldados atípicos. Estos innovadores cuyas perspectivas no están dominadas ni bloqueadas por las tradiciones de la profesión, asumen la responsabilidad de adaptar la organización militar a las nuevas tareas. En la organización militar el espíritu combativo tiende a extinguirse. (...) A medida que el individuo progresa en la jerarquía militar, con su interminable rutina y los prolongados períodos de paz, el mantenimiento del espíritu de lucha exige una profunda afirmación y un acentuado sentido de individualidad. La organización militar apta tiene que ser dirigida por expertos en organización militar, pero su propia élite ha de incluir la levadura de los jefes heroicos.". JANOWITZ, MORRIS. El Soldado..., op. cit., pág. 158.
154. BECK, ULRICH. ¿Qué es la Globalización? Paidós, Barcelona, 1998, pág. 15.
155. La definición de Max Weber ha sido utilizada en forma clásica. Dice que "el Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio -el concepto de "territorio" es esencial a la definición- reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima." WEBER, MAX. Economía y Sociedad {1922}. Fondo de Cultura Económica, México, 1974, tomo I, pág. 1056. Cercana a ella se encuentra la definición del David Held, quien dice que "entiendo que la soberanía es la autoridad política de una comunidad que tiene el derecho reconocido de ejercer los poderes del Estado y determinar las reglas, regulaciones y medidas dentro de un territorio determinado". HELD, DAVID. La Democracia y el Orden Global. Del Estado Moderno al Gobierno Cosmopolita. Paidós, Barcelona, 1997, pág. 129.
156. Vale un agradecimiento especial al Lic. Sebastián Muñoz por algunas ideas compartidas en torno de este tema.
157. En este sentido, los análisis estratégicos en materia de seguridad aparecen, la mayor parte de las veces, desconectados de las discusiones de la teoría política. Así, puede observarse cómo aún la problemática de Estados cuyos conflictos internos afectan la seguridad de otros Estados (como el caso de Colombia, o de la ex Birmania), siguen siendo analizados desde la óptica tradicional de la amenaza militar, o como si, de hecho, fueran acciones estatales las que amenazan, cuando en realidad son producto de la acción de grupos transnacionales, a lo cual no siempre es posible dar respuesta desde una relación Estado-Estado.
158. En un sentido amplio, este concepto es entendido como "el conjunto de condiciones sociales, políticas, económicas, culturales e institucionales que garantizan el adecuado y normal funcionamiento de la comunidad y la convivencia ciudadana. Se trata, en síntesis, de garantizar una vida digna a todo ciudadano". Seguridad Ciudadana, Democracia y Participación. Ministerio del Interior, Dirección de Seguridad Pública e Informaciones. Santiago de Chile, diciembre de 1995, pág. 16.
159. Lo mismo puede decirse acerca de una reestructuración militar efectiva, y de la modernización de la doctrina a fin de lograr el accionar conjunto y combinado.