Título: Los escenarios institucionales de la Defensa Nacional en Nicaragua - 13. Las relaciones Estados Unidos - Nicaragua
13. LAS RELACIONES ESTADOS UNIDOS - NICARAGUA
En junio de este año los medios de comunicación nicaragüenses destacaban en sus páginas la aceptación por parte de Estados Unidos del "Attaché de Defensa Militar, Naval y del Aire" con lo que se restablecían las relaciones militares entre Nicaragua y Estados Unidos después de casi 15 años de haberse roto tras el agudo conflicto que enfrentó en los años 80 las administraciones sandinista y estadounidense. La ruptura de relaciones significó para Nicaragua el fortalecimiento de las relaciones con los países del este y Cuba, y apartó al entonces Ejército Popular Sandinista de toda iniciativa estadounidense de capacitación militar, intercambio o aprovisionamiento, y muy por el contrario se desarrollaron las condiciones para que se incrementara la ayuda de los Estados Unidos a los vecinos del norte y el sur para contrarrestar el supuesto avance comunista en la sub región centroamericana.
En una entrevista dada a un medio de comunicación nacional69, Francisco Aguirre Sacasa, Embajador de Nicaragua en Washington, explicaba que el restablecimiento de las relaciones militares entre ambos países era un reconocimiento de la administración estadounidense a los progresos institucionales del Ejército de Nicaragua en aspectos que se referían por ejemplo a la profesionalización y despolitización que las fuerzas armadas nicaragüenses venían experimentando desde 1990. Señalaba en dicha entrevista otros aspectos que se referían a indicadores que demostraban la sujeción de los militares al control civil, y el hecho de que en los últimos años no se reportaran evidencias de abuso de los derechos humanos por parte de los militares nicaragüenses. Otros factores no menos importantes como la reducción del presupuesto de gastos militares y de efectivos, que convirtió al ejército nicaragüense en el de menor tamaño en Centroamérica eran señalados por el diplomático como vitales en la decisión estadounidense de reanudar las relaciones entre los ejércitos.
Antes de la normalización de las relaciones militares, el Departamento de Defensa estadounidense había otorgado becas a civiles en el Centro Hemisférico para Estudios de Defensa, en las áreas de administración de los recursos para la defensa, y había auspiciado el intercambio de experiencias entre civiles sobre asuntos de defensa a los que han asistido una buena cantidad de funcionarios civiles de las instituciones públicas y de la sociedad civil. Estas actividades se engloban en una política estadounidense de capacitación y formación planificada y desarrollada hace pocos años para promover en la esfera civil el conocimiento y la especialización en los temas relativos a la defensa y la seguridad con el fin de ir sentando las bases para un efectivo control de las instituciones civiles sobre la gerencia y administración de los asuntos vinculados a esta área y, claro está, para asegurar la sujeción de los militares a estas instituciones civiles.
Simultáneamente ambos ejércitos habían tenido algún tipo de interacción principalmente en labores vinculadas a la lucha contra el narcotráfico en aguas del Caribe, y labores humanitarias bajo el Programa "Nuevos Horizontes"70. La tendencia objetiva apunta a la profundización a corto plazo de estas acciones en el nuevo marco de las relaciones entre ambas fuerzas armadas, y un ejemplo de ello lo constituyen dos aspectos fundamentales i) la discusión de un convenio de acciones conjuntas para reforzar la lucha contra el narcotráfico donde el Ejército de Nicaragua es parte activa en las negociaciones y ii) la sostenibilidad de las visitas de personal militar estadounidense en labores de asistencia humanitaria siempre desde el Programa "Nuevos Horizontes".
Del restablecimiento de las relaciones, los altos mandos del Ejército de Nicaragua esperan también oportunidades para la formación de sus oficiales en las academias de E.E.U.U.71, y asistencia en equipo y entrenamiento en el marco de las actividades conjuntas contra el narcotráfico a través de créditos o cooperación para el reforzamiento de la fuerza naval y aérea para consolidar las acciones en la zona Atlántica de Nicaragua y ejercer un mayor control sobre el territorio72.
El menú de oportunidades y misiones visualizadas por los mandos militares del Ejército de Nicaragua a partir del restablecimiento de las relaciones con las fuerzas armadas estadounidenses, expresa y sintetiza el debate que se viene arrastrando sobre la pertinencia de las misiones que son asignadas por los Estados Unidos a los países latinoamericanos en el marco de su agenda de seguridad nacional post guerra fría.
Y aunque las posiciones en este debate no son concluyentes es manifiesto para diversos sectores que, contrario a lo que pudiera pensarse, los países centroamericanos están lejos aún de pensar en establecer su propia agenda para sus fuerzas armadas en un contexto incierto donde las justificaciones para garantizar la existencia de éstas son cada vez menos perceptibles y convincentes.
Un análisis que ilustra más claramente la tesis de la influencia y control de la agenda de seguridad estadounidense en Centroamérica indica que "...los programas actuales de asistencia militar introducen a los ejércitos centroamericanos a una nueva existencia, ejerciendo misiones fuera del combate: búsqueda y rescate, ayuda en desarrollo, protección ambiental, provisión de servicios básicos, y -más que todo- la aplicación de las leyes antidrogas"73. Refutar esta tesis no es tarea fácil pues son claros los indicadores que demuestran la coincidencia de las demandas de seguridad de los Estados Unidos hacia América Latina con la emergencia de estas nuevas misiones sobre la defensa que los ejércitos vienen adjudicándose y las que el Ejército de Nicaragua parece aceptar con beneplácito.
Y si bien es cierto afirmar que estas misiones han sido incorporadas al Ejército de Nicaragua ya antes del restablecimiento de las mencionadas relaciones con las fuerzas armadas de Estados Unidos, no es menos cierto también que han sido validadas en el marco de los sistemas cooperativos sub regionales y regionales, a los que nuestras fuerzas armadas han venido adhiriéndose, y que son apoyadas o por lo menos cuentan para la definición de sus misiones con el beneplácito de los Estados Unidos.
Válido o no que el ejército asuma estas misiones que parecerán ser reforzadas a partir del restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos; sea para la lucha contra el narcotráfico, el apoyo en labores ambientales, la ayuda en situaciones de desastre o cualquier otra que se enuncia en el marco de los nuevos convenios sub regionales o regionales y que puedan ser justificadas como temas de interés nacional de la defensa, es innegable que los militares nicaragüenses han sabido priorizar sus necesidades en este nuevo marco de relaciones con los Estados Unidos, y como en otras ocasiones la presencia y conducción civil para definirlas es hasta ahora imperceptible.
Y es en cierta medida aquí donde debe centrarse el debate; no en la validez de dichas misiones sino más bien en los procesos que han conducido a la toma de decisiones sobre la pertinencia o no de estas misiones que hasta hoy en Nicaragua no han sido abordadas de la manera que se espera de una eficiente conducción y administración civil de la defensa. En este sentido es razonable esperar que sea la conducción civil la que genere los procesos y mecanismos para verificar, validar o someter a juicio la pertinencia o no de estas misiones para nuestras fuerzas armadas, o el tipo de fuerzas que se espera que las cumplan, y de allí definir de qué manera la cooperación para la defensa redundará en beneficio del verdadero interés nacional.
Esto tiene que ver con lo que en páginas precedentes se ha venido analizando y es el imperativo de asumir la identificación de las fuerzas armadas como un instrumento de la defensa, que se enmarca en dinámicas que preceden la definición de la función militar y sus obligaciones en la producción del bien defensa. Dinámicas que se asocian a consensos, regulaciones legales y sistemas de organización que van definiendo los intereses que la defensa deberá garantizar para la nación frente a cualquier amenaza. De allí los objetivos claros y explícitos que se espera que la conducción civil defina, las acciones necesarias para alcanzarlos y los recursos que requerirán de la cooperación y que son en definitiva de los que realmente deberá disponer.
En general es mucho lo que queda por definir y ordenar en las nuevas relaciones militares entre Estados Unidos y Nicaragua y el escenario representa una clara oportunidad para definir y ejecutar procesos que patenticen el liderazgo que la ley atribuye a las instituciones civiles encargadas de administrar la defensa en Nicaragua.
(69) La Prensa, "Nicaragua restablece relaciones militares con Estados Unidos", 1 de junio de 2000.
(70) El programa Nuevos Horizontes consiste en ejercicios de asistencia cívica humanitaria diseñados para dar entrenamiento a unidades de las Fuerzas Armadas estadounidenses y proveer a los países beneficiados de construcciones de carácter civil, como puentes, carreteras, escuelas, asistencia médica dental y veterinaria.
(71) El Nuevo Diario, "EU aceptará agregado militar nicaragüense", 11 de marzo de 2000.
(72) La Prensa, "Narcotráfico en la mira del Ejército", 9 de junio de 2000.
(73) Diálogo Centroamericano, "La Política Exterior de Estados Unidos hacia Centroamérica", No. 38, marzo - mayo, 1999, San José, pág,. 35.