Título: Colombia. Política de Defensa y Seguridad Democrática - Presentación de la Ministra
de Defensa Nacional
PRESENTACIÓN DE LA MINISTRA
DE DEFENSA NACIONAL,
MARTA LUCÍA RAMÍREZ DE RINCÓN
La seguridad de los colombianos es un asunto que compete no sólo al
Ministerio de Defensa y a la Fuerza Pública, sino a todo el Estado y a
toda la sociedad. Desde el momento en que el Presidente Uribe me
encomendó la tarea de desarrollar las bases de la Seguridad Democrática
en un documento que recoja tanto el marco conceptual como las
políticas de seguridad del Gobierno, reuní un equipo del Ministerio de
Defensa, el Comando General de las Fuerzas Militares, la Escuela
Superior de Guerra y la Policía Nacional para estudiar y estructurar las
soluciones más adecuadas a los problemas del país en esta materia. El
resultado de este trabajo es el documento que aquí presentamos.
La transparencia y la inclusividad han sido nuestros principios rectores.
Establecer la responsabilidad que nos cabe a todos por la seguridad de
nuestros conciudadanos implicaba en primera instancia abrir un diálogo
al interior del Gobierno, para proponer respuestas conjuntas. Dentro
del marco establecido por el Presidente de la República, hemos
construido junto con otros ministerios una política que asigna a la pronta
y cumplida administración de justicia, al mejor manejo de las finanzas, a
la diplomacia y al buen funcionamiento de la administración pública y
de todas las entidades del Estado un papel definitivo en la consecución
de la seguridad.
De esta manera, desarrollamos una verdadera política de Estado a largo
plazo que involucra no sólo al Gobierno, sino a las demás ramas del
poder. Diseñamos estrategias para hacer frente al secuestro, para
desvincular a los jóvenes de las armas, para proteger la infraestructura
de la Nación, para eliminar el narcotráfico y para desmantelar las
estructuras de las organizaciones terroristas. Estamos convencidos que
de esta manera no sólo cumplimos con nuestra obligación de proteger a
la población, sino que aseguramos espacios de discusión y participación
democrática. Sobre la base de estas estrategias hemos reunido a todo
el Gobierno para establecer un plan estratégico de seguridad con
prioridades, responsabilidades y programas para cada una de las
entidades.
No menos importante ha sido la participación de diferentes sectores de
la sociedad en el diseño de esta política. En un largo proceso de consulta,
en el que circulamos los borradores iniciales de este documento y organizamos foros de discusión, logramos recoger los comentarios y
opiniones de intelectuales, académicos, representantes del sector privado y
de muchos otros que con sus observaciones y críticas enriquecieron esta
política. Ciudadanos de la más variada índole nos hicieron llegar sus propias
recomendaciones. Por otra parte, los consejos de seguridad que encabeza
el Presidente de la República semanalmente en las regiones nos han permitido
complementar la visión del Gobierno con la de la población que sufre
directamente las consecuencias del terrorismo y la inseguridad. Hemos tenido
en cuenta todas estas propuestas y preocupaciones.
Este es un cambio radical frente al pasado. Los colombianos por mucho
tiempo pensamos que la seguridad era problema y responsabilidad de las
Fuerzas Militares y la Policía Nacional. Durante años hubo un gran vacío en
la acción del resto del Estado en algunas áreas críticas de nuestra democracia
y en algunas regiones de Colombia. Es justamente ese vacío el que explica el
crecimiento sin precedentes del narcotráfico y consecuentemente de las
organizaciones terroristas en grandes regiones de nuestro territorio. De allí
que el eje de esta política sea precisamente lograr el completo control del
territorio por parte del Estado para asegurar el pleno imperio de la ley, la
gobernabilidad y por ende el fortalecimiento del Estado de Derecho.
La Fuerza Pública ha puesto todo su empeño en cumplir con su
responsabilidad. En los últimos años, el proceso de profesionalización
que lideran los comandantes de nuestras fuerzas ha incrementado su
capacidad de respuesta, su movilidad y, sobre todo, el apoyo que recibe
por parte de la sociedad. La seriedad con que las Fuerzas Militares y la
Policía Nacional se han aplicado a la instrucción y difusión de los derechos
humanos no tiene paralelo en el continente, y mucho menos en un país que
enfrente retos a su seguridad como los que enfrenta Colombia.
El resultado de esta combinación de ética, profesionalismo y mayor eficiencia
de la Fuerza Pública ha sido, en primer lugar, el reconocimiento por parte de
las organizaciones armadas ilegales de que por el camino de la violencia no
van a avanzar. Ante esta imposibilidad y la falta de apoyo popular, han
preferido volcar su poder de destrucción sobre la población civil, practicando
un terrorismo atroz que día tras día cobra la vida de inocentes y supera por
mucho en civiles asesinados y secuestrados lo que han conocido otros países
de América Latina. Sus propias organizaciones subsisten sólo mediante el
terror con el que disciplinan a sus hombres y maltratan a sus mujeres; y
mediante los recursos del narcotráfico con los que compran conciencias y
apoyo político, en Colombia y en el exterior.
En segundo lugar, la profesionalización de la Fuerza Pública le ha valido un
grado de confianza y de reconocimiento sin par en la sociedad colombiana,
que se siente identificada con sus militares y policías. La Fuerza Pública
continuará su proceso de fortalecimiento y será uno de los pilares en la recuperación de la seguridad. Hemos creado nuevas brigadas móviles,
batallones de alta montaña, unidades de soldados campesinos -que son
soldados que prestan el servicio militar en su lugar de residencia- unidades
especiales antiterrorismo, escuadrones móviles de carabineros, y estamos
expandiendo la presencia de unidades de la Policía Nacional a todos los
municipios del país.
El proceso de profesionalización de la Fuerza Pública estará
acompañado de un esfuerzo por incrementar la coordinación y el trabajo
conjunto, tanto al interior de la Fuerza Pública como entre ésta y los
demás organismos judiciales y de investigación del Estado. Ejemplo
de ello es la coordinación de la inteligencia. Desde el comienzo del Gobierno,
el Ministerio de Defensa ha liderado reuniones conjuntas de las direcciones
de inteligencia de las Fuerzas Militares, la Policía Nacional, el DAS y el
CTI de la Fiscalía General de la Nación. Esta coordinación ya está dándonos
frutos.
La Fuerza Pública dará el primer paso en este esfuerzo de articular una
respuesta integral a los retos de seguridad. El segundo lo debe dar el Estado
en su conjunto y el tercero, toda la sociedad. La población civil no puede
ser blanco de agresiones. Pero todos los colombianos tenemos no sólo el
derecho, sino también el deber de participar activamente en el fortalecimiento
de nuestra democracia, de respaldar nuestras instituciones, de apoyar la
labor de nuestra Fuerza Pública, de ser solidarios con quienes sufren el
desplazamiento, la violencia y el terror a manos de las organizaciones armadas
ilegales. Una democracia fuerte y una Nación solidaria son la mejor garantía
de que nuestros derechos se respetarán.
Con el liderazgo del Presidente Uribe y con una política de seguridad de
Estado y apoyada por los ciudadanos, lograremos el objetivo de la seguridad
individual, el fortalecimiento del Estado de Derecho, la protección de la
democracia, y con ello la prosperidad y el bienestar de todos los
colombianos. Que no es nada menos, como lo ha señalado el señor
Presidente, que la realización de los principios y fines que encabezan nuestro
escudo nacional: libertad y orden.
Las diferentes personas del sector académico y empresarial que examinaron
este documento insistieron en la necesidad de que ésta, como una Política
de Estado, tenga continuidad a largo plazo en sus objetivos fundamentales.
Por ello hemos propuesto su permanencia del 2002 al 2012.