Título: Colombia. Política de Defensa y Seguridad Democrática - Carta del Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez
CARTA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, ÁLVARO URIBE VÉLEZ
Recuperar el orden y la seguridad -requisito cardinal para la vigencia
real de las libertades y los derechos humanos- es preocupación central
de este Gobierno. La Seguridad Democrática es lo que se requiere
para garantizar la protección de los ciudadanos. Que el Estado proteja
a todos por igual y sin distinción, para que todos los colombianos
puedan disfrutar de sus derechos.
La Seguridad Democrática tiene unos principios guías y unas
políticas que están en desarrollo. En este documento presentamos la
carta de navegación de lo hecho y de lo que está por hacer, para
que servidores del Estado, miembros de la Fuerza Pública y
ciudadanos conozcan el conjunto de nuestra política de seguridad y
participen en ella.
La Seguridad Democrática se diferencia de las concepciones de
seguridad profesadas por regímenes autoritarios, partidarios de la
hegemonía ideológica y la exclusión política. Este Gobierno no
hace suyas concepciones de otras épocas como la "Seguridad Nacional"
en América Latina, que partía de considerar a un grupo ideológico o
partido político como "enemigo interno". Nosotros predicamos que
todos son bienvenidos en la democracia. La oposición, los que disientan
de las ideas del Gobierno o de su partido, serán protegidos con el
mismo cuidado que los amigos o partidarios del Gobierno.
No hay contradicción entre seguridad y democracia. Por el
contrario, la seguridad garantiza el espacio de discrepancia, que es
el oxígeno de toda democracia, para que disentir no signifique
exponer la seguridad personal. Pero hay que trazar una línea nítida
entre el derecho a disentir y la conducta criminal. Sólo cuando el
Estado castiga implacablemente el crimen y combate la impunidad
hay plenas garantías para ejercer la oposición y la crítica.
La antípoda de la política democrática es el terrorismo, que pretende
imponer por la violencia su voluntad sobre los otros, al costo de la
vida de miles de civiles. Es lo que hemos visto en los atentados del
club El Nogal en Bogotá y de Neiva. Es lo que hemos visto en
Fortul, Arauca, donde terroristas engañaron a un niño con una
bicicleta bomba que luego activaron, acabando con su vida. Frente al
terrorismo sólo puede haber una respuesta: derrotarlo. Quienes persistan
en el uso de esta práctica criminal, soportarán todo el peso de la ley.
Los colombianos no cederemos ante esa amenaza. La vamos a derrotar
con la colaboración de toda la ciudadanía. El concepto clave aquí es
solidaridad. Solidaridad entre los ciudadanos y solidaridad con la Fuerza
Pública. Este principio, esencial en el texto de nuestra Constitución, es
fundamental para la convivencia, para la creciente consolidación en la
integración profunda del pueblo colombiano. La masiva respuesta de la
población a la cooperación dentro del marco institucional ha demostrado
la determinación del pueblo colombiano de acabar con el terrorismo.
También necesitamos la solidaridad de otros países, en especial de la región,
para frenar el terrorismo y su aliado el narcotráfico. Tenemos que congelar
sus cuentas, perseguir a sus hombres, entregarlos a la justicia. Lo he dicho
en repetidas ocasiones: quien toma la decisión de albergar el terrorismo
termina siendo víctima del terrorismo. Para derrotar el terrorismo no hay
soberanía de naciones, sino soberanía democrática. La lucha es de la
soberanía de los Estados y de las naciones democráticas contra la soberanía
del terrorismo. La lucha es de todos contra el terrorismo.
Requerimos eficacia con transparencia. Eficacia, que se mide en resultados,
y transparencia, que se mide en la observancia de los derechos humanos.
Tenemos la suerte en Colombia de contar con una Fuerza Pública
respetuosa como ninguna en el continente de la democracia y del orden
constitucional. La eficacia dentro de la transparencia y del acatamiento al
ordenamiento jurídico es la base sobre la que debemos actuar.
Recuperaremos la seguridad de nuestros ciudadanos sin limitar sus libertades.
Colombia siempre ha sido ejemplo en América Latina de la libertad de
prensa. No ha pasado por la mente de este Gobierno restringir esa libertad,
con normas jurídicas excepcionales o permanentes. Sólo pedimos a los
periodistas, como a todos los ciudadanos, actuar con responsabilidad a la
hora de divulgar información que pueda poner en peligro la seguridad de
todos.
Nuestra actuación será de frente y con las cartas sobre la mesa. La Fuerza
Pública constituye el elemento coercitivo de la Constitución para proteger
la vida, la libertad y los bienes de los ciudadanos. No es un actor de guerra
ni de conflicto y no debemos permitir que se le iguale a grupos violentos,
contra los cuales actuará con absoluta determinación, llámense como se
llamen. La legitimidad de nuestras instituciones depende de nuestra
determinación de luchar por igual contra toda organización, grupo o persona
que amenace la seguridad de los ciudadanos, de las instituciones y de la
democracia.
Tenemos tanta generosidad para albergar a los que desistan de la vía violenta,
como firmeza para derrotar el terrorismo. Así como no desmayaremos para
derrotar al último de los terroristas, los que quieran hacer la paz con el Estado
colombiano tienen la oportunidad de hacerla rápidamente, acogiéndose a la
política de desmovilización. Hemos hecho un llamado a los jóvenes campesinos,
a los jóvenes de los sectores urbanos que han sido engañados o forzados a
hacer parte de los grupos violentos a que abandonen las armas. Cómo se frustra
la familia del campesino, cómo sufre la familia urbana cuando los hijos son
obligados por estas organizaciones a ingresar a sus filas. Tenemos toda la
disposición de acoger a todos aquellos que renuncien a la violencia, a darles
todas las garantías de seguridad y las oportunidades de educación para que se
reintegren a la sociedad. Quienes manteniendo pudor político crean que aún
tienen ideas para defender, que rechacen la vía de la violencia y vengan a
desmovilizarse o a hacer un acuerdo de paz con el Gobierno. Les daremos
todas las garantías para ejercer la política que merece el disidente en la democracia.
La seguridad no se alcanza sólo con los esfuerzos de la Fuerza Pública. Este va
a ser un esfuerzo de todo el Estado, de todos los colombianos. Una estructura
estatal fuerte, apoyada en la solidaridad ciudadana, garantiza el imperio de la ley
y el respeto de los derechos y libertades.
El imperio de la ley es también garantía de desarrollo y prosperidad económica.
Cada vez que hay un secuestro se afecta profundamente la confianza de los
inversionistas, se dispersan los capitales y se pierden fuentes de empleo. Cuando
la Seguridad Democrática desarrolla una política para eliminar el secuestro, está
defendiendo al pueblo y las garantías sociales básicas.
Hemos avanzado, pero el camino es largo. Este es un esfuerzo de años, que
requiere perseverancia en la política y resultados concretos para que sea sostenible
nuestra demanda permanente de apoyo a los ciudadanos, para que paguen sus
impuestos con convicción, para que los soldados y los policías estén acompañados
permanentemente por el ánimo popular. No descansaremos hasta hacer de la
Seguridad Democrática una realidad para todos los colombianos.