INTERVENCIÓN DE S.E. LIC. ALFONSO PORTILLO CABRERA PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE GUATEMALA
58º Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas
Nueva York, 23 de Septiembre de 2003
Señor Presidente,
Julian R. Hunte,Señor Secretario General, Kofi Annan,
Señoras y señores delegados,
Buenas tardes.
Vengo a rendir mi último informe ante este Parlamento de la humanidad, como un gobernante que cree en la interdependencia y no considera la soberanía como puerta que se cierra para disociar a las naciones. Por el contrario, se trata de una ventana abierta para mostrar la identidad de cada uno, propiciar el intercambio respetuoso de experiencias y la búsqueda de la comprensión y la solidaridad entre los pueblos.
Mi asistencia refleja el compromiso de mi Gobierno con las Naciones Unidas, cuya presencia en Guatemala ha sido crucial para la aplicación de los Acuerdos de Paz suscritos en diciembre de 1996. También me brinda la oportunidad de participar en el debate de los principales temas que conforman la agenda internacional y, de paso, testimoniar nuevamente nuestra solidaridad con los residentes de esta gran ciudad de Nueva York por los trágicos acontecimientos de hace dos años.
Quisiera reiterar nuestro más enérgico repudio por el alevoso ataque a la Sede de las Naciones Unidas en Bagdad de hace apenas algunas semanas. Lamentamos, en especial, la pérdida de valiosos funcionarios de la institución, incluyendo al recordado Sergio Vieira de Mello.
Por otro lado, deseo expresar nuestro reconocimiento al señor Jan Kavan, de la República Checa, por su iluminada conducción del anterior período de sesiones. Al mismo tiempo, quisiera felicitar muy sinceramente al señor Julian Hunte por haber asumido la Presidencia de la Asamblea General en este período de sesiones. Nos complace que un distinguido representante de nuestra propia región esté al frente de tan señalado cargo, y no dudamos que con su comprobada capacidad y su reconocida experiencia sabrá conducir nuestras deliberaciones con todo éxito.
Señor Presidente,
Guatemala, al igual que otros pueblos hermanos de América Latina, ha vivido un dramático fin de siglo XX, marcado por una agenda compleja en la que se entremezclan diversos desafíos, como lo son insertarse en el proceso de la globalización, construir una paz con justicia y afianzar una democracia con gobernabilidad.
En ese contexto, hemos intentado durante los últimos cuatro años avanzar en la apertura de Guatemala al mundo y su inserción en los flujos tecnológicos, financieros y culturales de la globalización. Hemos impulsado la democratización de estructuras e instituciones, de prácticas y valores, capaces de combinar libertad y autoridad, eficacia y equidad. Y hemos promovido una paz basada en la justicia y el respeto a los derechos humanos.
Guatemala es un país con varias tareas históricas incompletas o permanentemente pospuestas. Cuando asumí la Presidencia, en enero de 2000, me propuse retomar a fondo algunas de esas materias pendientes. El Estado era rehén de poderosos intereses económicos. Lo hemos liberado. Ya no hay más exenciones fiscales que favorecen a particulares. Ya no se manipula la política comercial dañando la producción campesina . La política económica adquiere sentido como un instrumento de desarrollo social. Los monopolios locales ya conocen la competencia, después de un siglo de mercados cautivos.
Los Acuerdos de Paz le dieron a Guatemala un programa de democratización. Constituyen una propuesta de renovación profunda de la convivencia entre los guatemaltecos hacia el Siglo XXI. Pero nos han puesto también ante el reto de resolver simultáneamente tareas de distintos procesos históricos, que otras sociedades cumplieron por etapas.
Con satisfacción puedo decir que avanzamos en varios campos sustantivos, pero admito que otros quedaron truncados o los asumimos débilmente. Contra la voluntad de poderosos intereses, emprendimos un esfuerzo denodado para elevar la carga tributaria. Alcanzamos un nivel histórico en la recaudación fiscal, pero todavía por debajo de la meta asumida. Realizamos la reforma financiera más importante desde 1945 para modernizar la banca, disminuir los riesgos especulativos y recuperar la verdadera función de intermediación del sistema.
Pusimos al día el Código Laboral, que desde 1944 había sufrido una serie de amputaciones. Elevamos consistentemente el salario mínimo a un ritmo real sin precedentes. Los trabajadores del campo tienen hoy, en promedio, un 50% más de salario que hace cuatro años.
Nuestro nivel de analfabetismo ha sido históricamente vergonzoso. Por eso adoptamos planes que nos permitieron reducir en casi la mitad su número. Las niñas han sido especialmente atendidas. Mediante programas de becas de estudios y alimentos escolares, sustrajimos del trabajo infantil a decenas de miles de niños. Hicimos la reforma curricular incorporando la filosofía de los Acuerdos de Paz y ampliamos la cobertura escolar. En la atención primaria de la salud hemos atacado vulnerabilidades estructurales en cuadros críticos de mortalidad materno-infantil y nutrición.
Pero falta mucho por hacer. El entorno económico nos es desfavorable. Los motores tradicionales de crecimiento y empleo han perdido fuerza. Y las transformaciones productivas están caminando lentamente. Desplegamos, por tanto, un esfuerzo superlativo de estabilización económica y emprendimos acciones de emergencia, como la dotación de insumos productivos a los campesinos a fin de mantener capacidades agrícolas.
El tema de las transformaciones productivas es tan sensible que contribuyó, en el siglo pasado, a una guerra civil de casi 40 años. Por eso, reconociendo su urgencia, propicié mesas de concertación en las que participan todos los sectores, a fin de definir las políticas estratégicas de la Nación. Entre ellas, la de desarrollo económico y rural.
El pueblo ha ganado espacios importantes de participación en este período. Realizamos la reforma más importante del Estado mediante la descentralización, el fortalecimiento de los consejos de desarrollo locales y la dotación de mayores competencias a los gobiernos municipales. Los pueblos indígenas son reconocidos como tales y participan en la definición de la nueva geografía institucional que considera como base sus culturas. Las mujeres también han ganado espacios públicos y están articulando novedosas formas de organización.
Todos estos son esfuerzos para renovar el tejido social roto por la guerra. La reconciliación es una tarea fundamental. Y para que ocurra, el Estado tiene que propiciar un clima favorable. Por eso asumí responsabilidades internacionales en contra de las violaciones de los derechos humanos, y hemos emprendido el Programa Nacional de Resarcimiento, que incluye reparaciones para los familiares de más de 200 mil víctimas, mayoritariamente indígenas. También confiamos que se establecerá en Guatemala una oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
La impunidad sin embargo mantiene un núcleo duro de vencer. Los órganos de justicia todavía se muestran débiles. Esa fue la razón que me llevó a promover un instrumento extraordinario y temporal que reforzase las capacidades institucionales locales. Solicité apoyo a las Naciones Unidas para establecer inmediatamente una Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad, pues varios grupos represores del pasado, ahora vinculados al crimen organizado, amenazan e intimidan a activistas humanitarios, jueces y periodistas.
Para recuperar la democracia en todas sus dimensiones, es preciso fortalecer el poder civil. Nuestros esfuerzos están a la vista: implantamos el aparato de inteligencia civil del Estado y el cuerpo civil de seguridad presidencial. Ahora contamos con una Política de Defensa, adecuada a los principios de la Seguridad Democrática, que es producto del debate abierto de la sociedad. Diseñamos leyes para el libre acceso a la información, la desclasificación de archivos secretos del Estado y la creación de controles ciudadanos sobre las funciones de seguridad, como el Consejo Asesor de Seguridad. Son procesos avanzados, que deben entrar en aplicación plena en el siguiente periodo.
Fomentar una cultura de paz no ha sido fácil. Los traumas de la guerra todavía limitan las capacidades de confianza en nuestra sociedad y la defensa de privilegios por parte de grupos económicos y militares poderosos, ha generado polarización política. Pero los daños a la vida de las personas han disminuido y el proceso de democratización avanza.
En los 114 días que me restan como presidente, cumpliré otros dos compromisos básicos. Uno es que los guatemaltecos participemos de un proceso electoral libre y transparente, cercanamente observado por la comunidad internacional, en el cual compitan, sin exclusiones, todas las fuerzas políticas. Un proceso así ocurrirá apenas por segunda vez en nuestra historia del último siglo.
Otro compromiso es promover una transición ordenada, que resguarde las reformas emprendidas en el marco de los Acuerdos de Paz. Para ese fin, con mi equipo de gobierno, he generado una agenda mínima de transición, que incluye la continuidad de programas y políticas, y el fortalecimiento de las instituciones de la paz.
Señor Presidente:
Quisiera ahora referirme de manera escueta a algunos de los puntos que nos ocuparán en este período de sesiones, y, en especial, responder al desafío que nos ha planteado el Secretario General esta mañana, de repensar a las Naciones Unidas en estos tiempos de trascendentales cambios.
- Como ya lo dije, reiteramos nuestro pleno respaldo a las Naciones Unidas como el máximo exponente del multilateralismo. Y apoyamos firmemente la gestión de nuestro Secretario General, Kofi Annan.
- Coincidimos con él en que es impostergable adaptar la Organización a las exigencias de la mundialización. Y respaldaremos los esfuerzos tendiente a mejorar la capacidad de gestión de la Secretaría y a impulsar la reforma de los foros intergubernamentales.
- En consecuencia, pensamos que no debemos postergar nuestros esfuerzos para que el Consejo de Seguridad sea más representativo y sus procedimientos más transparentes. Además, creemos necesario fortalecer a la propia Asamblea General y al Consejo Económico y Social a fin de que los tres órganos principales de nuestra Organización se apoyen de manera recíproca.
- Reiteramos nuestro repudio a todas las formas de terrorismo y apoyamos la acción colectiva de la comunidad internacional para combatir este flagelo.
- Consideramos que las Naciones Unidas deben seguir dando prioridad al imperativo del desarrollo. A la par de los organismos financieros multilaterales, nuestra Organización debe abocarse a la tarea de asegurar que los beneficios de la mundialización sean ampliamente compartidos por todos los habitantes del Planeta. Destacamos la singular importancia del Consenso de Monterrey y del Plan de Acción de Johannesburgo.
- Expresamos nuestro desaliento por la falta de avances en la reciente reunión de Ministros de Comercio celebrada en Cancún. Como parte del G-21, nos comprometemos a trabajar de manera constructiva para acercar posiciones de todas las partes, a manera de disponer de un régimen de comercio internacional más abierto, más transparente, y con mayores oportunidades para los países en desarrollo.
- También resaltamos la necesidad de dar mayor importancia en la agenda internacional a la situación de los migrantes, con atención a los migrantes indocumentados, los que constituyen un grupo vulnerable a partir de sus necesidades de protección de sus derechos humanos.
- Quisiera hacer una especial mención al tema de los Niños y la obligación de los Estados a garantizar su protección y derechos. Tenemos un caso muy concreto que busca, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño, restablecer los vínculos entre tres niños guatemaltecos y su madre, Gabriela Arias.
- Respaldamos todos los esfuerzos para poner fin a la angustiante espiral de violencia que aqueja al Medio Oriente, y a lograr una paz justa y duradera en esa sufrida región.
- Nos sumamos a los esfuerzos tendientes a recuperar la paz y la seguridad, para restablecer el estado de derecho y recobrar la soberanía de Irak. Compartimos que las Naciones Unidas jueguen un importante papel en esa empresa.
- Abogamos por la sentida aspiración de representación ante los organismos internacionales, como la ONU, de los 23 millones de ciudadanos de la República de China en Taiwán. Guatemala, como toda Centroamérica, considera que estas aspiraciones son positivas para la paz y la democracia mundial.
- Hacemos nuestro mejor esfuerzo por fortalecer los vínculos de amistad y vecindad con Belice, sin perjuicio de buscar activamente la resolución pacífica, honorable, equitativa y permanente de nuestro diferendo territorial. Manifestamos nuestra plena disposición a continuar una solución negociada en el marco de la OEA.
- Reiteramos nuestra profunda vocación y apoyo a la integración centroamericana, y nuestro compromiso solidario con toda América Latina y el Caribe.
Señor Presidente,
Vivimos tiempos excepcionales que afectan a todos y a cada uno de los países, y a las Naciones Unidas en su conjunto. Las coyunturas críticas abren oportunidades de examen y cambio. Hago votos para que Dios nos dé sabiduría para captar esas oportunidades, y entonces sí podamos librar los obstáculos que han desorientado a la humanidad del horizonte de la solidaridad y el bienestar compartidos.
Muchas Gracias.